#OPINIÓN Buena Nueva: Dar lo último #10Nov

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La Biblia nos habla de dos mujeres viudas: la viuda de Sarepta en tiempos del Profeta Elías (1 R 17, 10-16) y la viuda pobre a quien Jesús observó dando limosna en el Templo de Jerusalén (Mc 12, 38-44).

¡Pobreza extrema la de la viuda de Sarepta! La sequía y la hambruna del momento la llevaron al límite: sólo le quedaba “un puñado de harina y un poco de aceite”. Pero Dios le envía al Profeta Elías para pedirle pan y ella le explica la situación en que está: con esto que me queda “voy a preparar un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos”. Ya no tenía más nada para comer.

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Dios le habla por boca del Profeta, y le ordena compartir lo poquísimo que le queda, que cocine primero un pan para él y luego uno para ella y su hijo. Pero le hace un anuncio profético asombroso: iba a tener harina y aceite de sobra. ¿Cómo dando lo poquito que le quedaba iba a tener más? Pero la viuda confía y hace lo que le pide Elías.

¡Qué fe y qué confianza tuvo esta mujer! Por eso “tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento, ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó”.

Lo mismo sucedió con la segunda viuda. Jesús observaba a la gente que echaba limosnas en el Templo. “Muchos ricos daban en abundancia. En esto se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor”. Y Jesús dio una enseñanza a sus discípulos: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba, pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Dar limosna puede ser un acto de mera filantropía, que no es lo mismo que la caridad cristiana. Es lo que hacían los ricos que también observaba Jesús. Y a éstos los criticó duramente, no sólo por dar lo que les sobraba, sino porque lo obtenían de explotar a viudas y huérfanos.

Enseñanzas para nosotros: que nuestra caridad no sea mera filantropía; que nuestra limosna no provenga de lo que nos sobra; y ¡por supuesto! que no osemos explotar a nadie.

Isabel Vidal de Tenreiro

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