«Venimos con poco…
…salimos con menos.»
Marc Konin.
«Los trastornados de hoy…
…son los genios de mañana.»
Anónimo.
“Los locos abren los caminos…
… que más tarde recorren los sabios.»
Carlo Dossi.
«En medio de la situación más trastornada…
…encontré la calma».
Gabriel García Márquez.
«La vida es una serie de situaciones trastornadas,
…que nos llevan a descubrirnos a nosotros mismos.»
Haruki Murakami.
«La situación es siempre la misma:
el hombre trastornado por el mundo trastornado».
Jorge Luis Borges.
- Trastorno Mañanero.
Muchos nos olvidamos que vivir en una isla tiene sus riesgos, pero acaso recordamos sus venturas cuando nos vemos ceñidos en ellas. Dormíamos profundos y como si fuera una pesadilla, un área del Estado Monagas, con apodo de bicho, Muscar, (que nutre de energía gasífera a las plantas termoeléctricas J.B.A., y L.C.A, en la Isla de Margarita), reventó como si fuera el asalto de un misil a Moscú desde Kiev (una de las capitales más añejas de Europa), dejando a ciegas a la zona insular neoespartana, entre otras instituciones estratégicas y refinerías del estado.
Desde luego, no se escuchó el estruendo del brete, pero si el inmediato corte de luz que nos recordó el fallo eléctrico en el país lustros atrás, poco después que el ventilador se apagó, y los insectos y el calor brotaran con su ópera de zumbidos en nuestra isla tropical. En ese momento no pensamos que pasarían semanas en una tira y encoge de 08 a 12 horas de luz de una administración sin agenda de hasta dos veces al día de desconexión.
A los criollos nos mandaron a los faraones de Sabaneta y, las siete plagas de Egipto, con sus anatemas, su invalidación de sufragios y el paso por el forro de los bolos la condición democrática. Desde que los faraones rigen Venezolandria, se sufren cortes e interrupciones de todo tipo, pues son expertos en desbastar, partir y esfumar todo. En especial la soberanía alimentaria de buena calidad, los aumentos de sueldos, recortar la eficacia de los servicios públicos, en especial del servicio eléctrico, entre otros. Las pérdidas del sector económico aún se desconocen, pero seguramente nos aumentarán el calor, la frustración y la peladera y subirán demasiado los gastos en navidad por la activa devaluación cambiaria, y las ganas de mandar a la Nochebuena adelantada, con sus rumiantes egipcios, bien largo al carajo.
- Trastorno Atardecido
Llega el atardecer y afligidos, sentimos no despertar de esta pesadilla conocida por los reyes egipcios del Samán de Güere, como el proceso bonito. La luz brilla por su ausencia y lo bonito, se vuelve horrible. Unos se centran desilusionadamente en la lámpara del cuarto o el aspa del ventilador, como si la onda cerebral pudiera convertirse en energía eléctrica y devolvernos una señal de brisa que, quien sabe por qué intervención demoníaca, asimismo, luce por su ausencia. Las palmas fuera del palco, con sus brozas como lágrima de jirafa encantada, buscan batirlas hallando aires que parecen dormidos. Pero nadie está más trasnochado que uno en busca de un soplo de lo que sea. Pero solo nos sopla la indignación y la incertidumbre. Igual nos abulta de gases la ruptura del alimento en su beatífico plan porque sin luces los santos ya no hacen milagros.
Ya cansados de esperar un soplo milagroso, recordamos que la ropa quedó húmeda en la secadora y pasó de olor a lavanda floral a tufo de indigente. También olvidamos regar las plantas porque suponemos que son las últimas en morir junto a la plaga maligna. La ducha es a tapara curada. Y poco limpia un baño a punta de concha de coco. Todo lo ordinal pasa a extraordinario. Limpiar la vivienda, lavar los baños y los autos si los tienes es un lujo que no entra en los cálculos inmediatos. Tampoco sirven los consejos de la IA porque no funciona sin electricidad, aunque no salva el teléfono inteligente que se le acaba la pila y se está poniendo bruto. El sol comienza a marcar el ocaso justo con la carga del celular.
- Trastorno Noctámbulo.
Con la caída de la noche, la oscuridad se asienta como un manto pesado y sofocante. El eco del entorno insular enmudece, dejando solo el eco distante de los grillos y el susurro del viento que apenas mueve las hojas. La falta de electricidad hace que la noche se sienta eterna, una hendidura sin fin donde la oscuridad se convierte en nuestra única compañera.
Las calles de la isla, ahora están desiertas y sombrías. Las sombras de los árboles se alargan como duendes, y cada rincón parece ocultar un misterio no resuelto. La falta de luz pública convierte las avenidas en laberintos donde cada paso resuena con la incertidumbre de lo inédito.
Dentro de las casas, las velas son una escasa pero preciada fuente de luz. Las llamas titilan, proyectando sombras danzantes en las paredes, como si la misma oscuridad quisiera jugar con nuestra mente. Las conversaciones se vuelven susurros, temerosas de romper el delicado equilibrio que sostiene la paz en medio de la penumbra. Las noches se alargan, y la rutina diaria se convierte en un desafío interminable. La temperatura sube y se mezcla con la pérdida, creando un ambiente tiránico. El sueño se vuelve un bien escaso y preciado. Los mosquitos, con su zumbido terco, son los verdaderos dueños de la noche, haciendo que la tregua del reposo, sea una utopía inabordable.
Sin energía, los electrónicos se convierten en ladrillos inertes de plástico y metal. La tecnología, ese tragaluz al cosmos externo, se cierra mortal, aislándonos en nuestra propia burbuja de oscuridad. La falta de conexión nos hace sentir más solos que nunca, y el reloj, con su tic-tac lento y atormentador, parece mofarse de nuestra decepción.
Los alimentos, sin refrigeración, corren el riesgo de perderse, y cada uno se convierte en una espantada contra el tiempo. El refrigerador, que una vez fue símbolo de abundancia, ahora es una caja de sorpresas desagradables. Cada apertura de su puerta es una aventura, donde el olor a degradado, es la única recompensa segura. El caos nocturno no termina con la falta de luz. La incertidumbre y la duda asedian, y cada noche se siente como una batalla contra las sombras, tanto internas como externas. Nos mantenemos firmes, esperando un amanecer que traiga consigo la misma incertidumbre que la noche anterior. Así, el trastorno noctámbulo se bautiza en una firme lucha contra una negrura no solo física, sino emocional y mental, un momento tenaz de la fragilidad del entorno y de nuestra misma resistencia.
- Epílogo
En la víspera de la impensada toma de posesión presidencial del 10-E, Venezolandria se encuentra en un estado de tensa expectativa. La incertidumbre sobre el futuro político del país se mezcla con la esperanza de un cambio que pueda traer estabilidad y progreso. Mientras la nación observa con celo, las calles se llenan de murmullos y susurros, reflejando tanto el temor como el anhelo del pueblo por un nuevo amanecer. La oscuridad de la noche sin corriente se convierte en un símbolo de los desafíos que todos los criollos enfrentamos, pero también en un recuerdo de la resiliencia y el derecho a soñar con un futuro superior.
Marcantonio Faillace Carreño