El clima de incertidumbre e inestabilidad política existente en Venezuela luego de las elecciones presidenciales del 28 de Julio, ha colocado sobre el tablero del ajedrez mundial y sobre todo continental, el tema de cómo salvaguardar el sistema democrático ante las acciones hegemónicas que pretenden desconocer su indispensable vigencia como plataforma necesaria para el progreso de nuestras naciones.
Este escenario trae inmediatamente al recuerdo el esfuerzo realizado por el padre de la Democracia Venezolana, Rómulo Betancourt, cuando propuso y logró apoyos regionales, para desde la OEA, arbitrar medidas coercitivas que pusieran freno a las dictaduras y dieran un blindaje institucional a nuestras nacientes y endebles democracias. Esas políticas internacionales fueron llamadas Doctrina Betancourt. Gran adversario de estas propuestas fue, sin lugar a dudas Fidel Castro, quien de manera artera, persistente y astuta, se empeñaba en exportar el comunismo a toda América Latina, promoviéndolo como solución a las carencias sociales que había producido nuestro rezago tecnológico.
Este enfrentamiento entre Rómulo y Fidel fue un auténtico pugilato político que tuvo como marco la pobreza, la guerrilla, la guerra fría, intentos de magnicidios y una constante diatriba ideológica en la cual se presentaba al comunismo como solución universal frente a la miseria de gruesas capas poblacionales de nuestra comarca.
Para recordar con precisión, abundancia y profundidad de conceptos el alcance de la Doctrina Betancourt, nada mejor que leer el libro del intelectual y ensayista caroreño Luis José Oropeza Álvarez, eminente albacea de su pensamiento político, quien en su último libro, titulado “La Doctrina Betancourt una Alternativa para Venezuela”, hace un tratado muy completo sobre lo que significó y significa esta Doctrina como instrumento democrático indispensable para rescatar al país y luego mantenerlo airoso por el camino de la libertad.
Capítulo especial dedica el autor a la defensa de la Constitución de 1961, de la cual su padre, el doctor Ambrosio Oropeza Coronel fue ideólogo y corredactor. Basa su defensa en que la Constitución de 1961 responde a satisfacción a los principios enunciados por John Locke sobre la defensa de la vida, de la libertad y de la propiedad, sin negar la presencia del Estado como guía de la vida pública, tal y como se desprende de las teorías elaboradas por Juan Jacobo Rousseau.
Sobre la Constitución de 1961 y los argumentos del doctor Ambrosio Oropeza para explicar sociológicamente, los redactores de esta columna escribimos un artículo refiriendo que esta carta magna fue producto de una necesidad histórica y que recogió las esencias básicas de la idiosincrasia política venezolana, a diferencia de otras Constituciones que se elaboraron con base en un proceso teleológico donde el razonamiento funciona de espaldas a la forma de pensar y accionar de la gente.
Pero lo más importante del libro de Luis José Oropeza es que sirve de guía sabia y oportuna, para revisar y analizar la Doctrina Betancourt en estos momentos cuando sufrimos de daños profundos a nivel de nuestra conciencia republicana y requerimos con urgencia recomponer el destino nacional, con base en estrategias eficientes que se afinquen en nuestra historia, rescatando las claves de pensamiento político que nos permitieron tener éxito institucional.
Sobre Luis José Oropeza, la Doctrina Betancourt y los análisis que debemos hacer en estos momentos de alta exigencia nacional, continuaremos escribiendo, porque como bien dijo María Corina Machado, la transición ya comenzó y para encaminarla con provecho por el duro camino que tenemos por delante, debemos apelar a la sindéresis. Tal virtud indica que hemos de proceder con la cordura que nos indica la discreción, pero a la vez, con el coraje de quien tiene la razón en la búsqueda de la libertad y de la prosperidad en nuestro sufrido país.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez