Trabajo de El Carabobeño
Un día antes de que inicie el proceso de visitas en el Internado Judicial de Carabobo (penal de Tocuyito), María González* emprende un viaje de 12 horas, desde un pueblo del estado Trujillo, para ver a su esposo por unos minutos.
La mujer, de 47 años, se convirtió, repentinamente, en el proveedor de sus cuatro hijas de 19, 18, 7 y 4 años desde que una persona denunció a su esposo por una publicación que realizó en sus estados de WhatsApp, cuestionando el resultado de las elecciones presidenciales del 28 de julio.
Mientras espera que sea su turno para la visita, acostada en el piso y cuidando la paquetería que le pasará al papá de sus hijas, cuenta, frente al penal, que ha estado en una constante lucha.
La quincena de María, empleada del Ministerio de Educación, llega cada 15 días, al igual que la visita de su esposo. La mujer recibe 70 bolívares, 1.3 dólares al cambio oficial, pero gasta entre 90 a 100 dólares por visita. «Uno aspira que con el bono de la Guerra Económica pueda resolver, pero no todo».
Según María, el pasaje ida y vuelta en bus de Trujillo al estado Carabobo tiene un costo total de 50 dólares. El restante debe extenderlo para costear su hospedaje, comida y la paquetería que pasará a su esposo. Para solventar gastos, que crecen día a día, ha optado por realizar rifas, láminas y otros trabajos escolares. A veces, sus vecinos y familiares le colaboran para que pueda realizar el viaje.
Depresión infantil, las consecuencias de la ausencia
Mientras algunas familias se reúnen para celebrar las fechas decembrinas, la hija de 7 años de María lidia con la depresión infantil que desarrolló. La pequeña estaba presente cuando funcionarios de la policía del estado se llevaron a su papá y apuntaron con un arma a su hermana mayor. «La chiquita a veces es consciente. Habla de que su papá está en la prisión, pero la de 7 años siempre dice que cuando va a salir».
«Ayer salí, me pregunta: ¿a dónde vas? Voy a ver a tu papá. Me dijo: ¿cuándo lo vas a traer? Uno a veces no sabe qué responder. Yo siempre les digo: tengan paciencia, recen, que pronto va a ser la liberación de todos ellos. Porque todos son inocentes».
María se ha apoyado en otros familiares de presos políticos postelectorales. Rodeada de mujeres que también son oriundas de Trujillo, recalca que actualmente solo quiere una cosa: que se haga justicia. Porque, para ella, su esposo y los demás hombres no son terroristas.
La economía, el mayor limitante
Para muchos familiares de presos políticos en el penal de Tocuyito la economía es uno de los factores limitantes de esta nueva rutina, ya que la mayoría de hombres privados de libertad eran el sustento de su hogar o contribuían con la compra de alimentos, pago de servicios básicos y otros productos.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) aborda la importancia de la inserción de la mujer en el mercado laboral. Encovi reseñó que la tasa de participación femenina en la actividad económica es de apenas 37.3. «Venezuela tiene un nivel de actividad económica bajo y muy bajo para sus mujeres».
El Comité por la Libertad de los Presos Políticos comentó que es común que las familias pidan apoyo económico para trasladarse de un estado a otro. El grupo ha documentado familiares que viajan desde Miranda, Zulia, Trujillo, Lara y Cojedes. En su mayoría, amas de casa o comerciantes que no cuentan con un ingreso fijo.
«En muchos casos dejan sus trabajos porque son las únicas mujeres que pueden visitar a sus presos, eso implica que deben estar pidiendo apoyo para llevar la paquetería. Muchos de ellos (presos políticos) eran los proveedores. Otras (mujeres) han tenido que empezar a trabajar».
El comité señaló que mantener a un detenido, aunque solo se deba llevar la paquetería, implica un gasto enorme que en muchas ocasiones no es rentable. «Mantener a sus presos les ha costado mucho».
Según el comité su principal solicitud es la libertad inmediata de todos los presos políticos, además de que se mantengan las condiciones mínimas de reclusión, que se respete el derecho a la presunción de inocencia y el acceso a justicia.
Una pesadilla
Karla Gómez* es una de las esposas que acompaña a María desde Trujillo, aunque viaja menos horas, igual gasta unos 100 dólares por visita. A pesar de que nunca le ha tocado dormir en la calle, admite que sí ha recibido comida de ciudadanos y fundaciones que les donan a los familiares alrededor del penal. «Nos acompañamos, nos ayudamos entre varias. Hacemos rifas y cosas así. También he vendido las cosas de mi casa».
A Karla le avisaron sus vecinos que se habían llevado a su esposo el 2 de agosto. El hombre es padre de dos niños y el sustento de la casa. «Nunca nos imaginamos pasar esto, vivir esta situación. Estar ahí (en el penal de Tocuyito), una persona inocente, ¿por qué? ¿por nada? ¿por detenerlo?»
Los hijos del esposo de Karla también están tristes. En la carta para el niño Jesús solo pidieron una cosa: que su papá salga de la cárcel. «Ellos están conscientes, tristes. Teníamos la costumbre de todos los fines de semana salir en familia, cosa que no podemos hacer».
Mismo destino, diferente presupuesto
A unos metros de María y Karla se encuentra Carmen Blanco*, con menos paquetería y un cartón bajo sus piernas. Sus zapatos están en la grama, mientras estira sus pies, y su bolso semiabierto se sostiene de la pared.
En el caso de Carmen, el presupuesto es más bajo. Aunque tiene un puesto de comida rápida en La Guaira, que atiende su pareja mientras ella viaja a las visitas de su hijo, el dinero no es suficiente para pagar un lugar donde pueda dormir.
Detalla que, ida y vuelta, de La Guaira a Carabobo, gasta unos 15 dólares en pasaje. «Si desayuno, no almuerzo; si almuerzo, no ceno, para guardar lo poco que tengo para el pasaje».
La mujer pasa los días de visita «de baño en baño», sorteando que los vecinos le presten alguno y esperando la liberación de su hijo.
(*) Los nombres mencionados en este texto han sido modificados a petición de las fuentes para proteger su identidad.
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