Por: Alicia Iribarren
Este mes cuando, si Dios quiere, llegaré a cumplir 98 años, estaremos celebrando un año más de la fundación de nuestra querida ciudad. La ocasión, trae a mi memoria muchos recuerdos, entre ellos el año cuando nuestra comarca cumplía 400 años en el año de 1952, las celebraciones comenzaron el 5 de septiembre, día cuando mi abuela se despedía de este plano. Ella, barquisimetana de corazón, había nacido en Valencia en 1863 y se había casado con un primo en cuarto grado, José María Iribarren Alvizu, ambos descendientes colaterales de nuestro héroe epónimo, el General Juan Guillermo Iribarren, prócer de nuestra independencia.
Hace unos días, un amigo me decía que no somos barquisimetanos pues el apellido proviene del País Vasco, tremendo disparate, los venezolanos somos un pueblo multicultural, descendientes de un gran crisol de orígenes.
Volviendo a la historia local, recordemos que fue un 14 de septiembre cuando Damián del Barrio entre otros, recibieron las tierras que hoy conforman nuestra querida ciudad, es un hecho histórico. Continúan llegando a mi memoria, momentos como cuando el gobernador local Don Eustoquio Gómez paseaba en un gran automóvil subiendo por la carrera Ilustre Americano, hoy carrera 17 y los muchachos de la zona corríamos para verlo pasar, pero nos escondíamos para no ser vistos. Más adelante, cuando se casó la hija de Gómez, la plaza Bolívar se vistió de gala para homenajear a la novia.
Cada 17 de diciembre recuerdo que ese día en 1930, la gran fiesta cívico militar para la instalación de la estatua de Bolívar, allí niños escolares, desfilaron con paso militar con unos palitos al hombro. Fue emocionante ver infantes homenajeando al Libertador, la escuela que participó fue la escuela que lleva el nombre de otro héroe civil, José Ángel Álamo, cuyo director para el momento era un gran educador Luis Machado Cisneros. Barquisimeto es rica por su gente, su pueblo sencillo, quienes desde sus oficios y labores cotidianas y los que tuvieron posibilidad de formarse académicamente unos y otros dieron grandes aportes al desarrollo y la cultura local.
He visto desaparecer sitios emblemáticos como el bellísimo edificio del Correo y la fachada original del Teatro Juares, la caída de la escuela Wohnsiedler, una tragedia cuando 7 niños perdieron la vida. La inauguración del Hospital Antonio María Pineda, recuerdo cuando instalaron a nuestra Divina Pastora en sendos monumentos como los de la avenida Vargas y la redoma de Santa Rosa. Hoy gracias a Dios aún soy testigo del acontecer de mi querida Barquisimeto, agradezco a nuestro querido Diario el Impulso por ofrecerme su espacio para mis Remembranzas.
Alicia Iribarren
