#OPINIÓN ¿Qué hemos aprendido del Libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco? #29Ene

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La obra de Bolívar no es para contemplarla sólo en los breves instantes de las efemérides históricas. Observarla, estudiarla e interpretarla es un deber de los venezolanos, ahora y siempre, en todos y cada uno de los días de nuestra existencia en Estado libre y soberano.

El bicentenario del natalicio de nuestro Padre Libertador y su conmemoración durante todo el curso del año, constituyeron ocasión singular para que nos aproximáramos aún más al genio cuya fulgurante trayectoria se anuncia con el juramento de Monte Sacro y se extingue en la atormentadora soledad de Santa Marta.

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Militar, político, diplomático, legislador, estadista, doctor en Derecho y fundador de cinco naciones, todo en grado superlativo, no es de menor altura su producción de escritor, que se revela en sus cartas, discursos y proclamas. Suma de grandeza que para la eternidad plasmó Cecilio Acosta en acabada síntesis:

“La cabeza de los milagros y la lengua de las maravillas”.

A la tarea de profundizar y analizar, ahora y siempre, ese rico acervo intelectual y moral contribuye sin duda la publicación de los trabajos consagrados a la polifacética personalidad de nuestro Héroe Máximo.

Así lo dejó plasmado en su escritura René De Sola, en Caracas, el 2 de febrero de 198l, expresando a su vez:

“No es otro el propósito que me anima a divulgar los modestos ensayos”.

Lo grandioso de Bolívar no es sólo su fulgurante trayectoria vital, que toma su impulso ascendente en las alturas del Monte Sacro donde juró no dar descanso a su brazo hasta lograr la independencia de América, y que languidece y se extingue definitivamente en la Quinta San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia, después de haber derrotado al imperio español, y fundado cinco repúblicas, haberse embragado de gloria y a la postre, `probado la cicuta de la incomprensión, el desengaño, el escepticismo, y la ingratitud. Sino que asombra ver cómo al mismo tiempo que el guerrero está realizando la ciclópea empresa de poner fin al dominio español en tierras de América, su mente está ocupada en concebir y preparar los proyectos legislativos más adecuados a la índole de nuestros pueblos para asegurarles la estabilidad política de sus instituciones y garantizar su bienestar y la efectividad de los derechos individuales conquistados en los campos de batalla.

Bolívar era un ideólogo, pero sus pies se asentaban en la realidad. Sus primeros y ya notables documentos políticos así lo demuestran. En el célebre manifiesto de Cartagena, en 1812, acusaba al gobierno de la Primera República de sus errores y de su debilidad, y señalaba como causa de su equivocada política el que sus magistrados no consultaron los códigos que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno…

“Sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presumiendo la perfectibilidad del género humano”.

Bolívar, por lo contrario, cree, y así lo dice a los granadinos, que…

“Es preciso que el Gobierno se identifique por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean”.

No había realizado todavía la Campaña Admirable…

acababa de contemplar la ruina de la Primera República.

La derrota de las fuerzas patriotas lo había llevado fuera de Venezuela. Sin embargo, es tal su convicción y su confianza en el triunfo final de la causa de la independencia americana, que no se limita a solicitar del gobierno de Nueva Granada los contingentes militares que necesita para iniciar la reconquista de la libertad para su Patria, sino que desde entonces se preocupa por la forma de gobierno que convendría dar a los nuevos estados soberanos que nazcan por virtud de la obra emancipadora que habrá de conducir con su espada de guerrero genial y con pluma de escritor, de político, de estadista y de diplomático.

No había llegado todavía el tiempo de definirse por un determinado sistema, de enunciar los principios que deben concretarse en normas constitucionales. Pero sí, desde ese mismo momento hay algo que se arraiga en su mente con la fuerza de una convicción que no abandonará en ninguna etapa posterior de su actuación en la vida pública: su repudio al sistema federal.

La vida para Bolívar fue, además, un permanente combate contra toda clase de adversidades. Hay una frase que solía repetir constantemente para autodefinirse: 

“Soy el hombre de las mil dificultades”.

En carta escrita por el Libertador Simón Bolívar a Antonio Leocadio Guzmán, en Popayán, el 6 de diciembre de 1829, dejó impreso…

“… Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es sensible, pero inevitable; con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.

Maximiliano Pérez Apóstol

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