Confieso, no sin cierta vergüenza, que nunca he sido muy adicta a las devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Esto se debe, sobre todo, a la ingenua cursilería de la imaginería popular. Por un lado, la víscera expuesta sobre el pecho de Cristo, con coronita de espinas, rayos de luz y goteando sangre; por otro, en muchos casos, el rostro lánguido, de bobo, mirando hacia arriba, como desmayándose. No, para mi Jesús de Nazaret es virilidad, entusiasmo, chispa, con el corazón muy bien guardado dentro de su pecho, pleno de amor. Una imagen policromada me viene a veces por TV, desde un santuario en USA: Jesús con el corazón en la mano, sobre un cáliz dorado donde van a caer dos gotas tiesas de sangre, como talactitas rojas, ¡qué espanto!
Cuando Berenice, mi hermana, hace muchos años, quiso introducir al Sagrado Corazón de Jesús, en nuestro hogar, ceremonia muy el emotiva que llevó a cabo el entonces Arzobispo de Caracas, el Cardenal José Alí Lebrún, compró un bonito y discreto óleo con la santa imagen de Cristo y su corazón al aire, pintado por una monja, pero…, Jesús tenía rasgos un poco femeninos. No llegó así a la ceremonia, antes, lo entregué a una amiga pintora, para que lo retocara en hombre. Así está a la entrada a la sala de mi casa actual.
Usamos y abusamos de la palabra corazón. En primer lugar, es para nosotros símbolo del amor, porque los primeros síntomas de éste son un cosquilleo, una presión en el costado izquierdo donde habita el órgano. En realidad es una reacción química que después se va a sublimar, en el mejor de los casos. Pero de este primer mariposeo a sus etapas más elevadas, el amor tiene una vasta y variada simbología en la representación del corazón que suple la palabra. Desde el trazado simple de la forma que cualquiera puede hacer, hasta los elaborados por el arte. Y así el lenguaje: desde el apasionado *te quiero con todo mi corazón, *al despreciativo no me sale del corazón, pasando por de corazón te digo…
Hablamos mucho del corazón en nuestra vida, pero no lo ponemos realmente en ésta. ¡Cuánta actividad sin pasión, sin intensidad! No ponemos el corazón en nuestra tarea, en nuestra misión y así el resultado es flojo, incompleto. Los héroes y los santos sí ponen el corazón en su acción y alcanzan las estrellas.
Algo que debemos anotar es que nosotros siempre le damos a la palabra corazón un significado bueno, positivo. Nunca o muy rara vez, hablamos de alguien de corazón perverso, no, decimos: esa persona no tiene corazón. Es decir, alejamos al corazón del mal. Esto tiene un origen divino. Para nosotros el corazón es el asiento de Dios. Como humanos, somos una sola naturaleza compuesta de dos realidades inseparables: cuerpo y alma. Ha habido en la historia algunas doctrinas heréticas que han querido sobrevalorar el uno sobre el otro, dándole un valor negativo a una de estas realidades, pero la verdad es que ambas se necesitan y se complementan para ser la persona del hombre. Luego, la importancia por igual de las dos es primordial para el ser creado. El cuerpo está vivo cuando está unido al alma. Es templo de la divinidad y por eso veneramos sus restos enterrándolos en sitios sagrados.
Pero oigamos frases más autorizadas, S.S. Francisco en su última Encíclica Dilexit nos, del 24 de octubre de 2024:
2. Para expresar el amor de Jesucristo suele usarse el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido. Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón…
6. La pura apariencia, el disimulo y el engaño dañan y pervierten el corazón. Más allá de tantos intentos por mostrar o expresar algo que no somos, en el corazón se juega todo, allí no cuenta lo que uno muestra por fuera y los ocultamientos, allí somos nosotros mismos. Y esa es la base de cualquier proyecto sólido para nuestra vida, ya que nada que valga la pena se construye sin el corazón. La apariencia y la mentira sólo ofrecen vacío.
21. Ese núcleo de cada ser humano, su centro más íntimo, no es el núcleo del alma sino de toda la persona en su identidad única que es anímica y corpórea. Todo se unifica en el corazón, que puede ser la sede del amor con la totalidad de sus componentes espirituales, anímicos y también físicos. En definitiva, si allí reina el amor una persona alcanza su identidad de modo pleno y luminoso, porque cada ser humano ha sido creado ante todo para el amor, está hecho en sus fibras más íntimas para amar y ser amado.
Me hizo recordar, el Papa Francisco, mi bachillerato y las Matemáticas. Las amaba, eran mi materia preferida, tal vez no por capacidad sino por la buena formación que traía de Costa Rica. Resolver los problemas de un examen no era para mí un susto sino un goce. Y entendí algo: comprendía las Matemáticas con algo más que la razón, las comprendía con el corazón. La fe es eso: un conocimiento amando, más allá de la razón.
Cabe aquí rematar con este pequeño y trascendente párrafo: Entendemos así cómo lo más propio de la vida humana son el conocimiento y el amor y cómo estos han de remontar hasta su fundamento para que la persona alcance su plenitud. (Rafael Tomás Caldera, Nostalgia y Trascendencia. En busca de Aquel que Es, 11, final).
Dilexit nos ha hecho nacer en mí la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, comprendí que vive en mi pecho, no junto al mío, sino que éste se ha fundido en él de Jesús. Un solo corazón para animar a un amor universal.
Le digo a los hombres y mujeres de Venezuela: métanse en el corazón de Cristo, enciendan con su fuego inextinguible a este país y verán volar las cenizas de un régimen inicuo.
Alicia Álamo Bartolomé