¿Sabías que la fecha de fundación de Cabudare no es la que siempre se ha celebrado? Sumérgete en una investigación exhaustiva que revela cómo, gracias al trabajo del profesor Taylor Rodríguez, se ha podido establecer con precisión el verdadero nacimiento de esta ciudad. Un viaje al pasado para comprender mejor el presente
La historia de Cabudare, ese entramado de luchas y gestas que la han consolidado como un bastión de la identidad larense, ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Sin embargo, gracias a las investigaciones del cronista municipal, profesor Taylor Rodríguez, y a la aprobación de la Cámara Municipal de Palavecino en 1997, hoy conocemos con mayor precisión los orígenes de esta pujante ciudad.
Durante años, se conmemoró el 10 de noviembre como el Día de Cabudare, en honor a la visita del Libertador Simón Bolívar en 1813. Sin embargo, Rodríguez, según una publicación de El Impulso, esta fecha no correspondía con la fundación del pueblo.
Fue así como el 27 de enero se erigió como la fecha oficial para celebrar a Cabudare. ¿El motivo? Según los documentos históricos, en este día de 1818 se llevó a cabo una reunión en la plaza Bolívar, donde personalidades de la época se reunieron para sentar las bases de la organización del pueblo.
Este hallazgo no solo rectifica una creencia arraigada, sino que además nos invita a repensar la narrativa fundacional de Cabudare. Lejos de ser un decreto emanado de un héroe, el nacimiento de esta ciudad fue el resultado de un proceso colectivo, de la voluntad de sus habitantes de construir un futuro en común.
La nueva fecha, lejos de restar importancia a la figura de Bolívar, la contextualiza dentro de un proceso histórico más amplio. Reconocer el 27 de enero como el Día de Cabudare es honrar la memoria de aquellos hombres y mujeres que, con su esfuerzo y dedicación, forjaron esta tierra.
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Cuna de historia y fe
Según las investigaciones del profesor Taylor, este territorio fue testigo del paso de los Ajaguas, una de las primeras comunidades indígenas que habitaron estas tierras antes de la llegada de los europeos.
La colonización española marcó un antes y un después en esta región. Con la fundación de Barquisimeto en 1552, se inició un proceso de poblamiento lento pero constante, caracterizado por la creación de haciendas y hatos. Cabudare, por su ubicación estratégica entre Barquisimeto y los llanos, se convirtió en un punto de encuentro y comercio, con pequeñas comunidades dispersas en sus alrededores.
Un documento histórico invaluable nos transporta al siglo XVIII. El Obispo Mariano Martí, en su visita pastoral de 1779, dejó constancia de la existencia de Cabudare como un sitio poblado, ubicado a media legua del Cerrito de Santa Rosa. Durante su recorrido, visitó varios oratorios y constató las precarias condiciones de vida de muchos habitantes, quienes vivían en concubinato.
Ante esta realidad, el Obispo Martí planteó la necesidad de crear un curato en Cabudare, reconociendo la importancia de brindar atención espiritual a una población que, para ese entonces, superaba las seis mil personas. Esta recomendación evidencia la relevancia de Cabudare como un núcleo poblacional en crecimiento, con necesidades espirituales y sociales que demandaban una mayor organización eclesiástica.
Un camino largo
Los orígenes religiosos de Cabudare se remontan a finales del siglo XVIII. El Obispo Martí, con una visión clara del crecimiento de la región, solicitó la creación de una nueva parroquia eclesiástica en Cabudare. Sin embargo, la oposición de párrocos de localidades vecinas retrasó este anhelo.
A pesar de los obstáculos, la fe de los habitantes de Cabudare perseveró. El aumento del vecindario y la lejanía de la parroquia de Santa Rosa hicieron cada vez más evidente la necesidad de un espacio propio para el culto. La capilla Santa Bárbara, aunque destruida por un terremoto, se convirtió en un símbolo de esperanza y resistencia.
Finalmente, el 27 de enero de 1818, un hito marcaría el destino de Cabudare. Las autoridades eclesiásticas, atendiendo las súplicas de los habitantes y las circunstancias cambiantes, dieron luz verde a la creación de la parroquia.
La historia oculta de Cabudare
La creación de la parroquia de Cabudare ocurrió en un contexto histórico complejo, marcado por la Guerra de Independencia. La región había sido testigo de enfrentamientos y desplazamientos poblacionales. Sin embargo, a pesar de la inestabilidad, un grupo de visionarios comprendió la importancia de sentar las bases para un futuro más estable y organizado.
La delimitación de una parroquia eclesiástica no era un mero acto administrativo. En aquella época, la iglesia desempeñaba un papel fundamental en la vida de las comunidades, no solo en lo espiritual, sino también en lo social y cultural. La creación de una parroquia implicaba la construcción de un templo, una escuela y una casa cural, lo que a su vez atraería a más pobladores y consolidaría el asentamiento.
El documento del 27 de enero de 1818 detalla cómo se llevó a cabo el proceso de delimitación del territorio parroquial. La participación de autoridades eclesiásticas y vecinos destacados subraya la importancia que se otorgaba a este evento. La elección del terreno para la construcción de la iglesia y otros edificios públicos fue el resultado de una cuidadosa consideración.
Un pueblo que nació del arraigo
En las entrañas de la historia de Cabudare, se esconde una verdad que el profesor Taylor desveló con meticulosidad: el pueblo no nació de un decreto real ni de una ceremonia fundacional, sino del arraigo de familias y comerciantes que, atraídos por la fértil tierra y el próspero comercio, decidieron echar raíces en torno a las haciendas.
Fue un crecimiento orgánico, espontáneo, como el de una planta que se nutre del suelo y se extiende con el paso del tiempo. De caserío a pueblo, Cabudare fue transformándose gracias a la creación de la parroquia eclesiástica y la construcción de su iglesia, hitos que marcaron el inicio de una nueva era.
Hoy, dos siglos después, Cabudare es un vibrante centro urbano, una de las ciudades que más rápido creció en Lara, Venezuela y hasta en América Latina. Sus calles, antes caminos polvorientos, ahora albergan a miles de habitantes provenientes de todos los rincones del país e incluso del extranjero.