#OPINIÓN Diarios Atléticos: Póker de Ases – La Perla Negra (Parte 1) #14Oct

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A mis héroes deportivos con gratitud

«Siempre he creído que, si estás atrapado en un hoyo… 

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…y quizás las cosas no van bien, saldrás de ahí más fuerte.»

Roger Federer.

“Correr es mi vida. Pero para mí… 

…solo hay una cosa que es más importante que ganar: la pasión.»

Valentino Rossi.

 “El éxito no es un accidente. Es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudio, sacrificio…

…y, sobre todo, amor por lo que estás haciendo o aprendiendo a hacer.»

Edson Arantes do Nacimento. (Rey Pelé).

«He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. En 26 ocasiones, se me ha confiado el tiro ganador del juego y he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida. Y es por eso que tengo éxito.»

Michael Jordan.

  • Prefacio

O rey Pelé, Valentino Rossi, Michael Jordan y Roger Federer se destacaron como los mejores atletas de sus tiempos debido a su dominio absoluto en sus respectivos deportes. Pelé revolucionó el fútbol con su destreza y don, mientras que Rossi llevó el motociclismo a nuevos cielos con su pericia y valor. Jordan redefinió el baloncesto con su competitividad y talento inigualable, y Federer elevó el tenis a un arte con su elegancia y precisión en la cancha. La influencia de estos atletas trasciende el ámbito deportivo, impactando profundamente en la sociedad. Pelé se convirtió en un símbolo de esperanza y unidad en Brasil, Rossi inspiró a generaciones de pilotos y aficionados al motociclismo, Jordan se transformó en un ícono global y modelo a seguir para jóvenes atletas, y Federer, con su comportamiento ejemplar y éxito sostenido, ha sido una fuente de inspiración y admiración en todo el mundo.

De esta forma, tal reconocimiento los repartiré en cuatro entregas cada una con el respectivo genio del deporte, héroes que movieron el mundo a su mejor versión de sí mismo y para siempre. De allí que el premio nobel de la paz escribiera esta sentencia inmortal… «El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar. Tiene el poder de unir a la gente como pocas otras cosas.»  Nelson Mandela (Premio Nobel de la Paz 1993).

En resumen, la actividad deportiva, es un idioma universal que puede promover la paz y la solidaridad de manera que la guerra nunca podría.

  • Introducción

Pelé, cuyo nombre real es Edson Arantes do Nascimento, es conocido como «El Rey del Fútbol«. Nació el 23 de octubre de 1940 en Tres Corazones, Minas Gerais, Brasil. Es ampliamente considerado como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos y el único jugador en haber ganado tres Copas del Mundo con la selección de Brasil (1958, 1962 y 1970). Pelé jugó la mayor parte de su carrera para el Santos FC y también tuvo una breve etapa en el New York Cosmos. A lo largo de su carrera, anotó más de 1,000 goles en partidos oficiales, un logro que ha sido objeto de debate pero que lo ha afirmado como una leyenda del deporte.

  • A Pelé, no lo Pelé

Acabábamos de pasar el terremoto de Caracas de 1967. En la urbanización Los Palos Grandes donde residíamos mis padres y hermanos, dos residencias se cayeron como naipes, tan solo en la 4ta. Avenida. En los círculos de las antiguas haciendas de Caracas y la de los techos rojos y antenas parabólicas, y en las cercanías de la Plaza Francia de Altamira, todos fuimos anti-parabólicos, porque en el país de la dimensión desconocida, las cosas iban mal, pero todos estábamos bien. Hoy, eso es un repaso triste en medio de un teatro del absurdo. 

Lo recuerdo perfectamente porque en la planta veinte de la residencia Don Manuel donde residían los compadres Totó y Ligia Santaella, fuimos invitados para presenciar en la pantalla a color (una innovación para la época), la final del mundial de fútbol 1970, el Scratch brasileño contra la Escuadra Azurra, en ese certamen que a la postre sería épico, y tal vez el más significativo hasta la fecha de las finales históricas de los campeonatos del balompié mundial de todos los tiempos. En Brasil jugó una leyenda que en aquel tiempo brillaba con su máximo esplendor. No hubo un alma en el país que festejara el fútbol que no apostaría por Brasil, excepto los italianos que acaso les incitaba tanto o más que los propios cariocas.  

De aquél equipo aún retengo con durada impresión, y no digamos emoción, al astro del balompié u rey Pelé. Fue la primera vez en la vida que un personaje deportivo me hiciera sollozar como un desenfrenado de la pura satisfacción de ver su magia y el arte del atleta, su disciplina, su frescor, ese brío orgánico a prueba de bala. Una de las primeras indicaciones que la humanidad y sus oprobios nos otorgó, fue el deporte, supongo para no indigestarnos más de sus singularidades desafortunadas. 

Pelé, quien era leyenda del fútbol en 1970, jugó un papel crucial en la Copa Mundial de ese año, donde Brasil ganó el campeonato 4-1. Su cometido en la cancha, especialmente en la final contra Italia, no solo mostró su habilidad excepcional, sino también su capacidad para articular a los prójimos a través del deporte. 

La magia y arte que Pelé mostró en el campo de juego sirvieron como recordatorio de la majestad y la contingencia de superarse, algo que resonó muy profundo en esos que estaban acomodando sus existencias detrás de la sacudida. El terremoto de Caracas de 1967 fue un evento destructor que dejó una marca indeleble en la memoria caraqueña. En medio de la reforma y el dolor, el deporte (en almas como Pelé), fungieron de musa para muchos, en un ciclo en que Caracas y Venezuela lidiaban con las secuelas del temblor, la victoria de Brasil y el rey Pelé prometieron al pueblo un porqué de alegría y esperanza. El deporte tiene esa capacidad magnífica para elevar el valor y facilitar el sentido de naturalidad y colectividad, sobre todo, e incluso, en tiempos de crisis.

En el piso veinte del edificio Don Manuel nosotros no fuimos la excepción. Varias veces sentí que mi corazón latía a un paso de sincope cardiaco, Pelé abrió el marcador con un gol increíble. Jairzinho centró desde la derecha y Pelé, saltando más alto que el defensa italiano Tarcisio Burgnich, cabeceó el balón con claridad al fondo de la red. Fue un momento de pura magia futbolística, donde la combinación de habilidad y determinación de Pelé se mostró en toda su grandiosidad, dejando a la concurrencia en el Estadio Azteca y a millones de espectadores alrededor del mundo en un estado de éxtasis imposible de describir. 

El grito nuestro creo que se oyó junto al del resto del planeta en el mundo entero. Lágrimas, saltos de muchacho que le dan su primer carro, el viso del cielo pleno de bengalas, algo nunca antes visto. Todos teníamos el corazón en las manos y el alma plena de emoción con los ojos aguados a más no poder. Ese día quedó marcado a hierro en nuestra memoria, como un acto omnipotente e inmediato del cielo a la tierra. 

La sombra del terremoto quedó enterrada para siempre con el gol del gran rey Pele, el salvador de la paz contra la hostilidad. Por desdicha el mundo se olvidó rápido de la paz, pero no del rey quien nos dio la razón y propósito de la humanidad, para su sostenibilidad en el tiempo. Allí nació el símbolo hippie de la paz, hagamos todo con amor, y digamos no a la guerra. Una epifanía que la providencia en su inmensa bondad nos dio de regalo eterno. 

MAFC

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