Decir lo que se siente es enaltecer la ley de la sinceridad. Curiosamente las clases sociales cualquiera sea su valor, imponen el tipo de lenguaje que ha de usar cada uno. Por ejemplo el señor de la casa no habla de igual a igual a quien le sirve.
Poner atención a los rasgos de la escritura de alguien, nos acerca bastante a conocer su manera de ser, inclusive de sus anhelos y carácter. Oír hablar a una persona sin principios ni cultura es darse cuenta del gran valor que representa para el ser humano los principios y la educación. Las palabras de un patán por poderoso que se crea nunca podrán compararse a las de un hombre educado desde sus raíces. La ordinariez de un orador pone de manifiesto ante nuestros ojos a una persona sin seguridad y repugnante.
Un buen conferenciante procura ganar el ánimo de los oyentes. Poner el pensamiento a nivel del pensamiento del que escucha como del que lee, lo lleva a desarrollar sus ideas, sugiriendo otras ideas semejantes, estimula con su representación estados de ánimo parecidos a los que siente quien escucha o lee; esa es la misión principal de quienes escriben o hablan.
Orador, escritor o actor escénico que no simpatizan ni concuerdan con lo que hablan, creen, escriben o representan, son una especie de estatua invitada a una mesa suntuosa, con suculentos manjares al frente que no puede tocar, sentir o degustar. La libertad, nuestra libertad particular nos abre puertas para exponer nuestras opiniones y libre discernimiento.
La palabra es el signo discreto, flexible y en cierto modo más suave, es susceptible del dominio completo de quien la emplea desde su producción armónica de la voz hasta la intención que ponga en ella, le sirve para ocultar o disimular la verdad, a pesar de ser la verdad el signo más adecuado para la expresión del pensamiento. Al hablar los gestos son involuntarios, llevan grabado el signo de la veracidad; el lenguaje y gestos faciales denuncian la verdad del que habla. La incertidumbre de la mirada aunque vaya acompañada de amenazas, puede revelar en este sujeto mucha timidez, falta de seguridad. El lenguaje corporal al hablar, denota frente a quien estamos… Es imposible copiar gestos, tono o imitación, en cambio las palabras si pueden hacerlo y ser repetidas. Difícilmente se pueden experimentar sentimientos que no percibimos, es absurdo pensar que la expresión del sentimiento y la pasión puedan reprimir los movimientos que el uno y la otra provocan en el ser humano.
La palabra es nuestro gran signo de ser en cuanto a pensar. Cada quien se refleja en sus expresiones dichas o escritas. Mediante el esfuerzo todo en nuestra expresión aportada al mundo lector u oyente, se convierte en un perenne renovar y renovarse. Quien al hablar pone su conciencia en los labios con el corazón en la mano no necesita calcular para sí mismo la similitud que desde luego se establece entre las palabras y los gestos.
El leguaje de los gestos, movimientos simples, las contracciones y matices indescriptibles del rostro, delatan lo que el hipócrita tiene interés en ocultar. En el hombre sincero no caben estos gestos. De allí emerge la gran importancia de expresarse y significarse al hablar o al escribir, tal cual es…
Amanda Niño P.