Esa mañana, el general José Rafael Gabaldón no durmió y amaneció en su, despacho acompañado por su secretario privado, algunos políticos de su entorno y varios militares de alta y media graduación.
Desde el día anterior, o sea, el 17 de octubre, había sido informado sobre la preparación de una insurrección para derrocar al Gobierno del general Isaías Medina Angarita. Un uniformado irrumpió en el despacho del gobernador Gabaldón para informarle que dos pelotones estaban tomando el perímetro del palacio. Se escucharon dos jet sobrevolando el área y los presentes advirtieron al primer mandatario que era necesario intentar escapar o entregarse por temor a un posible bombardeo. Se generalizaba el tiroteo en el área.
Gabaldón gritó iracundo: “Eso jamás. Somos un gobierno popular”, y se dispuso a hacer frente a los alzados, y desde varios frentes, los uniformados de la Policía abrieron fuego contra el contingente que sitiaba el palacio.
Los aledaños a la plaza Bolívar y las calles del centro de la ciudad estaban desérticos y al poco rato del sitio, solo se veían soldados atrincherados en posiciones estratégicas.
El pavor se apoderó de la ciudad
Pocas horas antes del sitio, los vecinos de Barquisimeto corrían de un lado a otro invadidos de angustia. Ni un automotor transitaba por las silentes calles y los cerrojos de las puertas y ventanales se dejaban escuchar con estruendo.
Lloriqueos de niños y perros aullando hacían más pavorosas aquellas horas menguadas protagonizadas por la Revolución de Octubre que anunciaba el epílogo de una era política en Venezuela.
Al poco, las primeras bajas, contabilizándose cuatro agentes de la policía fallecidos y el reconocido y querido médico Otto Alvizu.
El 19, las noticias en radio anunciaban que la aviación y la plaza de Maracay se encontraban en manos del “Movimiento Revolucionario” (encabezado por Rómulo Betancourt y el coronel Marcos Pérez Jiménez), y que el Cuartel San Carlos había sido tomado por grupos de civiles insurrectos. Negado a atacar la Escuela Militar de La Planicie en Caracas, donde había estallado la revuelta, por temor a asesinar a cadetes, Medina Angarita sopesa su renuncia y termina rindiéndose.
Pasado el mediodía del día 20, las fuerzas golpistas ya triunfantes, nombraron al doctor Pedro Adrián Santeliz, gobernador provisional y posteriormente, la Junta de Gobierno, designó al doctor Eligio Anzola Anzola como jefe del Ejecutivo regional.
La misma noche del 19, se constituyó en Miraflores una Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, la cual inició una nueva etapa en la vida política del país y que para muchos historiadores, representó la entrada de Venezuela al siglo XX.