#OPINIÓN El colonialismo inverso #21Oct

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Como producto inesperado de la globalización, ha emergido lo que el sociólogo británico nacido en 1938, Anthony Giddens, ha llamado “Colonialismo inverso”, uno de sus efectos contradictorios y sorprendentes. Uno de tales inesperados efectos son por ejemplo las series de televisión brasileñas que se exportan con gran éxito a Portugal, así como la latinización de la ciudad de Los Ángeles, California, por los inmigrantes ilegales, fenómeno que ya había advertido tempranamente Octavio Paz en 1950 en su obra clásica El laberinto de la soledad. 

Defensor del libre mercado y renovador de la democracia, el teórico social, asesor del primer ministro Tony Blair con la llamada Tercera Vía, Anthony Giddens afirma que existe un fundamentalismo que se aferra a las tradicionales costumbres, a lo que propone una “tolerancia cosmopolita”, concepto con el cual enfrenta a la vieja y gastada izquierda. El mundo moderno carece de tradición, pues todos somos libres de elegir. La ausencia de folklorismo hace más libre a la sociedad, afirma el controvertido sociólogo británico. Se le considera a Giddens renovador del pensamiento social, el “panteón clásico”, tras Marx, Durkheim y Weber, reconocido como el científico social más influyente después de Keynes, director del afamado London School of Economics. En 1971 escribió El capitalismo y la moderna teoría social, en 1976 se atreve llamar a su obra Las nuevas reglas del método sociológico.

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Relaciones del Reino Unido con India

Como sabemos, el Reino Unido se apodera por la fuerza de la milenaria civilización India a mediados del siglo XVIII, una cultura que entonces estaba cerca de alcanzar la Revolución Industrial, sostiene el británico Joseph Needham, pues sus logros científicos, como los de China, eran iguales o en algunos casos superiores a los de Europa de la modernidad temprana. 

En 1600 es fundada la Compañía Británica de las Indias Orientales que establece una pujante relación comercial con la India bajo dominio mongol. Con el tiempo esta empresa llega a controlar casi todo el subcontinente indio. Sus activos eran tan grandes que la Corona británica se vio obligada a intervenir, pues se comportaba como empresa privada. El inmenso Imperio Británico tuvo en India su base principal para su futura expansión en Asia, su principal fuente de ingresos, de mano de obra y soldados para las múltiples guerras que emprendió Inglaterra en Asia, tales como la Guerra del Opio y la Primera y Segunda Guerra Mundial. Las rebeliones de los nativos no se hicieron esperar -como la de 1857 liderada por una mujer, Manikarnika Tambe- y que fueron aplastadas con saña inmisericorde. Se estima que la colonización británica en India ocasionó, sostienen Dylan Hickel y Jason Sullivan, entre 100 y 165 millones de muertes por empobrecimiento de la población y hambrunas recurrentes. 

Ese dominio llega a su final tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra sale exhausta y debilitada de ese largo y sangiento conflicto con la Alemania nazi.  La ideología satyagraha de la “no violencia” que empleó Gandhi con suma audacia, dio final con el Raj Británico, que incluía Birmania, Bangladesh, Pakistán e India, en 1947.

 La India sin embargo continuó siendo miembro de la Commonwealth, una institución que el decadente Imperio Español no fue capaz de crear con sus excolonias. En 1945 participa en la creación de la Organización de las Naciones Unidas en San Francisco. Hogaño es India el segundo inversor extranjero en el Reino Unido y ha mantenido la enseñanza de la lengua de Shakespeare en su sistema educativo, lo cual le ha permitido insertarse con facilidad en la globalización del siglo XXI. 

El conglomerado Tata

Se nos ocurre escribir sobre este nuevo fenómeno económico y cultural del “colonialismo inverso”, tras el reciente óbito, el 09 de octubre de 2024 en la India, del multimillonario y filántropo Ratan Navel Tata (1938-2024), que hizo estudios en las Universidades de Harvard y Cornell, un hombre que colonizó a Gran Bretaña con sus productos “made in India”, una consecuencia que jamás habría podido imaginar Mahatma Gandhi, padre de la India moderna. Un pavo real, ave nacional de la India, ha sido colocado en el Palacio de Buckingham recientemente. 

El gigantesco Grupo Tata, fundado en 1868 en la India a sangre y fuego colonizada por los ingleses, el Raj Británico, joya de la Corona inglesa, factura anualmente unos 100.000 millones de dólares al año, lo que representa un 5 por ciento de la enorme economía india, una de las de más rápido crecimiento a escala planetaria y que por ello compite con la de la República Popular China, un salto histórico hacia adelante. 

De ser originalmente una empresa familiar fundada por el bisabuelo de Ratan Tata, se transformó en “potencia mundial”. El conglomerado Tata agrupa unas 100 empresas en variadisimos sectores, desde software, café, aviones, enseres para el hogar, hasta autos deportivos, gestiona aerolíneas, creó el primer modelo digital superapp de la India, hotelería y turismo, colocó un automóvil barato al alcance de las clases populares. 

Este poderoso grupo adquirió en 2008 las emblemáticas marcas de sello británico Jaguar y Land Rover, así como la marca de té Tetley, otrora orgullosas marcas de la Pérfida Albión. Adquirió la siderúrgica anglo-holandesa Corus en 2007, colabora con la taiwanesa TSMC, uno de los mayores fabricantes mundiales de microchips y proveedor de Apple y Nvidia, unas 64.000 personas trabajan en Tata en el Reino Unido.

Inglaterra: del Brexit a los Brics

En 1921 el Imperio Británico llega a su máxima expansión. Después de la Segunda Guerra Mundial, el otrora orgulloso Imperio se desmoronó en pocas décadas.  Hogaño comete el enorme error de cálculo de separarse de la Unión Europea, con lo que ve disminuir ostensiblemente su PIB, que cayó un 10,4 por ciento en 2020, y su sistema político se tambalea. El país se ha quedado en la orfandad y sin una visión de futuro, una andadura en solitario. Las negociaciones comerciales del Reino Unido con Estados Unidos y la India se hallan estancadas, dice la BBC, pero el flujo migratorio de indios hacia el Reino Unido se ha incrementado notablemente y de manera exponencial.

 Y hasta un primer ministro de origen indio ha tenido el Reino Unido, Rishi Sunak, quien lidera el partido conservador y que además está casado con una hija de un multimillonario de la India, la señora Akshata Murty, y se consideran una de las parejas más ricas de Gran Bretaña. Pero perdió las elecciones estrepitosamente y los laboristas retornan al poder luego de 14 años fuera de él. ¿Qué hubiese sucedido si Sunak hubiese continuado en el poder? ¿Se habría ahondado la “colonización inversa” entre India y el Reino Unido? ¿Retornará este joven aristócrata de ascendencia india a Downing Street?. No lo podremos saber con certeza, pero sí sabemos que cuando ascendió al poder en 2022, la India lo reclamó como un hijo suyo: “El hijo de la India se levanta sobre el Imperio. La historia cierra el círculo en Gran Bretaña.” “Un Rishi de origen indio para gobernar a los blancos.” Cosa parecida a la situación de Kamala Harris, vice presidenta y candidata a la presidencia de Estados Unidos de ascendencia tamil india.

Londres cabizbajo ahora mira con gran interés a su antigua colonia asiática, excolonia que ahora desplaza a Gran Bretaña de su quinto lugar en la economía mundial. El “colonialismo inverso” triunfa en el siglo XXI, más aún si el acuerdo Brics, India incluida, reconfigura el tablero geopolítico mundial, dejando atrás la hegemonía unipolar estadounidense. 

Luis Eduardo Cortés Riera

[email protected]

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