#COLUMNA Soliloquios de café: Templanza (Parte I) #25Ago

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“La economía estudia cómo las sociedades utilizan sus recursos limitados para producir y distribuir bienes y servicios, desde las necesidades humanas más básicas hasta el comercio internacional y la innovación tecnológica, incidiendo directamente en la vida de las personas.”

Los sobrevivientes de esta “Tierra de Gracia”, llamada “Venezuela” amparados por la bondad de Dios Todopoderoso renaceremos de entre los escombros porque tenemos todas las características necesarias para ser un país próspero y, asimilando las experiencias podremos planificar acciones correctivas para después ejecutarlas con la debida, necesaria, e ineludible supervisión y control; dentro del marco de una seguridad jurídica impecable e inobjetablemente proba; respetando el espíritu propósito y razón del legislador probo que redactó la Constitución Nacional, las leyes y los reglamentos dentro de los preceptos tradicional e internacionalmente aceptados.

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Creo que, algunos legisladores ratifican una incongruencia que desde siempre he observado:

“Para hacer las leyes no se necesita saber de ellas y en oportunidades tampoco son requisitos la honestidad, la urbanidad o el decoro; basta con que el dedo del poder político te unja, te apoye y te lleve a un curul. Pero, para ejercer algunos adefesios jurídicos tienes que ser abogado”.

Recuerdo a un legislador larense del cual se decía que opinaba que:

“A la Ley de la Gravedad hay que derogarla”.

Entre las verdades que se imponen inexorablemente están las leyes que rigen la economía de las personas, de los sectores de la producción y, las más importantes son las que tutelan el bienestar de una población demarcada por un ámbito geográfico.

La demanda de servicios productivos está determinada por el deseo de máximo beneficio; como la esperanza de máxima satisfacción y, el empresario que no obtiene beneficios se anula como empresario. Si tomamos a un país como magna empresa, entonces, tenderemos qué, un país que no obtiene beneficios en sus actividades económicas se anula y entrega su soberanía, de forma proporcional, a su dependencia de aquellos países que disponen de los bienes necesarios en cantidades suficientes que permitan exportar sus excedentes.

El empresario es el motor de la economía, representa el dinamismo de la acción económica en el ser humano más allá de mágicas palancas o de las relaciones Capital/Producto. El empresario es el agente principal de la producción, puesto que es él quien combina a los otros factores. Es su impulsor, con el derecho y el deber de tomar la iniciativa y de continuar, o no, al frente de su gestión. Advierte el autor J. B. Say:

“El empresario debe ser un buen calculista de la relación rendimientos y costes; un buen planificador, para estar alerta y no desperdiciar las buenas ocasiones de inversión. Ha de ser audaz… capaz de asumir riesgos e incertidumbres”.

Son cualidades necesarias para ser un buen empresario:

La primera y principal: más que la ciencia misma, es el buen juicio, el buen sentido, la prudencia. Es el empresario quien concibe y ejecuta las combinaciones de los factores de producción. La ciencia la puede contratar.

La segunda: El conocimiento de los seres humanos. Saber tratar a los demás; proveedores, cliente, a sus empleados y obreros, a sus posibles clientes.

La tercera: Como ser empresario no es nada fácil, debe estar dotado de constancia y energía de carácter; en fin, ha de poseer espíritu, inventiva… y cierta intuición.

La innovación se debe tomar como distintivo del empresario, quien en la mayoría de las oportunidades tiene que romper con tradicionales medios y métodos de producción; teniendo que vencer resistencias legales y adaptarse a las condiciones ambientales, entre otros obstáculos.

Para aunar el desarrollo económico y el social hay que lograr que los aumentos de producción y potencialidad futura superen el incremento experimentado por la población y su ritmo de crecimiento demográfico, corrigiendo las profundas desigualdades creadas y que la distribución funcional primera pudiera establecer en el reparto de los beneficios generados por los bienes producidos. Es decir, que a la dirección de la producción hay que asociar una política de ingresos, a fin de que aumente el producto per cápita y que en ese promedio se minimicen las desviaciones, por exceso o por defecto.

Hoy en día hay tenemos que atenernos a la siguiente definición:

“Producir es crear utilidades capaces de satisfacer las necesidades humanas.”

Donde quiera que, por la actividad de un agente, haya incremento de utilidades habrá producción en sentido económico…

CONTINUARÁ…

Maximiliano Pérez Apóstol

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