#OPINIÓN El Síndrome de Estocolmo: un beso al agresor y átame #27Nov

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¿Te has preguntado si eres un rehén psicológico de tu pareja, de tu jefe, o de tus circunstancias?

Crisanto Gregorio León

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En ¡Átame! (1990) la octava película de Pedro Almodóvar, podrán apreciar en su esplendor el síndrome de Estocolmo que lo sufre la protagonista Victoria Abril (Marina Osorio) sometida por Antonio Banderas (Ricky) quien a su vez padece el trastorno límite de la personalidad.

Síndrome de Estocolmo, Nils Bejerot. Es un fenómeno psicológico que ha capturado la atención de psicólogos, sociólogos y la cultura popular por igual. El término se refiere a una reacción paradójica en la que una víctima de secuestro o de una situación de abuso emocional desarrolla sentimientos de lealtad, afecto o incluso amor hacia su captor. A pesar de lo ilógico que puede parecer este comportamiento desde una perspectiva externa, las personas que experimentan este síndrome suelen justificar las acciones de sus captores e incluso defenderlos ante terceros.

El psiquiatra y criminólogo sueco Nils Bejerot, quien acuñó el término en 1973, tras un famoso secuestro bancario en Estocolmo, describió este fenómeno como una estrategia psicológica de supervivencia en la que la víctima se adapta emocionalmente a la situación de abuso como un mecanismo para reducir el miedo y el estrés. El origen del término síndrome de Estocolmo se remonta a un hecho real que ocurrió en agosto de 1973 en la capital de Suecia. Durante un asalto al Credit Banking de Estocolmo, dos delincuentes armados, Jan Erik Olsson y Clark Olofsson, retuvieron a cuatro empleados del banco como rehenes durante seis días.

A lo largo del secuestro, las víctimas comenzaron a desarrollar un fuerte apego emocional hacia sus captores, llegando incluso a defenderlos después de ser liberados. Uno de los rehenes, Christine Enmark, llegó a expresar públicamente simpatía por los secuestradores y temor hacia las autoridades que intentaban liberarlos. Fue a raíz de este episodio que el psiquiatra Nils Bejerot identificó este extraño comportamiento como un síndrome psicológico, al que llamó síndrome de Estocolmo.

Aunque los estudios sobre el fenómeno han evolucionado desde entonces, el término se ha mantenido y sigue siendo utilizado para describir situaciones en las que una víctima desarrolla una relación emocional positiva con su abusador. El síndrome puede ser explicado a través de varios principios psicológicos que permiten entender por qué una víctima desarrollaría sentimientos de lealtad o apego hacia un agresor, en lugar de experimentar el miedo que parecerían más naturales. Los siguientes puntos son claves para entender este fenómeno.

Primero, mecanismo de supervivencia emocional. El síndrome de Estocolmo es fundamentalmente una estrategia de supervivencia psicológica. La víctima, al encontrarse en una situación de peligro extremo y sometida a un captor, puede desarrollar sentimientos positivos hacia él como una forma de reducir el miedo.

Este mecanismo se basa en la necesidad de crear un vínculo emocional que permita una sensación de seguridad ante la amenaza continua. Segundo, disonancia cognitiva. La teoría de la disonancia cognitiva de Leon Festinger es útil para entender el síndrome de Estocolmo.

Según esta teoría, las personas buscan mantener la coherencia entre sus creencias y sus acciones. Cuando una víctima comienza a desarrollar emociones positivas hacia su captor, su cerebro intenta justificar esta contradicción, creando una narrativa que racionaliza esos sentimientos como una forma de lidiar con la realidad insoportable de la situación. Tercero, identificación con el agresor.

Otro principio importante es el proceso de identificación con el agresor, un fenómeno descrito por Anna Freud en el contexto de la psicología del yo. Según esta idea, la víctima adopta las creencias y actitudes del agresor como una forma de minimizar la amenaza que percibe. Al identificarse con el captor, la víctima puede experimentar una falsa sensación de control sobre la situación.

Cuarto, relación de dependencia emocional. En las situaciones prolongadas de secuestro o abuso, las víctimas suelen depender completamente de sus captores para satisfacer sus necesidades básicas, comida, agua, protección. Esta dependencia puede convertirse en un vínculo emocional, donde la víctima comienza a ver al captor como una figura protectora, creando un ciclo en el que las relaciones de poder y afecto se mezclan de manera compleja.

Quinto, aislamiento social y cognitivo. En muchas situaciones de secuestro o abuso, las víctimas están aisladas de cualquier fuente externa de apoyo o información. Este aislamiento facilita la creación de una relación emocional intensa con el captor, ya que la víctima no tiene con quién interactuar ni con quién contrastar su percepción de la realidad.

Uno de los casos más famosos ocurrió en Estados Unidos en 1974, cuando Patricia Hearst, nieta del magnate de los medios William Randolph Hearst, fue secuestrada por el grupo guerrillero Symbionese Liberation Army. Durante su cautiverio, Hearst desarrolló un vínculo emocional con sus captores y eventualmente se unió a ellos en actividades delictivas, como robos a mano armada. Tras su captura por las autoridades, Hearst declaró haber sido manipulada psicológicamente por sus secuestradores, lo que la llevó a desarrollar lealtad hacia ellos.

Aunque el caso sigue siendo objeto de debate, ilustra cómo una víctima puede desarrollar afecto o lealtad hacia sus captores bajo condiciones extremas de abuso y manipulación. El síndrome tiene profundas implicaciones en el estudio de la psicología humana, ya que desafía muchas de las suposiciones comunes sobre cómo las personas deberían reaccionar ante situaciones de abuso o peligro. El síndrome de Estocolmo pone de manifiesto la vulnerabilidad emocional de los seres humanos en situaciones extremas.

Las personas que experimentan este síndrome suelen estar sometidas a niveles intensos de estrés, miedo y aislamiento, lo que las hace más propensas a desarrollar mecanismos de defensa psicológicos, como la identificación con el agresor. El desarrollo del síndrome depende en gran medida del contexto situacional en el que se encuentra la víctima. Factores como la duración del cautiverio, el nivel de dependencia hacia el captor y el grado de aislamiento de la víctima son cruciales para entender por qué algunas personas desarrollan el síndrome mientras que otras no.

Este síndrome también revela la complejidad de las relaciones humanas, especialmente en situaciones de poder asimétrico. La relación entre una víctima y su captor no es simplemente una cuestión de dominación y sometimiento, sino que puede incluir una mezcla de afecto, miedo, dependencia y manipulación emocional. Uno de los peligros del síndrome de Estocolmo es que la víctima puede llegar a normalizar o justificar el abuso que ha experimentado, lo que dificulta su recuperación psicológica una vez que ha sido liberada.

En muchos casos, las víctimas que desarrollan este síndrome necesitan un tratamiento psicológico extenso para procesar el trauma y reconstruir su sentido de independencia emocional. El tratamiento requiere una intervención psicológica integral que aborde tanto los síntomas inmediatos como los efectos a largo plazo del trauma. Las estrategias terapéuticas incluyen terapia cognitivo-conductual, terapia de exposición gradual.

En los casos en los que el trauma ha dejado profundas cicatrices emocionales, la terapia de exposición puede ser útil para ayudar a las víctimas a enfrentar y procesar los recuerdos dolorosos de su cautiverio. Intervenciones de apoyo social. El apoyo social es fundamental para la recuperación de las víctimas del síndrome de Estocolmo.

Establecer relaciones sanas y seguras con familiares, amigos y profesionales de la salud mental puede ayudar a las víctimas a reconstruir su sentido de seguridad y confianza en los demás. Terapia familiar. En algunos casos, la terapia familiar puede ser necesaria para abordar las dinámicas interpersonales que han sido afectadas por el secuestro o el abuso.

¿Es posible que el síndrome de Estocolmo se manifieste en otras formas de abuso, como las relaciones abusivas? Sí, el síndrome de Estocolmo no se limita a situaciones de secuestro. También puede surgir en contextos de abuso emocional, como relaciones abusivas en las que la víctima desarrolla un vínculo emocional con el agresor. La dependencia emocional, el aislamiento y el miedo son factores que pueden contribuir a que la víctima justifique el abuso y desarrolle afecto por su agresor.

¿Existen diferencias entre los casos de síndrome de Estocolmo en secuestros a corto plazo y a largo plazo? Aunque el síndrome de Estocolmo puede desarrollarse tanto en secuestros a corto como a largo plazo, es más probable que se manifieste en situaciones prolongadas, donde la víctima tiene tiempo para desarrollar una dependencia emocional hacia el captor. En los secuestros a corto plazo, la intensidad de la amenaza y la falta de interacción prolongada suelen dificultar el desarrollo de este tipo de vínculo.

Un beso al agresor.- Sin percatarse que se trata de una respuesta inconsciente y desesperada para salir a flote de una situación afrentosa, se genera entre los hombres y las mujeres, una particular situación psicológica mediante la cual las víctimas pueden llegar a sentirse honradas y hasta complacidas o privilegiadas por estar siendo sometidas a una sui generis dominación por quien o quienes consideran tener algún atributo especial que les capacita para amedrentar.

Recordemos la situación de rehenes ocurrida en Estocolmo en 1973, cuando un periodista capturó con su cámara el momento en el cual una rehén besaba a su secuestrador; donde a propósito de dicho suceso, los secuestrados introspección en la causa de los secuestradores, justificándose, ayudándolos, colaborando con ellos y en el tiempo y la distancia mantenían correspondencia y hasta adelantaron relaciones afectuosas.

De igual modo se presenta el síndrome de la mujer maltratada , en razón de la cual , las féminas que son víctimas de agresión por parte de su pareja, parecieran disfrutar de una sofisticada forma de masoquismo , que les impide romper definitivamente con su ofensor, cuando la realidad es que la psiquis les está haciendo una indeseada jugada.

Pues bien, lo importante es que tengamos presente que esta aceptación progresiva por parte de la víctima de las ideas y puntos de vista del victimario, es un síndrome, que constituye un conjunto de síntomas que caracterizan dicha afección psicológica. Dicho de otro modo, no se engaña a quien se sabe engañado. Y el peculiar comportamiento de justificar al agresor, ha sido detectado como un estado psicológico morboso y a sabiendas de que no es normal, podemos entonces poner los correctivos necesarios.

Del síndrome de Estocolmo, no se escapa ninguna forma de organización social o empresarial, donde uno o varios adalides circunstanciales puedan verse como figuras insufladas de bondad, que para las acuarelas psicológicas de sus víctimas, es el fundamento de sus acciones y desmanes; cuando en realidad la retorcida concepción del victimario está encontrando justificación en una innata necesidad de sobrevivencia, que por ser inconsciente no es tangible inicialmente o quizá nunca, por quienes constituyen los sujetos pasivos de este fenómeno psicológico y cuales mansos corderos se dejan llevar al matadero.

El “síndrome de Estocolmo” es la experiencia psicológica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre un rehén y su captor.

Charlie López

Dr. Crisanto Gregorio León

[email protected]

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