La obediencia a la autoridad es un sesgo cognitivo por el cual se tiende a obedecer a una figura de autoridad, aunque tengamos razones muy poderosas para no hacerlo.
Crisanto Gregorio León
La obediencia a la autoridad es un concepto central en la psicología social y fue estudiado de manera icónica por el psicólogo estadounidense Stanley Milgram en la década de 1960. En su famoso experimento Milgram buscó comprender hasta qué punto las personas estarían dispuestas a seguir órdenes que implicaran infligir daño a otros bajo la influencia de una figura de autoridad. Los resultados de sus estudios revelaron aspectos sobre la naturaleza humana y el poder de la obediencia planteando importantes implicaciones para la psicología, la ética y las ciencias sociales en general.
El punto de partida de Milgram fue la pregunta ¿por qué tantas personas obedecieron órdenes inhumanas durante el holocausto y otros eventos atroces? Motivado por los juicios de Nuremberg y el comportamiento de los oficiales nazis que defendían sus acciones bajo el argumento de simplemente seguir órdenes, Milgram diseñó su experimento para analizar si personas comunes y corrientes en circunstancias similares harían lo mismo. Su estudio, publicado en 1963, ha sido considerado uno de los más importantes y perturbadores de la psicología social. El experimento de Milgram involucró a voluntarios adultos que creían estar participando en un estudio sobre el aprendizaje y la memoria.
Cada participante actuaba como maestro y debía aplicar descargas eléctricas a un alumno, que en realidad era un actor, cada vez que éste cometiera un error en una prueba de memoria. El alumno estaba en una habitación separada y no recibía descargas eléctricas reales, pero actuaba como si las recibiera, gritando de dolor o suplicando que se detuviera a medida que las descargas simuladas aumentaban de intensidad. Lo que realmente se estudiaba no era la memoria ni el aprendizaje, sino la obediencia de los participantes a las instrucciones de la figura de autoridad que supervisaba el experimento, el investigador, quien vestía una bata blanca de laboratorio y representaba la autoridad.
El investigador pedía a los participantes que aumentaran el voltaje de las descargas eléctricas cada vez que el alumno fallaba, llevándolos hasta un máximo de 450 voltios, un nivel que se consideraba peligrosamente alto. A pesar de escuchar gritos y súplicas del alumno desde la otra habitación, una gran proporción de los participantes obedecieron las órdenes del investigador y continuaron aplicando las descargas, incluso cuando creían que el alumno estaba en grave peligro. De hecho, el 65% de los participantes llegaron hasta el nivel máximo de 450 voltios, un resultado que sorprendió a Milgram y a muchos observadores.
Los resultados del experimento de Milgram arrojaron varias conclusiones sobre la naturaleza de la obediencia a la autoridad. En términos generales, el estudio mostró que las personas pueden ser sorprendentemente obedientes ante figuras de autoridad, incluso cuando ello implica llevar a cabo acciones que van en contra de sus principios morales. Esto llevó a Milgram a afirmar que la obediencia es una característica profundamente arraigada en los seres humanos, facilitada por estructuras jerárquicas y sociales que fomentan el respeto por la autoridad.
Un primer punto clave es que la autoridad legítima, en este caso representada por el investigador con bata blanca, tiene un poder considerable para influir en el comportamiento de los individuos. Los participantes del estudio, muchos de los cuales mostraban señales de angustia y estrés, al infligir lo que creían eran descargas eléctricas dolorosas, seguían adelante con el experimento simplemente porque una figura de autoridad les decía que lo hicieran.
El segundo punto importante es que la distancia entre el maestro, el participante, y el alumno, el actor que fingía recibir las descargas, también jugó un papel crucial. Cuanto más distante estaba el alumno del maestro, mayor era la probabilidad de que los participantes obedecieran las órdenes del investigador. Esto sugiere que la despersonalización del otro facilita comportamientos que de otro modo serían impensables si el contacto fuera más directo.
En condiciones donde los participantes podían ver o tocar al alumno, la obediencia disminuía significativamente, lo que subraya el rol de la proximidad emocional y física en las decisiones morales. En tercer lugar, el grado de presión ejercida por la autoridad fue otro factor decisivo. Los participantes sentían que debían continuar el experimento porque el investigador, quien representaba la figura de autoridad, insistía repetidamente en que lo hicieran.
El simple hecho de estar en una situación controlada y ser instruidos por alguien que percibían como legítimamente autorizado fue suficiente para que muchos participantes continuaran, incluso cuando lo que se les pedía iba en contra de su conciencia personal. Un ejemplo sería el ámbito militar. Los soldados en muchas ocasiones reciben órdenes que pueden contradecir sus propios principios éticos o morales, pero debido a la estructura jerárquica de las fuerzas armadas, se espera que obedezcan sin cuestionar.
Pensemos, por ejemplo, en los crímenes de guerra que se han cometido bajo órdenes superiores. Los responsables suelen defenderse afirmando que simplemente cumplían órdenes. En estos casos, la obediencia a la autoridad es tan fuerte que puede llevar a la realización de actos atroces, como lo fue el caso de la masacre de Mai Lai durante la guerra de Vietnam, donde soldados estadounidenses mataron a cientos de civiles indefensos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, justificando sus acciones bajo las órdenes de sus superiores.
Otro ejemplo puede encontrarse en el ámbito empresarial. En muchas organizaciones, los empleados obedecen las instrucciones de sus jefes o superiores, incluso si creen que las decisiones que se les imponen son éticamente dudosas. Imaginemos un caso en el que un ejecutivo ordena a sus empleados realizar prácticas deshonestas o incluso ilegales, como manipular informes financieros o engañar a los clientes.
En estos contextos, la obediencia a la autoridad se convierte en una poderosa herramienta para controlar el comportamiento, ya que los empleados suelen temer represalias si no cumplen con las expectativas de sus superiores. Milgram identificó varios factores que aumentan la probabilidad de obediencia en un contexto donde se ejerce una autoridad. Estos factores, más allá de lo experimentado en el laboratorio, pueden observarse en distintos entornos sociales y laborales.
- Legitimidad de la autoridad. Cuando la autoridad parece legítima, es más probable que las personas obedezcan, como se vio en el caso de los participantes que seguían las órdenes del investigador porque llevaba una bata blanca y parecía representar la ciencia.
- Proximidad de la autoridad. Cuanto más cerca esté físicamente la figura de autoridad, mayor es la presión para obedecer. En el experimento, cuando el investigador estaba en la misma sala que el participante, la obediencia aumentaba considerablemente.
- Distancia del objetivo. Cuanto más distante o despersonalizado esté el objetivo, en este caso el alumno, mayor es la obediencia.
- Presión social. Si otras personas también están obedeciendo, esto incrementa la probabilidad de que el individuo continúe obedeciendo. Si en cambio, otros individuos se rebelan contra la autoridad, es más probable que el participante haga lo mismo.
Queda claro que la obediencia ciega puede llevar a actos moralmente reprobables, incluso por personas que en circunstancias normales, no cometerían tales actos. Una crítica central es que el experimento sometió a los participantes a un nivel significativo de angustia emocional, ya que creían que estaban causando un sufrimiento real a otra persona. Algunos críticos argumentan que aunque los participantes no sufrieron daños físicos, el experimento podría haber causado daños psicológicos duraderos.
A raíz de estas preocupaciones, se han implementado normas éticas más estrictas en la investigación psicológica desde entonces. ¿Qué papel juega la distancia emocional y física en la obediencia? Cuando los participantes no podían ver o escuchar a la persona que creían estar lastimando, eran más propensos a obedecer. La proximidad emocional y física aumenta la empatía y disminuye la disposición a obedecer órdenes dañinas.
¿Cómo puede aplicarse la teoría de la obediencia de Milgram en el contexto actual? Se aplica en situaciones de la vida diaria donde la autoridad está presente, como en el ámbito militar, laboral o educativo. En todos estos contextos, las personas pueden ser persuadidas para actuar en contra de sus principios si se enfrentan a una autoridad legítima que los presiona a obedecer.
Es interesante leer el artículo 25 de la Carta Fundamental de Venezuela que recoge lo siguiente: “Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley es nulo; y los funcionarios públicos y funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa órdenes superiores”.
La desaparición del sentido de responsabilidad es la mayor consecuencia de la sumisión a la autoridad.
Stanley Milgram
Dr. Crisanto Gregorio León