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“Será un gran defensor de nuestro país, un verdadero amigo de nuestros aliados y un feroz guerrero que no retrocederá ante nuestros adversarios”. Estas fueron las palabras con las que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el pasado 13 de noviembre la nominación del conservador senador estadounidense de origen cubano, Marco Rubio, como su próximo secretario de Estado.
Rubio, de 53 años, se convertirá en el latino con el cargo de gobierno más importante en la historia de Estados Unidos. Su designación no sorprende, debido a que el también presidente del comité de inteligencia del Senado y miembro del comité de Relaciones Exteriores ha adoptado una línea dura contra regímenes como el de China, Venezuela, Cuba y Nicaragua y a favor de Israel.
Tras aceptar la nominación de Trump, Rubio dejó claro que en su gestión no habrá medias tintas con los adversarios de EEUU: “Promoveremos la paz a través de la fuerza”, fue la sentencia que difundió a través de la red social X.
Rubio nació en Miami el 28 de mayo de 1971, pero es hijo de dos inmigrantes cubanos. En el perfil de su sitio oficial como senador se precisa que su orientación por el servicio público y su rechazo a la ideología socialista lo aprendió de su abuelo, “quien vio la destrucción de su tierra natal por culpa del comunismo”.
Antes de ser electo por primera vez como senador apenas a sus 39 años, fue comisionado de la ciudad de West Miami y presidente de la Cámara de Representantes de Florida, cargo al que llegó en el año 2000. Se convirtió en la persona más joven en ocuparlo y en el primer hispano en lograrlo.
Durante su paso por el Senado, se ha ganado el apoyo de la base conservadora del Partido Republicano con sus propuestas a favor de la libre empresa, el patriotismo y la reducción del gobierno federal. También, ha reivindicado el derecho ciudadano a portar armas y se ha expresado en contra del aborto y de conceder amnistías para los inmigrantes ilegales.
Oposición férrea al gobierno de Maduro
Marco Rubio, abogado egresado de la Facultad de Derecho en la Universidad de Miami, ha sido una voz influyente en la política exterior estadounidense, especialmente en lo que respecta a su enfoque hacia el gobierno venezolano. Su postura firme contra el régimen de Nicolás Maduro y sus funcionarios lo han ubicado en la lista de “enemigos políticos” del oficialismo venezolano.
Rubio no ha tenido reparo en calificar repetida y abiertamente a la administración madurista como una “narcodictadura” y ha abogado por sanciones y medidas severas para abordar la crisis humanitaria y política en Venezuela y propiciar un cambio de gobierno.
“Maduro no es solamente un dictador, es un narcotraficante, él y otros funcionarios como Diosdado Cabello se han lucrado con la droga (…) No estamos solamente hablando de diferencias políticas, estamos lidiando con unos mafiosos que controlan un territorio nacional”, expresó Rubio en unas declaraciones viralizadas en redes a propósito de la presentación, en septiembre de 2024 y junto al también senador Rick Scott, de la Ley para Garantizar Oportunidades Oportunas de Pago y Maximizar las Indemnizaciones por la Detención de Funcionarios del Régimen Ilegítimo (STOP MADURO), que aumentaría el monto máximo de la recompensa de $15 millones a un máximo de $100 millones por información que conduzca al arresto y condena del mandatario venezolano. La propuesta plantea utilizar el mismo dinero congelado al régimen venezolano en EEUU para pagar dicha recompensa.
De parte del gobierno venezolano, Marco Marco Rubio no recibe precisamente flores. Figuras como el ministro de Interior y Justicia, Diosdado Cabello, se refieren a él como “narco Rubio”, y constantemente, es objeto de señalamientos y descalificaciones públicas por distintos voceros. Justamente con Cabello acumula un rosario de momentos tensos. En el año 2017, en una audiencia del Senado, el político republicano expresó que el dirigente oficialista no era solo un líder político, sino que podría considerarse como “el Pablo Escobar de Venezuela”.
En mayo de 2018 cuando el primer vicepresidente del PSUV fue sancionado por el Departamento del Tesoro, Marco Rubio escribió un mensaje en Twitter (ahora X) con mención a Cabello para preguntarle cuál era su talla de ropa, insinuando que Estados Unidos ya le tendría lista la “braga naranja” para una “cómoda estancia” en prisión.
Para 2019, Rubio se convirtió en una de las principales figuras estadounidenses en liderar una ofensiva discursiva y mediática para promover y afianzar el reconocimiento al gobierno interino de Juan Guaidó. Mantuvo su apoyo hasta que la figura se diluyó, no sin antes acusar a la administración de Biden de erosionar la legitimidad del interinato con medidas como la flexibilización de sanciones petroleras, la liberación de Alex Saab y de los sobrinos de la pareja presidencial venezolana, acusados en Nueva York por narcotráfico.
Rubio fue también una de las primeras voces en pronunciarse en contra del resultado electoral del 28 de julio en Venezuela. A pocas horas de que el CNE proclamara a Maduro como ganador, calificó el proceso como una “farsa”, afirmando que el sucesor de Hugo Chávez “se robó la elección”.
En sus comentarios, destacó que las concesiones hechas por la administración Biden al régimen no habían propiciado un proceso electoral libre ni justo en Venezuela y que, por el contrario, habían favorecido al gobernante venezolano. Aprovechó también la ocasión para publicar el cartel de la recompensa de 15 millones de dólares que el Departamento de Justicia de Estados Unidos ofreció en el año 2020 por información que pudiera llevar a la detención de Nicolás Maduro.
¿Qué esperar de Rubio como secretario de Estado?
La cercanía de Marco Rubio con Trump llegó después de un breve período de señalamientos y ataques personales durante las primarias republicanas del año 2015, en las que compitieron unos 16 candidatos, incluido el senador.
Pasada esa página, Rubio apoyó al magnate durante su campaña y su primera presidencia. Sus duras posturas sobre temas de políticas internacional en años recientes llevaron al mandatario electo de EEUU a considerarlo como su mejor carta para encabezar la política exterior de su país, en el marco de temas de preocupación global que ameritan la atención y la participación de Estados Unidos como la guerra Rusia-Ucrania, Israel-Hamás y las tensiones con China.
En lo que respecta a los conflictos bélicos en Medio Oriente y Ucrania, Rubio estuvo entre los 15 senadores que se opusieron en abril a la aprobación de un paquete de ayuda militar por más de 95 000 millones de dólares. Constantemente ha apoyado las iniciativas legislativas contra empresas chinas como TikTok y Huawei, al tiempo que ha advertido que China puede ser incluso más “peligrosa” para Estados Unidos que la Unión Soviética por su influencia económica en ese país.
Mirando hacia América, la prueba de fuego de Rubio como secretario de Estado será la situación con Venezuela. La crisis política, lejos de resolverse con la elección presidencial del 28 de julio, se profundizó en el país. Ante la posibilidad cada vez más cierta de una juramentación de Nicolás Maduro sin contar con el apoyo ni de los ciudadanos ni de las principales naciones del mundo por no mostrar resultados electorales disgregados, analistas anticipan que la conflictividad podría acentuarse, mientras, en paralelo, la deprimida situación económica sin solución estructural seguirá detonando el éxodo de miles de ciudadanos.
Otros expertos consideran que justamente en aras de una solución rápida al tema migratorio podría ocurrir un acercamiento de Trump con el gobierno de Maduro. De hecho, el Washington Post reveló que Venezuela envió recientemente a EEUU emisarios para negociar con cercanos al presidente recién electo una propuesta migratoria. Para analistas consultados por BBC Mundo, lo más probable es que la administración Trump se decante por la aplicación de sanciones petroleras generales a Venezuela, anexando sanciones secundarias a compañías como Repsol y Eni y a países como India, que mantienen negocios con Pdvsa.
No obstante, el enfoque firme y las propuestas de línea dura de Marco Rubio reflejan que, como secretario de Estado, privilegiará la defensa y protección de los intereses estratégicos de Estados Unidos, frente a lo que él considera amenazas significativas. Dentro de ese grupo de lo que percibe como “amenazas a la seguridad” de su país Rubio ha incluido en varias ocasiones al régimen venezolano. En unas declaraciones a Univision en el año 2018, aseguró que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos “solamente se utilizan en caso de amenaza de seguridad nacional”, y que, aunque había defendido el uso de opciones pacíficas para Venezuela, el régimen de Maduro se había convertido en una” amenaza para la región, e incluso, para Estados Unidos”.
Asimismo, en julio de 2024, se refirió a la organización criminal del Tren de Aragua como una “grave amenaza” para la seguridad de EEUU y felicitó al Departamento del Tesoro por designar a la megabanda como un grupo criminal transnacional.
Hay que resaltar también que, a la par de la nominación de Rubio como secretario de Estado, se presentó la del congresista Michael Waltz como asesor de seguridad nacional. Waltz fue quien introdujo la denominada Ley Bolívar que busca prohibir al gobierno de Estados Unidos contratar a cualquier persona que tenga operaciones comerciales con el gobierno de Nicolás Maduro. Waltz afirmó que esta ley “envía un mensaje poderoso a Maduro de que no habrá apaciguamiento” En su opinión, la situación en Venezuela requiere no solo sanciones, sino también un camino hacia la restauración democrática
Waltz también fue parte de un grupo bipartidista que conversó con la líder opositora, María Corina Machado, posterior a los comicios del 28 de julio, tras lo cual hizo un exhorto a líderes del mundo a reconocer el “resultado real” de las elecciones en Venezuela.
A medida que se prepara para asumir un papel más prominente como futuro secretario de Estado bajo una administración Trump renovada, es probable que la influencia de Marco Rubio sobre las políticas hacia Venezuela y otros países latinoamericanos se intensifique aún más. Las medidas concretas que tomaría son aún una incógnita, porque en los días posteriores a su nominación como secretario de Estado no ha emitido comentarios sobre el tema Venezuela. En una de sus últimas declaraciones formales sobre el asunto, en agosto de 2024, dejó claro que cualquier negociación sería un salvavidas para el “narcorégimen” y sugería al gobierno de Biden que defendiera la “libertad” y reconociera a Edmundo González como presidente electo.
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