El 13 de junio se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de José Antonio Páez, hecho ocurrido en Nueva York en 1870. La fecha pasó totalmente desapercibida. Ni siquiera un recordatorio de las Alcaldías o Concejos Municipales de Municipios que llevan el nombre de este gran prócer venezolano, héroe inmortal de Carabobo, batalla en la cual sellamos nuestra independencia.
José Antonio Páez. El lancero victorioso que hizo morder el polvo en múltiples oportunidades al ejército imperial comandado por Morillo. Nuestro José Antonio Páez, parte esencial de nuestra nacionalidad, fue marginado, olvidado, despreciado por todas y cada una de las autoridades nacionales, regionales y municipales, sencillamente porque el Presidente Chávez, en nombre de Bolívar, le pasó factura por La Cosiata.
Pero más allá de cualquier emotividad momentánea que pueda conducir a exaltaciones políticas, lo importante de analizar dentro de esta conducta “revolucionaria” es que somete al país a un estrés innecesario y más grave aún, desconoce las raíces y motivaciones de nuestros procesos sociopolíticos, siempre signados por la controversia, por el caudillismo, las inspiraciones arrebatadas y la permanente inquina y sedición entre bandos.
Por ello, puestos a revisar nuestra accidentada historia política, plena de contradicciones donde las ideas la mas de veces fueron derrotadas por los pactos, el mejor método es consignar y resguardar para la posteridad la nobleza ingenua de sus protagonistas dejando de lado los tormentosos giros que dieron impelidos por sus ambiciones de poder.
Enterrar históricamente al Páez de La Cosiata es también sepultar la actitud sedicente de Santander contra Bolívar. Es ignorar a ese Páez asediado como Intendente Militar de Venezuela, víctima de grandes presiones internas contrarias al pago de impuestos y la recluta de nuevos soldados para mantener en pie un ejército que luchaba a miles de kilómetros de distancia, cordillera de Los Andes de por medio. Comparar a Páez con Bolívar y en esa balanza juzgarlo y condenarlo es un contrasentido que lesiona las esencias de un ejército de lanceros alpargatados que nos dieron independencia sin entender a cabalidad lo que ello significaba dentro del gran escenario de ideas de aquella época.
Simón Bolívar fue un genio universal, un hombre adelantado a su tiempo. Un visionario con un mapa continental en su cabeza. Genio militar, genio en las ideas, genio en la conducción de hombres. José Antonio Páez fue un genial táctico, un talento silvestre, un hombre de valor singular, un bravío centauro. Pero en su mente la independencia estaba consumada porque en Carabobo se liberó el territorio que conformaba el espacio de la patria que tenía en su cabeza. No obstante su jefe, su líder era Bolívar y a su mando se sometía. Pero necesitaba tenerlo cerca para no equivocarse, para no sentirse preterido y hostigado por un Santander que desconocía sus legítimos laureles ganados en batalla.
En mitad de La Cosiata Páez reclamó la presencia del Libertador y ante él rindió espadas a favor de la Gran Colombia. Es dable suponer que no entendiera a cabalidad el sueño continental que bullía en la mente de El Libertador, por ello lo necesitaba cerca para conjurar las intrigas bogotanas y valencianas que de allá y de acá lo desconcertaba y ante las cuales sucumbió, lo cual reconoce en sus memorias al afirmar que su vida ha debido terminar en Carabobo.
No obstante estas consideraciones sobre las relaciones personales entre estos dos grandes e inmortales venezolanos, lo gravitante, para bien o para mal, es que con el Páez de 1830 es que arranca el sentido de Patria que tenemos hoy en día. Negar a Páez es negar el sentido de venezolanidad que conforma nuestra idiosincrasia nacional. Igual de absurdo es abjurar de nuestros antepasados españoles para enaltecer nuestros componentes étnicos indígenas y africanos ya que por nuestra sangre corren entremezclados los genes de conquistadores desalmados y negros e indios esclavizados. El ignorar esta realidad es crucificarnos en la eternidad de una culpa sin posibilidad de redención.
Además sobre la pertinencia o no de nuestra separación de la Gran Colombia puede haber disparidad de criterios debido a que el sueño integrador de nuestro padre Libertador es posible que no haya estado en sincronía con los sentimientos nacionales de aquellos tiempos y si ahora hacen una encuesta probablemente muchos venezolanos tampoco estarían de acuerdo en tener un Presidente colombiano. Por eso lo conveniente para la integración que deseó Bolívar es olvidar las diferencias del pasado para esforzarnos en consolidar las coincidencias del presente.
José Antonio Páez está sembrado en el alma nacional simplemente porque él es uno de los emblemas de nuestro gentilicio, pretende satanizar es un desgarramiento contranatural.
Jorge Euclides Ramírez