#OPINIÓN El encandilador de zamuros #29Sep

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Así se titula el cuento de Cheche Montes de Oca Martínez con el cual obtuvo un premio en un concurso de Casa de Las Américas. Cheche fue un extraordinario relato de la magia caroreña por la cual muchos la asocian  con el Macondo de Gabriel García Márquez, su producción literaria fue copiosa y es una tarea impostergable consolidarla y promoverla ya que en su contenido se resalta esa facultad nuestra de hacer universal lo cotidiano, precisamente por mirar la vida con la filosofía del testigo que observa su propio drama convencido de su temporalidad, lo cual  transforma en anécdotas la gravedad de la existencia.

Cheche Montes de Oca Martínez fue y sigue siendo uno de los grandes testigos de esa Carora profunda que en modo Comala narra sus periplos vitales desde una muerte que nunca termina y es protagonista de las recurrentes reencarnaciones de gente que desanda infatigable los senderos de nuestra soledad reseca y creativa.

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Cuando no veíamos este cuento me respondía Cheche ante la pregunta sobre el protagonista de su cuento ganador y como éramos eternos y pacientes nunca me narró el cuento personalmente aunque como guionista consumado preparó para tal fin  a un  fraterno amigo.

Luego de varias llamadas y pesquisas para dar con el origen del cuento El Encandilador de Zamuros, fui gratamente sorprendido por los conocimientos sobre la Historia Caroreña que tiene el doctor Hildebrando Riera Lameda. Él nos informó sobre la vida y ocurrencias ingeniosas de Vidal González, El Gallo:” El era Curiel por vía paterna, no obstante no fue reconocido y llevaba el apellido de su madre. Tenía pues una gran inteligencia de judío sefardita y con este talento llenó de alegría y colores emocionales la Carora de mitad de siglo 20.  Por allá por los años cuarenta  una creciente de la quebrada Carora acabó con el pequeño matadero de Barrio Nuevo.  Quienes mataban cochinos tenían entonces que hacerlo en los patios de sus casas, con el inconveniente que la policía y la guardia nacional cuando se enteraban los allanaba y les decomisaba la carne y los subproductos debido a que esta matanza no cumplía los requisitos higiénicos. Las autoridades conocían de esta actividad debido a los zamuros que sobrevolaban los patios donde mataban puercos.

En una oportunidad, Vidal tomando unas cervezas en una esquina de Barrio Nuevo, se puso a jugar con los reflejos de un espejo que cargaba. Al orientarlo hacia unos zamuros posados en un Cují observó que estos huyeron despavoridos. Así se le prendió el bombillo y decidió hacer de este descubrimiento un modo de vida. Se ofreció pues como encandilador de zamuros y con ello fue de gran utilidad para quienes en Carora se dedicaban a matar cochinos y elaborar platos exquisitos como longanizas y pimpinetas.

Así tenemos que este maravilloso cuento tiene una base real y se corresponde con ese afán caroreño de entrar a mundos paralelos por la puerta del ingenio creativo y la certeza que para obtener logros es suficiente ponerle paticas a las ideas y dejar que la vida empuje el agua que mueve los molinos de los sueños.

Carora, siempre Carora. Dios con nosotros

Jorge Euclides Ramírez

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