La vida es un ciclo evolutivo que va girando en movimientos circulares que van dejando momentos irrepetibles y sentires que marcan una diferencia, cambios de personalidad y toma de decisiones que nos llevan a transitar por caminos que no conocemos, ni imaginamos. En la vida todo puede ser bueno pero también todo puede ser malo de acuerdo a la situación que estemos viviendo en ese momento y lo que podamos sentir. Una de las etapas más crueles y dolorosas que podamos vivir es la traición porque la sentimos en el corazón cuando la vivimos y la experimentamos. Lo que más duele de una traición es porque una traición nunca llega de un enemigo sino de la persona en quien pusimos toda nuestra confianza. Una traición nos deja siempre aflicciones muy difícil de solventar y soportar pero con Fé en Dios conseguiremos siempre consuelo y soluciones porque la Bíblia dice que así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así mismo abundaran por el mismo Cristo las soluciones (1 Corintios 1:5). Una traición impacta en el corazón porque derrumba los sentimientos, las alegrías, el amor y lacera el alma porque apaga y cercena las esperanzas creando un resentimiento lascivo que nos destruye nuestro deseo de vivir. Una misión siempre tiene la nefasta misión de arrancar de raíz el cariño y el amor que tenemos para sembrar en nuestros sentimientos el odio y el rencor y en la mayoría de veces los deseos de venganza. Una traición cierra todas las puertas para no darle entrada ni cabida al amor.
La traición es la ruptura de un lazo de amistad, de afinidad y el desvanecimiento de una emoción llamada afecto. Una traición pulveriza la esencia de una magia llamada confianza en donde los sentimientos se desvanecen porque los seres humanos solamente piensan en sus propios intereses y no en todo aquello que es sincero y duradero. Una traición conduce al desprendimiento de una sonrisa y las emociones en donde tal vez no vamos a encontrar explicación porque solamente el corazón tiene las palabras para escribirlas con su sangre en el pergamino del alma. Una traición nos roba la paz y nos arrebata la tranquilidad dejándonos un inmenso vacío en nuestro interior que jamás podrá llenarse y una oscuridad que no podrá ninguna luz. Una traición nos sumerge en un inmenso vacío que no tiene fin porque su eco es el dolor, sus gritos son los lamentos y sus reflejos son la humedad de las lágrimas derramadas. Quien ha sufrido una traición jamás deberá buscar una venganza sino entregarle todo a Dios por lo que dice la Bíblia; «No os venguéis vosotros mismos amados míos, dejad lugar a la ira de Dios porque escrito está; MÍA ES LA VENGANZA y yo cobraré y pagaré» (Romanos 12;19).
La traición es una huella imborrable, un legado eterno y una herida que solamente se puede cicatrizar por fuera, porque dentro del corazón estará abierta eternamente. Desde la antigüedad han existido personas fieles y leales pero que en algún determinado momento traicionaron a su mejor amigo desconociendo su amistad. La Bíblia dice que Pedro negó tres veces a Jesucristo (Mateo 28;69,72,74). Judas quien era uno de los Doce Apóstoles traicionó a su maestro Jesucristo por 30 monedas de plata (Mateo 26;47,48,49). Finalmente digo que la traición es una falta que se comete violando y quebrantando todas las normas elementales de la lealtad, y la fidelidad que se debe tener, conservar y defender.
Profesor José Luis Mogollón