#OPINIÓN Un Donald Trump nacionalista y desafiante #24Ene

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Inmerso en la constante polémica por su conducta y declaraciones desafiantes, el reelecto presidente  de Estados Unidos, Donald Trump, se presenta ahora con renovadas posiciones nacionalistas en defensa de los intereses de la primera potencia del planeta.

Un nacionalismo sin el agregado demagógico del populismo por sus concretas y calculadas promesas electorales que ha ratificado luego. Trump ha ido al grano sobre lo que se propone hacer en este segundo mandato presidencial exaltando el orgullo de nación líder. 

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El historiador canario Juan Manuel Santana Pérez es de los que piensa que los  fenómenos sociopolíticos se generan en un contexto específico. En ese sentido se refiere a lo ocurrido en Alemania con Adolfo Hitler en la década de 1930 con su nacionalismo que rayó en el fascismo. Por ende, plantea entenderlos en su momento histórico concreto. 

Así pues, esta coyuntura que encuentra Trump, en su segundo mandato presidencial, es por demás conflictiva, compleja, multilateral y diversa por las variables en juego hasta lo tenso en extremo.

Entre los problemas sociales que hoy afronta Estados Unidos, tenemos la presencia en su territorio de numerosos migrantes del más variado origen, principalmente de Venezuela, más delincuencia organizada como la del Tren de Aragua. Ambos problemas prometió solucionarlo en su campaña electoral el exitoso empresario.     

Sus arranques nacionalistas tienen su explicación en un conjunto de hechos que, a su juicio, amenazan la forma de ser y vivir de un país como EE. UU. que lo hacen uno de los mejores países del mundo. El ansiado y orgulloso “made in USA” y “el sueño americano” extensivo más allá de sus fronteras.

Es así como ha planteado en su bravucón estilo: control del Canal de Panamá por considerar que lo penetraron los chinos, anexarse Canadá por razones de seguridad nacional, cambiar el nombre del Golfo de México y tomar Groenlandia que EE. UU. comparte con Dinamarca.

Ello vislumbra que con su gestión Estados Unidos retomaría su condición de policía del mundo. Hecho que recuerda su pasado intervencionista en América Latina antes y después de la Segunda Guerra Mundial.

Aun así encuentra una nación con una economía sólida por su alto nivel de producción y uno de los mejores PIB per cápita de unos 53 042 dólares, el séptimo más alto del mundo.

Con todo, registra desventajas como el desigual ingreso y una posición fiscal débil, entre otros.

Respecto a Venezuela surgen las inevitables incógnitas: la primera es cuál será su posición respecto a la administración de Nicolás Maduro, la segunda qué pasará con las licencias de que goza la empresa Chevron para explotar petróleo venezolano y la tercera si se la jugará por la democracia y libertad en Venezuela.

Por ahora, el exitoso empresario y político, ha expresado que podría dejar de comprar el petróleo venezolano. Es solo una advertencia. Pero constituye una primera forma de presión al grupo liderado por Nicolás Maduro.  

No olvidemos que en materia económica los norteamericanos son profundamente pragmáticos cuando están de por medio primero los buenos negocios. En este caso el de un suministro de petróleo seguro y rápido. 

Tras su juramentación como el presidente cuadragésimo séptimo de EE. UU., los próximos 100 días serán demostrativos de lo que se propone desarrollar en su plan de gobierno. Un plan matizado por un rabioso nacionalismo que convierte otra vez a EE. UU. en el policía del mundo pese a la globalización. La imposición del orden interno y externo.. 

Freddy Torrealba Z.

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