Viajes de esperanza: familias venezolanas en movimiento por toda América del Sur #7Oct

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Sosteniendo una manzana y una sonrisa que desafía todas las dificultades que ha tenido que enfrentar, María, de cinco años, está de pie en Aguas Verdes, un pueblo fronterizo de Perú, cerca de Ecuador. La historia de su familia es un reflejo de muchas otras historias de personas que han tenido que irse de Venezuela a causa de la situación económica. 

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Rosa, la madre de María, comparte la desgarradora historia de su viaje desde Venezuela, impulsados por las dificultades para acceder a alimentos y a medicamentos esenciales. Tomaron un bus a través de Venezuela hasta que llegaron a los brazos del padre de César que las esperaba del otro lado de la frontera en Colombia. Ahora la familia se está dirigiendo a Lima con la esperanza de poder forjarse allí un futuro mejor. 

“Muchos de nosotros de repente nos encontramos con tan solo una bolsa llena de sueños a los cuales tuvimos que aferrarnos mientras buscábamos trabajo e intentábamos reconstruir nuestras vidas”, dijo Francis, el padre de María, sentado en un Punto de Asistencia y Orientación en medio de una pila de bolsas con sus pertenencias.

200 venezolanos al día

Unos 200 venezolanos cruzan la frontera de a pie cada día, buscando destinos en Perú y en otros lugares. La familia de César forma parte de este grupo de personas. El influjo diario de migrantes aumenta el riesgo de violencia sexual y otras amenazas, y también existe el peligro de no tener acceso o tenerlo limitado a cuidados de la salud y otras necesidades básicas.  

Estos “caminantes” que viajan cientos de kilómetros a pie, desafían peligros que van desde el acecho de grupos criminales y traficantes que controlan la región hasta peligros naturales, que son particularmente graves en el caso de jóvenes mujeres y familias con niños o niñas pequeños. Muchas personas caminan y piden aventón durante meses a lo largo de caminos montañosos que conectan a ciudades como Bogotá, y Lima, con Santiago de Chile y La Paz.

Pero por debajo de las cifras pendulares y de las rutas migratorias se encuentran las personas reales que experimentan las realidades de la vida en movimiento. Para Kevin, de 36 años, el llamado del hogar es abrumador y lo hace desear el regreso. Kevin había viajado con su esposa e hijo a Chile para buscar trabajo en 2017.

Con el transcurso de los años, mientras su familia crecía, los recuerdos del hogar y de los seres queridos seguían estando allí al igual que el deseo de retornar a Venezuela.

“No he visto a mi madre, a mis abuelos, tíos o tías, en seis años. Todavía no han conocido a mi hijo”, señaló haciéndose eco de los sentimientos de muchos migrantes mientras recibían asistencia de parte de la OIM en la frontera sur. 

Hay otros como Erwin que ha logrado ahorrar dinero mientras trabajaba en un restaurant de comida rápida en Chile y había estado planeando el viaje de regreso al hogar desde el año pasado.

Nuestras raíces están allí; es el lugar en el cual nacimos y en donde hemos vivido durante toda la vida. Es el hogar de nuestras familias y amigos de la infancia, y esperamos poder volver a encontrarnos algún día”, dijo acompañado por su leal mascota cuya presencia hizo que el viaje se volviera mucho más tolerable.  

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