Al país lo veo confundido, pero tengo el criterio, sembrado en mi mente, que el nuestro es el país más rico y más bello del mundo, dice José Gerardo Mendoza Durán, productor agrícola, comerciante, empresario, escritor, articulista y analista del sector agropecuario.
Mi modo de expresarme siempre es positivo, resalta al ser entrevistado por El Impulso, y no podemos perder la esperanza. Siempre estoy viendo el santo donde está el pecador.
Pero, ¿cómo ve el sector primario de la economía nacional?
Es lo más complicado que tenemos los productores del campo. Le han puesto todas las trabas, aún sabiendo que la primera economía del mundo es la agricultura y la cría. Aquí se nos presentan todos los problemas para la producción, contrario a lo que ocurre en otros países, incluyendo a nuestros vecinos, donde se le da prioridad a los productores del campo porque éstos son los que producen los alimentos. Y si miramos más allá, la situación es igualmente satisfactoria como lo he comprobado cuando, hace poco, estuve en México, cuya economía se fortalece con la exportación de carne bovina y de otros rubros, cuyos excedentes generan riquezas. No encontramos explicación del por qué se sigue manteniendo alegremente la agricultura de puertos en Venezuela. Y, como si el mal no fuera grande, también se permite el ingreso de una gran cantidad de productos agrícolas por la frontera con Colombia.
¿De qué forma les afecta?
Muchísimo porque no tenemos ningún tipo de protección. No sólo son introducidas toneladas de cebolla, tomates y pimentones, los cuales aquí no valen nada; sino también de hortalizas. Pero, lo más grave es que no se cumplen las normas sanitarias que deben existir para el ingreso de esos y otros productos. Si nosotros intentamos hacer lo mismo hacia allá, no lo aceptarían las autoridades colombianas.
¿Qué le parece el seguro que tienen los agricultores colombianos, ya que existe resarcimiento por la pérdida de sus cosechas?
Aquí no existe ese tipo de beneficio. No hay forma de hacer entender a los organismos oficiales, cuyas funciones tienen que ver con la producción agropecuaria, que la comida es algo sagrado porque los alimentos son los que garantizan la energía del cuerpo humano. Así como en Colombia existe el beneficio de la llamada “cosecha segura,” hay protección a los agricultores en otras partes del mundo. Recuerdo que una vez en Irlanda, a donde había ido para encontrarme con uno de mis hijos que estaba estudiando allá, surgió el problema de las “vacas locas,” una aterradora enfermedad que diezmaba el ganado. En ese entonces, el primer ministro se reunió con los ganaderos y ordenó eliminar las vacas que no murieron por el mal, y les dijo: “ese problema no es de ustedes, ese problema es nuestro.” Les solicitó toda la información para resarcir las pérdidas al tiempo que les notificó que los productores del campo eran los mejores aliados que podía tener el Estado.
¿Qué pensó usted en ese momento?
Que era una decisión acertada y debiera ser tomada en cuenta, porque los productores del campo estamos en actividad día y noche. No tenemos carnaval, ni semana santa, ni vacaciones. Dedicarse plenamente al trabajo del campo es muy bonito y así lo apreciamos quienes nos hemos dedicado a producir. Lo digo muy satisfecho porque estoy trabajando como agricultor desde que tenía 8 años de edad, allá en mi caserío, Volcancito, municipio Jiménez del estado Lara.
Ahora que recuerda esa época, ¿cómo se desarrollaba la agricultura?
Era una época difícil, pero no faltaba la comida. No había carreteras, ni tampoco energía eléctrica. En Volcancito había una población de apenas 150 personas, pero todas ellas trabajaban para producir los frutos de la tierra y los padres criaban a sus hijos para que fueran peones. No existían preocupaciones. Y el país se autoabastecía en mejores condiciones. Venezuela exportaba plumas de garza, cueros de ganado vacuno y caprino, café y cacao. Además, la moneda era muy sólida.
¿Cómo fue el impacto para el sector agropecuario cuando al bolívar le fueron quitando valor hasta eliminar catorce ceros?
Aunque yo no conozco de economía, conozco lo que es la gerencia práctica y sobre ese tema he escrito un libro. Pero, en verdad los economistas, que estudian esa ciencia, no aciertan con esto que está pasando. Yo incursioné y me mantuve toda la vida en la actividad de la venta de vehículos, tanto nuevos como en el mercado secundario y logré tener cinco agencias en las que vendía a crédito; pero, un día a consecuencia de la devaluación, amanecí sin nada. Quedé sin capital. Los bolívares no valían nada. Como otros colegas, me fui a pique.
Y no sólo fuimos afectados los comerciantes, sino también las personas que adquirían los automotores porque no hay garantías.
Al hablar de garantías, ¿cómo ha sido la situación que ha ocasionado la falta de créditos por parte de la banca?
Al respecto, el sector más afectado es el agropecuario porque no tiene respaldo alguno para cubrir los compromisos crediticios. Voy a referirme a un país que vive de la agricultura y al cual he visitado: Costa Rica. Todos los que producen alimentos allá, tienen preferencias. Gozan de créditos con intereses considerablemente bajos. Igualmente ocurre en México, donde los bancos se pelean la cartera agrícola y saben que los créditos serán cumplidos a satisfacción porque hay mucha exportación. Y hay un detalle muy importante: el mejor pagador es el agricultor, aunque sea un pequeño productor. Así quedó demostrado en los gobiernos democráticos.
¿Qué ha pasado?
Antes había no sólo crédito proporcionado por el Estado, sino también había asistencia técnica por parte de empresas privadas, así como asistencia social. Aquí se exportaba café, maíz y otros rubros. En Portuguesa me dicen los productores que la cosecha de maíz no alcanza el 30 por ciento de lo que se producía antes. Y me viene a la memoria la frase de un agricultor mexicano, Gaetano, quien repetía “si no hay maíz, no hay país.” Esa es la verdad Como también lo que decía un productor peruano, de apellido Nova, de que los países que tienen desarrollo es porque el 50 por ciento depende de la agricultura y el otro 50 por ciento porque la agricultura existe. Acabo de leer un libro que afirma que los 16 hombres más ricos del mundo están invirtiendo en tierras para producir alimentos, lo que quiere decir que la agricultura sigue siendo el primer sector de la economía. Y eso es así porque todos necesitamos comer a diario.
¿Existe la posibilidad de que los productores venezolanos se incorporen a las nuevas tecnologías, como el uso de drones para diversas actividades, incluyendo la fumigación?
Antes era normal la siembra a mano limpia de caraotas, arvejas y otros rubros. No sabemos a dónde vamos a llegar porque es difícil que un agricultor pueda adquirir un tractor que le permita arar el suelo. Y si tiene el tractor, no lo puede usar porque no hay combustible para su funcionamiento. Difícil son las cosas para el trabajo de los productores. No estoy culpando a nadie. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, el país no se detiene. Este es un país rico, bello y con las mayores posibilidades de desarrollo porque tiene buenos agricultores, quienes saben sobreponerse a todos los problemas y salir adelante.
Usted dice que siempre habla en modo positivo y asegura que el país sigue marchando, pero mucha gente no lo ve así.
Tenemos que darnos cuenta que aquí hay mucha gente noble, trabajadora y optimista. He viajado bastante fuera de Venezuela y a estas alturas de la vida no comparo mi país con ningún otro. Aquí me siento bien. Tenemos que hablar en positivo para darle ánimo a la gente, porque los malos momentos como los que estamos viviendo son pasajeros y no eternos. En este sentido puedo afirmar que hay capacidad en los productores y existen tierras muy buenas, que al ser puestas a producir nos resolverán el problema de la alimentación y lograr que el excedente se pueda exportar. Pensemos en eso. Y no perdamos las esperanzas de que Venezuela tiene las condiciones para ser una gran nación.