Se trata de un pueblo de indios ubicado a unos 10 kilómetros al noroeste de la ciudad de blancos de San Juan Bautista del Portillo de Carora, a orillas del río Morere y que hogaño es el centro espiritual del Municipio Torres por su masiva devoción a una deidad femenina americana, la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá, fervor venido de Tunja, Reino de Nueva Granada.3 Las etnias indígenas del semiárido que habitan allí son los ayamanes, ajaguas y jirajaras.
Esta devoción femenina viaja de norte a sur, desde el sitio de Tranquero o Tequere, donde don Fernando de Villegas funda una encomienda de indios con el nombre de Doctrina de Nuestra Señora de Chiquinquirá, que es mencionada por el Hermano Nectáreo María, hasta asentarse en el pueblo de indios de Aregue en 1710, donde recibe cobijo humano y deja su peregrinar. Tal dirección se debe a que desde la costa del Mar Caribe hasta adentrarse en el continente existían las rutas de la sal, elemento indispensable para la vida. Esas rutas fueron las que siguió en 1534 el capitán Nicolás Federmann conducido por baquianos indígenas y la que hogaño aún es la estela dejada por la devoción de la virgen morena y aindiada de la virgen de Chiquinquirá en el vecino Estado Falcón, entidad federal donde se recluta la mayoría de fieles que vienen hasta Aregue para asistir a la multitudinarias fiestas en obsequio a la virgen india, que coincide con la segunda temporada de lluvias en el semiárido larense venezolano, en la primera semana de octubre de cada año.
Esta extraordinaria festividad religiosa, barroca y americana alentada por el Concilio de Trento (1543-1569), ocurre desde 1740, cuando un rico comerciante vinculado a la Compañía Guipuzcoana, don Cristóbal de la Barreda, salva su vida en un naufragio y una vez salvo en las playas del estado Falcón ve la imagen deslumbrante de una dama a quien atribuye su milagrosa salvación. Al llegar a Carora el sacerdote Hoces le indica dónde puede estar aquella preciosa mujer, le conduce al pueblo de Aregue. Allí reconoce don Cristóbal a su salvadora, y de seguido ordena que con sus bienes se construya una iglesia en su obsequio, que es una joya de la arquitectura colonial venezolana. Muy sorprendente resulta que en sus bóvedas se hayan pintado, a mediados del siglo XX, los conocidos “angelitos negros”, inspiración devenida del poeta Andrés Eloy Blanco y que plasma allí el maestro pintor José Requena.
En ese templo se encuentra el lienzo sagrado de la virgen del Rosario de la Chiquinquirá y que bien pudo haber sido pintado por un maestro indígena de la escuela pictórica de El Tocuyo. El modelo de mujer es americano, pues su rostro es ovalado y su piel morena, bastante alejada de los modelos grecolatinos europeos. Pero lo más asombroso será que el Niño Jesús tiene posada en su mano derecha un ave emblemática y endémica del semiárido venezolano, el cardenalito (cardoelis cucullata). El lienzo es como una identidad niña, una prefiguración de lo nacional venezolano que hará eclosión a principios del siglo XIX, después de los sucesos del 19 de abril de 1810. Es la virgen de Chiquinquirá devoción que une a dos naciones hermanas, Colombia y Venezuela, países donde las migraciones en ambos sentidos se han acentuado en los días que corren. La virgen india y americana es un importantísimo factor de unidad y de encuentros entre estas dos naciones suramericanas condenadas por la geografía a vivir juntas.
Hogaño se ha convertido Aregue por su cercanía a Carora en una suerte de “pueblo dormitorio”. A principios de octubre de cada año se ha organizado recientemente una caminata, la Marcha de la fe, desde Carora hasta Aregue, en obsequio de la virgen india, y que se ha hecho multitudinaria cada vez más desde que se inicia en 2003. El sagrado lienzo de la virgen recorre las distintas parroquias de la ciudad de Carora entre agosto y septiembre. Los festejos a la virgen terminan en octubre con una significativa “Misa de los Indios” que se escenifica con esplendor en la basílica aregueña, un evento sincrético y mestizo que habría deslumbrado a Alejo Carpentier y Arturo Uslar Pietri.
Los vecinos pobladores del Estado Zulia quedan sorprendidos cuando se les indica que la Chiquinquirá de Aregue es devoción mariana muy anterior a la de Maracaibo del mismo nombre, que, como sabemos, aparece en una tablilla flotando en el Lago en 1706. Quien escribe ha descubierto que en los viejos libros de cofradías de la iglesia de San Juan Bautista de Carora se comienza a dar a las niñas el bautismo con el nombre de Chiquinquirá a mediados del siglo XVIII, tradición que se mantiene con vigor en los inicios del tercer milenio.
Aregue es hogaño centro de producción hortícola importante de tomates, cebolla y pimentón, promovida por la simpática y afanosa colonia canaria allí asentada. Los caprinos son elemento indispensable de vida en el semiárido del Municipio Chiquinquirá. Las festividades del carnaval y el Vía Crucis de Semana Santa son de un animoso fervor inusual. Aregue es una comunidad que se nuclea social, cultural y afectivamente alrededor de la devoción mariana de la virgen del Rosario de la Chiquinquirá. Es su gran fortaleza en tiempos de globalización.
Luis Eduardo Cortés Riera