Insigne precursor, padre intelectual de la nacionalidad venezolana, un adelantado del pensamiento, maestro como Simón Rodríguez, del futuro Libertador Simón Bolívar. Ha sido considerado Andrés Bello el más completo intelectual hispanoamericano y de toda América del siglo XIX. Nace en la bucólica ciudad de Caracas, el 29 de noviembre de 1781, y fallece en Santiago de Chile el 15 de octubre de 1865, un sabio a quien se le reconoce, que no es poca cosa, como un pionero, un anunciador de la lingüística que fundaría el suizo Ferdinand de Saussure en 1916. Sería tal maravilla del conocimiento uno de sus más grandes logros intelectuales, que su país de nacimiento e Hispanoamérica desconocen e ignoran.
Si Andrés Bello hubiese sido escocés o francés, su nombre figuraría en las historias de las filosofías universal, como uno más, en pie de igualdad con los de Dugal Steward y de Brown, de Royer Collard y de Jouffroy, sino incluso con los de Reid y de Cousin. Es preciso, dice el filósofo francés Alan Guy, reparar esta injusticia y recordarle al filósofo venezolano-chileno el rango eminente que se le debe como autor de Filosofía del entendimiento. Es un complejo de inferioridad que debemos vencer, al considerar que el pensamiento filosófico nuestro es inferior y que no tiene valor relevante frente al europeo o norteamericano.
Estableció Bello sólida amistad con Francisco de Miranda en Londres, ciudad a la que viaja acompañado de Simón Bolívar y Luis López Méndez para buscar apoyo británico a la causa de la Independencia de Hispanoamérica. Se sumergió en los tesoros del Museo Británico durante 19 años. Conectó a personajes como Servando Teresa de Mier, Antonio José de Isarri, futuro presidente de Chile, James Mill, padre de John Stuart Mill, Jeremy Bentham, padre del utilitarismo inglés. No regresaría jamás a Venezuela, sino que fue contratado por el gobierno de Chile en 1829.
El primer libro impreso en Venezuela se le debe a Bello y se llama Guía universal de forasteros en Venezuela, publicado en 1810. También se le señala como autor de la letra del Himno Nacional de Venezuela. Hizo con la pluma lo que Simón Bolívar con la espada, por ello redacta en Chile la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos en 1847, texto clásico que aún se emplea hoy. Pensaba Bello, y por ello escribió esta Gramática, que la unidad lingüística de Hispanoamérica estaba en peligro, y que el castellano se iba a atomizar en distintas lenguas nacionales luego de la Independencia, como le sucedió al Latín a la caída del Imperio Romano, lo que afortunadamente no sucedió. Hogaño la unidad lingüística de Hispanoamérica es un auténtico tesoro que debemos preservar, tal como dijo Ángel Rosenblat.
Fundó la Universidad de Chile en 1843 como cimiento de las instituciones republicanas, fue su primer Rector. El Código Civil de Chile, cuerpo legal de la nación austral, publicado en 1856 durante el gobierno del presidente Manuel Montt, salió de sus fecundas manos, trabajo intelectual que asume de manera personal.
Fue agudo crítico literario, de los mejores de América, dice Octavio Paz, cuando en Londres estudia el poema epopéyico del medievo español El cantar del Mío Cid. Se nos presenta acá como historiador de la lengua castellana, filólogo y genio lingüístico que más tarde aprovecharía el español Menéndez Pidal.
Es considerado un auténtico polímata, es decir una persona que domina profundamente varias áreas del conocimiento, pues fue un humanista, crítico literario, filósofo, jurista, poeta, traductor, filólogo, ensayista, político, diplomático, que conocía varias lenguas antiguas y modernas, así lo considera Pedro Grases, sabio catalán que lo redescubre para los venezolanos y latinoamericanos en el siglo XX.
En su funeral dijo Ignacio Domeyko:
“Dudaría la razón de que en una sola vida, un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto.”
Luis Eduardo Cortés Riera