Barquisimeto se vistió de fervor este 14 de enero, pulsando al compás de millones de corazones que se congregaron para honrar a la Divina Pastora. En una demostración de fe inquebrantable, la ciudad se convirtió en un mar de devotos que, con paso firme y mirada expectante, acompañaron a la sagrada imagen en su recorrido de 7.5 kilómetros.
La procesión, un ritual arraigado en la tradición venezolana, trascendió este año los límites de una simple peregrinación. Se convirtió en un abrazo colectivo, en un refugio espiritual donde cada fiel encontró consuelo y esperanza. Bajo el manto protector de la Virgen, las plegarias se elevaron al cielo, cargadas de súplicas por la paz, la salud y la unión de la nación.
El sol, inclemente, no fue obstáculo para que 2.780.000 feligreses, con fervor inagotable, acompañaran a la Divina Pastora. Jóvenes y adultos, unidos por una misma devoción, demostraron que la fe puede mover montañas. En cada rostro se dibujaba una mezcla de emoción y agradecimiento, mientras las voces se unían en un solo canto de alabanza.
La imagen de la Virgen, con su mirada serena y maternal, irradiaba una paz que contagiaba a todos los presentes. En su paso, cada venezolano encontró un motivo para renovar sus esperanzas y fortalecer su vínculo con la Madre de Jesús. Las familias, unidas en oración, suplicaron por la protección de sus seres queridos y por la prosperidad de su país.
Las plegarias se extendieron más allá de las fronteras. Los devotos elevaron sus voces por aquellos compatriotas que se encuentran lejos de su tierra, rogando porque la Divina Pastora los acompañe en su camino y les brinde fuerza para enfrentar los desafíos.
Al llegar a su destino final, la Catedral de Barquisimeto, la emoción se hizo palpable. La Divina Pastora, faro de esperanza en medio de la tormenta, dejó una huella imborrable en el corazón de cada devoto. Su mensaje de amor, unidad y perseverancia resonó con fuerza, recordando a todos que, juntos y bajo su protección, venceremos cualquier adversidad.
Esta procesión no fue solo una manifestación religiosa, sino una muestra de la profunda fe del pueblo venezolano. La Divina Pastora se ha convertido en un símbolo de esperanza, de unidad y de resistencia. Su mensaje de amor, perdón y misericordia sigue resonando en los corazones de todos aquellos que tuvieron la dicha de acompañarla en su recorrido.