El pasado 10 de octubre la administración chavista anunció el inicio del pago fraccionado de aguinaldos para los empleados del sector público. Sin embargo, esta noticia, que debería haber sido motivo de alivio para los trabajadores, incrementó el malestar y la frustración, especialmente entre el gremio docente, uno de los más vulnerados en los últimos años.
Para los docentes, el pago de aguinaldos fue de apenas 506 bolívares al mes, lo que equivale a unos 13,01 dólares, según informó Carmen Teresa Márquez, presidenta de la Federación Venezolana de Maestros (FVM). La situación es incluso más alarmante para algunos profesores universitarios, quienes reportaron que el pago de sus aguinaldos no superó los 500 bolívares. Estas cifras apenas cubren los pasajes para que los docentes puedan ir a trabajar.
El descontento y la frustración son palpables. No es solo una cuestión económica, se trata de dignidad y respeto. Mientras se espera que estos profesionales sigan educando a pesar de todas las adversidades, sus ingresos no alcanzan ni para cubrir las necesidades más básicas. Es por eso que muchos se ven obligados a buscar formas alternativas de ingreso: algunos dan clases particulares, otros venden productos, postres, o se dedican a trabajos de servicio como ser taxistas.
Años de abandono y falta de inversión han llevado a una situación crítica en las escuelas, que no solo afecta a los maestros sino también a los estudiantes. La calidad de la educación se ve comprometida cuando los profesores deben dividir su tiempo y esfuerzo entre varias actividades para sobrevivir, y el deterioro de las infraestructuras educativas solo empeora las cosas. La educación, que debería ser una prioridad para el desarrollo del país, es hoy una de las áreas más afectadas por la crisis.
Así, en un intento para solventar el déficit de docentes en las aulas, se ha invitado a maestros y profesores jubilados a reincorporarse a la enseñanza. Pero la pregunta que surge es: ¿Por qué un jubilado, que apenas sobrevive con el salario mínimo y sin beneficios adicionales como el cestaticket, va a querer regresar a dar clases por un sueldo paupérrimo? La medida parece ignorar por completo las razones por las que tantos docentes han abandonado las aulas en primer lugar.
Pedir a los jubilados que regresen a las aulas sin mejorar las condiciones laborales, es pedirles que vuelvan a un sistema que les sigue fallando. No se trata solo de llenar vacantes, se trata de ofrecer un entorno laboral que valore a los maestros por el papel crucial que desempeñan en la sociedad.
Este es un problema que se ha acumulado durante años y que requiere de soluciones reales y sostenibles. No se puede pedir compromiso y dedicación sin ofrecer lo mismo a cambio. Es hora de que el Estado entienda que invertir en la educación es invertir en el futuro del país. Y esa inversión comienza por dar a los docentes el trato y la remuneración que merecen.
La educación debe ser un pilar para el desarrollo y el progreso de Venezuela, pero para que eso suceda, hay que empezar por respetar a quienes día a día comparten sus conocimientos para formar a las nuevas generaciones. Mientras no se tomen medidas que realmente atiendan las necesidades de los maestros, cualquier intento por mejorar la situación educativa en el país será solo un parche temporal y la calidad de la enseñanza seguirá cayendo en picada, con consecuencias negativas para todos.
Stalin González