Trabajo de www.lamananadigital.com
Desde el puente internacional Simón Bolívar, el más empleado por visitantes que arriban a la frontera, se divisa el vasto mundo de las trochas. Árboles y espesa maleza impiden divisar, desde ese punto, el movimiento de personas que aún se registra por esos caminos verdes.
Aunque los cuatro puentes formales están abiertos para la circulación de vehículos y transeúntes, hay pequeños grupos — sobre todo migrantes que van con menores y no poseen los permisos en regla –, que se arriesgan a atravesar las sinuosas rutas.
Las Pampas y La Platanera son los pasos irregulares más usados. El tránsito por estas zonas bajó raudamente una vez se restableció la circulación por los puentes formales. Sin embargo, los grupos de migrantes mencionados usan las trochas para escabullirse de la revisión de los documentos de autoridades, al momento de cruzar frontera.
De 10 a 20 dólares cobran los llamados «guías» para acompañarlos en el trayecto y dejarlos en La Parada, territorio colombiano. En algunas ocasiones, los ciudadanos son víctimas de «engaños» para que tomen los pasos no formales y no usen los puentes.
El migrante, mientras no vaya con menores, no tiene por qué aventurarse por esos caminos, ya que con su cédula de identidad puede pasar por los tramos binacionales sin ningún problema.
Desde Llano de Jorge y hasta La Mulata se contabilizan cerca de 40 caminos verdes, reflejando lo permeable que es la frontera. Al día, más de 100 personas, en condición de migrantes, pasan por las trochas más populares.
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