La condición de madre no la inmuniza de la psicopatía.
Crisanto Gregorio León
Recibí un correo realmente alarmante, más grave que conmovedor. Una vez que lo leí, de inmediato le di respuesta, pero siempre que lo enviaba se devolvía indicando que era imposible su entrega. La dirección de correo al parecer no pertenecía a ningún usuario o estaba desactivada. Muchas e inexplicables adversidades se tejieron alrededor de esta historia, donde pareciera que hasta una mala estrella se confabulaba para silenciar este infortunio.
Se trata de un niño, que al parecer alguien lo ayudó a narrar su tribulación y cuyo escrito trataré de evocar, pues un virus se apoderó de mi correo y el desesperado lamento estuvo a punto de ahogarse en un grito inaudible, pero si la memoria me auxilia, haré lo posible por parafrasear su relato, además de moderarlo por lo crudo como me fue transmitido.
Dijo tener 8 años y ser el menor de seis hermanos, cuatro varones y dos hembras. Todos se han ido de la casa materna y ahora vive con su madre Meche de 46 años y su hermana Italia de 21 quien desde los cinco años abusa de él obligándolo que con sus manitos la satisfaga sexualmente. Todos los hermanos lo golpean inmisericordemente y lo someten a hacer los trabajos de un hombre adulto siendo apenas un niño. Indiscutiblemente ellos también son psicópatas.
El niño, con las características propias de la edad, es curioso e inquieto y se esfuerza por sonreír, aunque ante cualquier incipiente alegría su madre y su hermana se encargan de borrárselas del rostro a golpes, o con gestos tan amargos y superiores al dolor físico.
Sucedió que fueron a la Iglesia y el niño se llevó seis hojitas dominicales y las repartió en la escuela. La madre con el pretexto de maltratarlo y seguir abusándolo, arguyó que el niño había robado y calentó unos granzones en carbones encendidos y metiéndoselos a la boca lo obligó a que intentara tragárselos a la vez de que los apretara y sostuviera en sus manitos de niño hasta que se enfriaran, causándole dolorosas quemaduras, además en la boca, en los labios y en la lengua. Sumado desde luego al terror psicológico al cual lo estaba sometiendo quien debía darle protección y amor.
No contentas con esto, en la noche cuando pensaba que iba a dormir, como siempre sobre el suelo frío y sin una cobija, al comenzar a sentirse libre al menos durante la etapa reparadora que le suministraría el sueño; justo en ese momento la madre y su hermana lo despertaron echándole agua muy, muy fría, helada y lo amarraron al tronco de una mata de coco. Allí hicieron una jalea con azúcar y le untaron todo el cuerpo, colocándole además abundantes hormigas negras y coloradas enormes que tenían guardadas en frascos.
El niño, quemado por los carbones encendidos, y los granzones ardientes, e hinchado por las picaduras de las hormigas era obligado a mantenerse callado, pues se le prohibió quejarse o llorar y para garantizar la obediencia de esta orden le metieron unos trapos dentro de la boca. Así, en esas condiciones el niño permaneció atado en la mata de coco, durante dos noches y un día. Todo el tiempo es torturado físicamente, invalidado, disminuido, descalificado y sometido a vejámenes.
La madre y su hermana, se reían y se burlaban del niño y aun viéndolo postrado y disminuido física, moral y psicológicamente, lo continuaron torturando echándole baldes de agua fría del congelador. Luego de saciar cada una su sadismo, lo soltaron y le colocaron la tarea de dejar brillantes color plata un montón de pailas quemadas. Al niño sin fuerzas no le quedó sino obedecer, ante la segura arremetida de sus torturadoras. Y en este afán se cortó en el dedo meñique de su mano izquierda, lo que les produjo a ellas gran furia por la «torpeza» del niño; por lo que lo encerraron en un cuarto oscuro a la vez de infundirle pánico por los supuestos espantos que allí habitaban.
Desesperado por ser objeto de tantas torturas y crueldades por quienes debieran darle amor y en cambio le dan odio; decidió ingeniárselas para salir de ese cuarto de horrores, pero fue capturado por su hermana quien con un mecate lo colgó de una viga para ahorcarlo. El niño haciendo un esfuerzo superior a sus posibilidades, se zafó, empujó a su torturadora y huyó. Entonces su hermana lo acusó de drogarse y de haberla atacado. Tuvo noticias el niño que al parecer, no es hijo de esa madre y que esa no es su familia, sino que fue donado por su padre para ser criado y ser amado como a un hijo y en vez de eso es torturado física y psicológicamente. Pero otros le informaron que si es hijo de esa señora pero con un hombre prominente que no quiso casarse con ella, por lo que en venganza tortura al niño para cobrarse de un amor no correspondido.
Al niño que aún vive este tormento en su cuerpo, en su alma, en su mente y en su corazón, al ser víctima de unos delincuentes psicópatas narcisistas, a ti te digo que: Dios está contigo y la ley de tu parte. No sigas huyendo, expresa tu verdad.
Qué craso error pensar que las madres y *los padres no puedan ser malvados y que están exentos de los trastornos de la personalidad.
Crisanto Gregorio León
Dr. Crisanto Gregorio León
