Los Profetas del Antiguo Testamento hablan de una labor de cambios en el desierto, para preparar el camino del Señor, que parecen toda una obra de ingeniería vial.
Veamos:
El Profeta Baruc (Ba. 5, 1-9) nos dice que “Dios ha ordenado que se abajen todas las montañas y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel (el pueblo de Dios, su Iglesia) camine seguro bajo la gloria de Dios”.
Nos dice San Lucas “Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle sea rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados”. (Lc. 3, 1-6)
El Señor endereza las curvas torcidas de nuestra mente, que busca caminos equivocados de racionalismo y engreimiento. El rellena las hendiduras de nuestras bajezas, cuando preferimos lo que nos vende el Demonio. Derriba y rebaja las colinas y montañas de nuestro orgullo, pues creemos ser como Dios, al decidir por nosotros mismos lo que es bueno o malo; o cuestionar Sus planes para nuestra vida, siendo que El -nuestro Creador y Padre- sabe lo que conviene a cada uno. El suaviza con su Amor la superficie de nuestra alma, quita la aspereza de nuestro egoísmo, cuando no sabemos amarlo ni a El ni a los demás, sino que nos amamos sólo a nosotros mismos.
¡Es toda una obra de Ingeniería Divina!, que requiere nuestra colaboración, conversión, purificación y cambio de aquello que no está acorde con la Voluntad Divina. Nuestra vida tiene que ser un continuo Adviento que nos prepare a nuestro encuentro con Dios.
Y ese encuentro deberá encontrarnos como dice San Pablo (Flp. 1, 4-6.8-11): “limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos vienen de Cristo Jesús”.
Y no temamos, -nos dice San Pablo- “Aquél que comenzó en ustedes su obra, la irá perfeccionando hasta el día de la venida de Cristo Jesús”.
El Señor que realiza su obra de santificación en cada uno de nosotros, la llevará hasta su culminación cuando sea nuestro encuentro con El. Que así sea.
Isabel Vidal de Tenreiro