“A MARÍA CLAUDIA CASTILLO DE ADALFIO.”
¡LA NOSTRA!
ROSALIO CASTILLO LARA
OBISPO Y CARDENAL.
No tengo conocimiento de otra familia cuyo linaje tenga tantos principios y valores, para mí, hasta ahora ocultos en la humildad de su fe religiosa, en el catolicismo basado en la fe, el trabajo, esfuerzo, tesón, perseverancia e integridad; arraigados a la tierra de su origen; escondidos en la humildad y la sencillez que solo da la grandeza de espíritu, pero creo fehacientemente que esto se debe dar a conocer como…
“PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE VENEZUELA.”
Son invalorables los ejemplarizantes aportes de la trayectoria de esta familia forjada en el crisol de la probidad, bajo el cobijo de unas matas de café por ellos cultivadas y con ellas dieron “Honor y Gloria a Venezuela.”
Luchando contra las adversidades, no sólo elevaron el Pabellón Patrio en la cúspide del mundo, en la “EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE PARÍS DE 1889,” sino que lo llevaron a la atalaya religiosa al ejercer sus descendientes las más altas funciones de la Iglesia Católica.
ROSALIO CASTILLO LARA, en 1973 fue designado por Pablo VI como obispo coadjutor de Trujillo. fue consagrado obispo en el templo san Juan Bosco de Altamira el 24 de mayo de 1973, por el cardenal José Humberto Quintero Parra. en la diócesis de Trujillo acompañó con cariño al obispo José león Rojas Chaparro, golpeado por una enfermedad, y promovió diferentes iniciativas de renovación pastoral.
Sus planes pastorales para la diócesis a él encomendada fueron truncados, cuando el 12 de febrero de 1975, el Papa Pablo VI lo nombra secretario de la comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico. el Papa quería un obispo latinoamericano que se distinguiera por su preparación académica y por su experiencia pastoral.
Es conocida su participación en la redacción del nuevo Código de Derecho Canónico, que quedó reconocida por el papa Juan Pablo II en la constitución apostólica sacrae disciplinae leges en ocasión de la promulgación del nuevo Código, al recordar a: “mons. Rosalio Castillo Lara que durante tantísimo tiempo había trabajado egregiamente en una empresa de tanta responsabilidad”. y enumerarlo de primero entre los que prestaron su apreciada aportación para elaborar y completar una obra tan importante y compleja, que posteriormente el mismo Papa la denominó: el último documento del Concilio Vaticano II.
Creado Cardenal el 25 de mayo de 1985, recibió la birreta roja y la diaconía de nuestra señora de Coromoto en San Juan de Dios. posteriormente se le confiaron otras responsabilidades en las altas esferas de la curia romana, como presidente de la administración del patrimonio de la sede apostólica, de la comisión pontificia para el estado de la ciudad del Vaticano, de la comisión de vigilancia sobre el Instituto de Obras Religiosas (IOR) y como miembro de varios dicasterios de la curia romana.
En 1992 el Cardenal Castillo le escribía al Papa Juan Pablo II: “quisiera que su santidad benévolamente me prometiera que cuando cumpla los 75 años de edad, si el señor en su misericordia me conserva todavía en vida, sea liberado de todo compromiso de gobierno en la curia romana para regresar a mi patria, Venezuela… sin haber cumplido los 18 años, en 1940, siguiendo el consejo de mi director espiritual, fui a Colombia a realizar el noviciado. esta ausencia que debía durar solo el año del noviciado, se transformó, por los misteriosos designios de la providencia en un permanente exilio que me ha mantenido desde entonces lejos de la patria y de mi soñado campo de apostolado, tanto que, en estos más de 50 años, sólo logré trabajar en Venezuela, en varias ocasiones, por seis años escasos. a veces he dicho que nací bajo el signo del éxodo y estoy viviendo aquel “sal de tu tierra” que el señor le dijo a Abrahán”.
El papa le respondió positivamente el 30 de diciembre del mismo año, diciendo que había quedado conmovido por el sentido de nostalgia y por el deseo de querer realizar una actividad pastoral en de Venezuela, campo soñado desde los albores de la vocación religiosa. en 1997 pudo regresar definitivamente a Venezuela.
En su Güiripa natal construyó el centro juvenil Padre Modesto Arnaus, una casa para una comunidad religiosa y un centro de capacitación laboral.
Tal vez no podía imaginar el Cardenal Castillo Lara que la fuerza divina que lo animaba a volver al país, no era sólo el llamado al apostolado en la pequeña aldea nativa, sino que Dios lo destinaba a convertirse en pastor para todo el pueblo venezolano. poco a poco, y sin buscarlo, su alta figura moral fue emergiendo en medio de tiempos difíciles. llegó a ser consejero, vigía y atalaya. con sabiduría, vislumbraba los problemas en el horizonte, y prodigaba su palabra sencilla y profunda, como un padre preocupado por sus hijos. pudimos apreciar la riqueza interior de un hombre humilde que por algo había llegado tan alto en la iglesia universal. ofreció su vida por la patria que siempre llevó en su corazón. a su muerte, un amigo suyo afirmó:
“Estoy seguro de que, hasta en el cielo,
el Cardenal Castillo Lara sentirá nostalgia por Venezuela”.
Maximiliano Pérez Apóstol