#OPINIÓN Por la puerta del sol (215): La vida me dio ¡De todo! #9Nov

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En primer lugar y ya que caminamos hacia la navidad, me ha dado el sabor de esos días en los que regresan el disfrute  y los recuerdos de la navidad, me ha dado la oportunidad de disfrutar de esta época y la dicha de evocar la belleza creadora de esos valores inextinguibles que la humanidad reivindica como patrimonio de la vida y los pueblos consagran con flores de su afecto, que fueron escritos con ufanía en el libro de la música decembrina. Son los que han tenido el poder suficiente para fecundizar el espacio y el tiempo, dotando este tiempo fugaz del divino atributo de lo perdurable que es navidad en lo invicto del recuerdo.

La vida me dio la dicha de nacer en este hermoso mundo donde el sol y las estrellas flotan al aire libres por la gracia de Dios, me ha dado oídos para escuchar la garganta de un turpial convertida en mágico clarín sobre la dulzura de los cañaverales,  nací en tierra de montañas y ríos de colores, de mares profundos, de páramos y playas espectaculares, aprendí a amar la madre tierra, a disfrutarla y a degustar la buena música en todos sus aspectos, me dio la fe, la libertad, me dio un hogar dentro del cual  mi niñez fue muy feliz, me dio el ejemplo de mis viejos, escuelas excelentes, maestros sabios, me enseñó a mirar desde audaz eminencia los abismos, me enseñó que con fe se alcanza el infinito que a la verdad nos eslabona, aprendí que no tiene dique el pensamiento, tampoco la esperanza que a toda cumbre con su anhelo alcanza. Desde muy joven aprendí a observar la distancia infinita donde se despliega la insaciable inmortalidad de los ocasos, aprendí a descifrar la noche que se ahonda en el sueño, me dio la vida un Padre Celestial, una madre Divina, ángeles protectores, también me enseñó  a conocer mis deberes y derechos, me dio trabajo y la dicha de obtener la mejor respuesta a la constancia y al esfuerzo. 

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Dentro de mi boca de niña fue el Himno Nacional el primer canto que refulgió  como flor encarnada dentro de mí, la vida me dio salud, padres buenos, hermanos, abuelitos, nietos, sobrinos, una tierra hermosa para nacer y la bendición de la tierra venezolana en que he pasado la mayor parte de mi vida y a la que aprendí a amar como a la propia,  me dio un hogar, un esposo, hijos, casa, cariño, respeto, retos, pan, mil caminos para recorrer, libros, aprendizajes, alegrías, ruido de lluvias y de vientos, arrullos de pájaros, me dio viajes y el disfrute de sitios donde hasta las flores blancas del invierno dejan diseminado sobre el paisaje su polvo como brillos de cielo…

Aprendí a pintar con letras el pan de la vida, me dio el trigo que hace caminos de paz, conocí los cambios del tiempo y también los de la lluvia, me dio la dicha de tener hijos para reír, compartir, divertirnos y agradecer al cielo por cada día vivido. Aprendí a ver estrellas escondidas en el fondo de mis cuatro soles, esos que hoy repletan mi corazón de bienandanzas, me dio los hijos, hoy mi dulce amor de invierno.  

Ahora voy paso a paso con la lentitud del tiempo, aún está viva mi memoria y muy verdes los sembrados que voy dejando sobre el campo de las letras. Sigo aquí acompañada de mis perros, el gato y el susurro de mis raíces en la cómoda y tranquila casita en la que me encuentro. Sigo en este rincón del mundo en medio de estas cosas comunes que me acompañan: el agua, el pan, una jarra, mis libros, unas rosas y la bendición de seguir aquí donde cada noche veo cómo desde el cielo se derraman las estrellas… 

Amanda Niño P.

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