#OPINIÓN Atravesando el limbo #5Sep

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El pasado 28 de julio un intenso terremoto político sacudió todas las bases del proceso experimentado en Venezuela durante el último cuarto de siglo. Aquel día una mayoría abrumadora de la población expresó su repudio al sistema existente y su voluntad de iniciar una nueva etapa de la historia, en paz, libertad y prosperidad.

Debió entonces iniciarse una transición cívica y negociada. Pero una minoría, aferrada a una dilapidada herencia política, hoy mantiene a toda una nación paralizada en medio del terror y fuerza bruta. 

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Hoy se sufre el imperio de la maldad y la mentira en que cada día parece superar al anterior en atrocidad y sevicia. ¿Qué falta para iniciar el ansiado cambio? Atinar una respuesta certera es difícil en medio de lo que parece la más impenetrable de las tinieblas. 

El sistema está en profunda bancarrota política, moral, económica y social. Perdió cualquier ápice de credibilidad que le quedaba, y ya va desgastando todos los vestigios de institucionalidad jurídica o electoral en que alguna vez se asentó.

Bajo estas condiciones la nación no tiene otro futuro que mayor deterioro y disolución. Ya no somos fuente de energía confiable para el mundo. La producción petrolera se desvanece y no renacerá sin la confianza de los inversionistas, billones de dólares, y años de trabajo. 

Los otros negocios que generan divisas ya están fichados y vigilados, con un cerco cada vez más estrecho que agotará su rentabilidad. En breve, la piñata se rompió y el reparto que siempre sostuvo alianzas y complicidades se agotó. 

Los otrora mecenas del Foro de Sao Paulo hoy son parientes vergonzantes, un lastre para quienes fueron sus socios y beneficiarios. Apenas los más apestados los aplauden.

El país hoy parece vivir en un limbo político, económico y social. Para unos la imposición de resultados sin actas es motivo de gran decepción, pero la gran mayoría de los venezolanos percibe que las cosas han cambiado, y entramos en una fase de la confrontación en que cada salvajada resulta profundamente contraproducente.

Desde aquí hasta enero lo más viable que le queda a quienes perdieron las votaciones es aprovechar cualquier puente de plata que se les ofrezca – o caer en mayor descrédito, acumular mayores culpabilidades, poner más en riesgo sus patrimonios, y afrontar mayores peligros de diversa especie.

Nadie sabe cómo, cuándo ni dónde se producirá un desenlace, ni quiénes serán sus protagonistas inmediatos. Pero si algo tiene claro la sabiduría popular venezolana es que a cada cochino le llega su domingo. Y la historia inexorablemente lo confirma.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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