Cada 11 de septiembre, Venezuela se une en fervorosa celebración para honrar a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de la Nación. Esta festividad religiosa conmemora una de las apariciones marianas más significativas de América Latina y un hito en la historia de la evangelización en el país.
Una Historia de Fe y Encuentro
La historia de Nuestra Señora de Coromoto se remonta al siglo XVII, durante la época de la colonización española. En el año 1652, en las cercanías de la ciudad de Guanare, la Virgen se apareció al cacique Coromoto y a su familia, invitándolos a recibir el bautismo y conocer a Dios. Este encuentro milagroso marcó el inicio de una profunda devoción que trascendió generaciones y se convirtió en un símbolo de la identidad venezolana.
Un Legado que Perdura
La imagen de la Virgen de Coromoto, representada en un pequeño pergamino que dejó como prueba de su aparición, se ha convertido en un ícono de la fe católica en Venezuela. Su mensaje de amor, esperanza y unidad sigue inspirando a millones de fieles en todo el país.
Celebraciones a lo Largo y Ancho de la Nación
Cada año, las celebraciones en honor a Nuestra Señora de Coromoto se extienden por todo el territorio venezolano. Procesiones, misas solemnes, actos culturales y manifestaciones de fe popular llenan las calles de alegría y devoción. La Basílica Menor de Nuestra Señora de Coromoto en Guanare se convierte en el epicentro de estas celebraciones, recibiendo a peregrinos de todas partes del país.
Un Llamado a la Unidad y la Esperanza
En un momento en el que Venezuela busca reconstruirse y superar los desafíos, la figura de Nuestra Señora de Coromoto se erige como un faro de esperanza y un llamado a la unidad. Su mensaje de amor y reconciliación sigue siendo más relevante que nunca.
Reliquia de la Virgen
La reliquia de la Virgen de Coromoto es pequeñita -mide 27 mm por 22 mm, y es una impresión o grabado sobre pergamino.
En la imagen se puede observar a la virgen de medio cuerpo y está sentada sosteniendo al Niño Jesús en su regazo -Madre e Hijo miran de frente- y las cabezas de ambos aparecen coronadas. Dos columnas unidas entre sí por un arco forman el respaldo del trono que los sostiene.
Da la impresión de que la imagen ha sido dibujada muy finamente, como si fuera uno de esos retratos en tinta china que se hacen a base de rayas y puntos. La virgen tiene los hombros cubiertos con un manto, y un velo cae simétricamente sobre sus cabellos.