Aunque parezca un hecho subyacente y marginal no deja de ser llamativa la denominación oficial de la llamada “Casa de Gómez” ubicada en la esquina de la carrera 17 con calle 25, lado norte.
Por muy anecdótica y tradicional que se le presente envuelve un acto de complicidad con un tenebroso personaje, que muy poco aportó al desarrollo del estado Lara durante su gestión, entre 1929 y 1935, como gobernador.
Eustoquio Gómez Prato era un cacique primitivo que toda su vida se condujo en los parámetros de una conducta violenta en lo personal, social y político por su condición de peligroso sociópata. Un elemento encumbrado en el poder por ser primo del dictador Juan Vicente Gómez.
Su existencia está signada por una serie de tropelías. Un criminal que el 27 de enero de 1907 asesina en un botiquín en Caracas al entonces gobernador Luis Matas Ilias afecto al dictador de turno Cipriano Castro.
Por esa causa es condenado a purgar condena por quince años en la cárcel de La Rotunda. Es un primer antecedente de su patológica conducta que siempre lo acompañará en su turbulenta vida hasta su trágica muerte.
Con la llegada al poder de su primo Juan Vicente Gómez es liberado. Entonces lo nombran jefe del Castillo San Carlos donde se caracteriza por la brutal represión contra los presos. Fue tal esa situación que los reclusos protestan mediante un levantamiento debiendo refugiarse en Maracaibo.
Este tiranuelo procedía del estado Táchira donde fue presidente o gobernador destacando por su gusto por las fiestas de carnaval. Es el típico cacique que solo conoce la violencia para el ejercicio del poder.
En abril de 1929 se registra en el estado Lara el alzamiento del general José Rafael Gabaldón. Entonces es designado presidente de la entidad por el lapso de 1929-1935.
De inmediato ocupa, en condición de inquilino, la casa ubicada en la esquina de la calle 25 esquina con carrera 17 lado norte, propiedad del general Pedro Lizarraga, quien recién la había construido.
El periodista y cronista Esteban Rivas Marchena en su libro «Rastros y Rostros y la Pluma en Ristre» hace un preciso perfil de este siniestro personaje. En la calle la gente no sabía si saludarle o no hacerlo. Ello visto que, por su mal carácter propio de un neurótico, siempre se molestaba hasta el extremo de ordenar la detención en algunos casos de quien tuviera la mala suerte de encontrarlo en la vía pública y no le cayera bien, en aquella pequeña urbe de la primera mitad de la década de 1930. Así pues, si alguien lo saludaba se molestaba y si al contrario no lo hacía igual reaccionaba.
Durante su gestión en Lara se hizo de numerosas tierras para convertirse en un poderoso terrateniente, Al igual que su participación en los mejores negocios que le permitieron amasar fortuna con la ventaja del poder.
Son famosas sus redadas en contra de las prostitutas callejeras, un estrato contra el cual se enseñaba con sus moralistas campañas de profilaxia social. El “mea culpa” del bandido y tiránico gobernante incurso en diversas irregularidades, expresado en prácticas inquisitoriales contra los de abajo. Era tal vez, su hipócrita moralismo al mejor estilo victoriano de la Inglaterra del siglo XIX.
Gómez habitaba en condición de inquilino en la casona de la esquina de la carrera 17 con calle 25. Pero era un mal inquilino, pues no pagaba la renta a sus dueños. El típico vivo criollo amparado en la fuerza que genera el poder.
El nefasto personaje tenía de sobras ínfulas de poder hasta creerse el sucesor del fallecido tirano, su primo Juan Vicente Gómez. Su muerte fue violenta, igual que su existencia, en Caracas el 21 de diciembre de 1935, cuando intentaba ingresar a la gobernación de Caracas para reclamar la sucesión en la presidencia de la república tras la muerte de su primo JVG. Con él se cumple la máxima que reza “el que a hierro mata a hierro muere”. Sin duda, murió en su ley.
A este tétrico personaje, oficiante de la violencia, hoy se le perpetúa asignándole su nombre a la vieja casona de la carrera 17 esquina con calle 25.
Por lo que inconcebiblemente se impone el extraño gusto por los tiranos alejados del necesario progreso de los pueblos. Máxime que ese es un recinto dedicado al arte y cultura a los que este elemento no aportó nada.
Ese nombre podría corresponder muy bien a meritorios demócratas, entre otros el general José Rafael Gabaldón. También algunos de los presos durante la dictadura del gomezalato en Lara: Mario Nuñez Oraa, Virgilio Torrealba Sígala, Juan Oropesa (exrector de la UCV) y el maestro Pablo Rojas Meza.
Una cosa es el costumbrismo y tradición entendidos sanamente y otra muy diferente la inclinación por un incivilizado déspota. Eso, creemos, está muy lejos de la barquisimetaneidad, es decir, nuestra idiosincrasia.
Freddy Torrealba Z.