En los últimos 25 años, la agricultura venezolana ha estado rezagada con los avances tecnológicos y tal como están trabajando los agricultores y criadores, la actividad ha retrocedido cien años debido a la falta de incentivos, servicios y financiamiento.
La declaración es hecha a El Impulso por Lorenzo Monasterios, agrotécnico y presidente de Un Nuevo Tiempo en Lara, quien confiesa que desde niño estuvo metido en labores agrícolas en la finca de su padre y conoce bien lo que está sucediendo no sólo en nuestro estado sino también en el resto del país, porque ha estado participando en la actividad política destinada a impulsar la agricultura.
La producción agropecuaria que tenemos se la debemos a los productores de todos los niveles, porque han puesto toda su energía, voluntad, empeño, esfuerzo y recursos económicos disponibles para llevar a cabo un trabajo difícil, agotador y sin descanso, porque no hay tiempo para el ocio.
Se trabaja a pesar de las dificultades: De parte del gobierno no existen políticas que estimulen a los productores, quienes tienen que hacerlo todo a sus expensas. El Ministerio de Agricultura y Cría, que fue el pilar de los agricultores porque les brindaba asistencia técnica, fue desaparecido y crearon un organismo de fachada, el cual no ofrece nada.
Malariología, que era otro organismo para atender el campo, dejó de cumplir las funciones que tuvo en beneficio de los campesinos, a quienes les construía sus viviendas y les garantiza programas de saneamiento.
Los bancos oficiales para el sector agropecuario, que constituían el soporte financiero y estimulaban la producción, también desaparecieron y, por otra parte, la banca privada y mermada nada puede hacer por los productores, porque los intereses son muy altos y no cubren las necesidades perentorias.
Los servicios esenciales de salud y educación quedaron relegados, porque si son malos en los centros urbanos, peores son en el medio rural.
Ya ni siquiera hay sueros antiofídicos en los hospitales de las ciudades, a donde eran remitidos los “picados de culebras». Y, por otra parte, si hay deserción urbana, en el campo se están formando jornaleros desde pequeños porque así lo impone la necesidad.
La energía eléctrica sigue siendo un problema añejo y para citar uno de los casos más llamativos tenemos que referirnos al riego de los sembradíos, los cuales necesitan del fluido eléctrico. En el caso de la caña de azúcar, uno de los cultivos tradicionales desde la época de la colonia, los apagones dañaron el riego por goteo y por aspersión.
En el renglón de los combustibles podemos afirmar que hemos regresado a los tiempos del gobierno de Juan Vicente Gómez, porque si bien es cierto que fue en este cuando comenzó la exploración y explotación del petróleo para exportar, no había todavía el uso de vehículos de carga para transportar los alimentos, ya que este servicio se hacía mediante los arreos de burros y mulas.
A estos hemos vuelto, porque a los transportistas se les hace difícil llegar a muchísimos centros de producción porque las carreteras están malísimas y los productos son sacados hasta los pueblos a lomo de los asnos y mulas, como hace un siglo por lo menos.
Es triste, lamentable y pesaroso que esto ocurra en un país que obtuvo, durante los años fabulosos de los precios más altos del petróleo, los más grandes ingresos y no fueron aprovechados para el desarrollo del país, motivo por el cual no se acrecentó la agricultura y está sobrevive como sobrevivimos la inmensa mayoría del pueblo.
Estudios, planes y programas suficientes hay para hacer de la agricultura una actividad eficiente, productiva y generadora de bienestar para los trabajadores del campo; pero, hay que esperar que haya voluntad política que nos permita salir de este retraso que tiene el medio rural venezolano, concluye Monasterios.