#OPINIÓN Red de Instituciones Larenses: ¡Reflexionemos! #21Ago

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 “No puede terminarse con la explotación del pobre por medio de la destrucción de unos cuantos millonarios, sino eliminando la ignorancia del pobre y enseñándole a no cooperar con sus explotadores”.

MAHATMA GANDHI

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Prácticamente a un mes de que comience la próxima cosecha, en situación extrema se derrumba el sector productivo que genera la mayor cantidad de empleos en el globo terráqueo… EL CULTIVO DEL CAFETO”; aun cuando, a su vez, a nivel internacional, conforma al producto lícito más comercializado después del petróleo. Esto sucede en el país que llegó a ser el primer productor del mundo, en cuanto a calidad; allá por el año 1889, cuando a la “FINCA CABALONGO” del estado Aragua le fue otorgado esa incuestionable distinción. Eran épocas en las cuales, Venezuela, exportaba alrededor de 1.800.000 sacos de café, o sea, 2.347.827 quintales de café/año. El derrumbe en la producción está arrastrando a lo que queda de más de 85.000 humildes familias que, para el año 1998 producíamos 1.550.000 quintales/año, de los cuales consumíamos 950.000 y, exportábamos, aproximadamente, 600.000 quintales; según cifras emanadas del “FONDO NACIONAL DEL CAFÉ, FONCAFÉ”. Familias auto suficientes y auto sustentables que integraban un segmento prospero de la sociedad venezolana que hicieron de sus conucos (Fincas con dimensiones promedio entre 3 y 5 hectáreas) la única forma de obtener los ingresos básicos a través de la “Remuneración por su Trabajo” … El precio de su café.

Pero, ese precio, al cual, actualmente, podríamos calificar como vil, porque desde el año 1999 no cubre los costos de producción, ha tenido como consecuencia nefasta que los caficultores ante el hambre y la miseria impuesta, al no poder sufragar los costos y gastos de producción y tampoco lograr cubrir sus necesidades básicas, optan por recoger el café verde, pintón y maduro, para después obviar el lavado y despulpado de las cerezas, todo en detrimento de la calidad.

Los estimados de consumo actual, los cuales tomando en cuenta las últimas cifras emanadas del “FONDO NACIONAL DEL CAFÉ, FONCAFÉ”, que para el año 1998, cuantificaba un consumo de 950.000 quintales/año, actualizadas al crecimiento poblacional calculado en un 30% (sin tomar en cuenta la diáspora) son aproximadamente de 1.285.000 quintales/año. 

El Sindicato Nacional del Café, en rueda de prensa ha aseverado que, de 1.100.000 quintales de café por ellos procesado, tan sólo, el %5,8 ha sido de café venezolano, es decir, aproximadamente 63.800 q.q., o sea que cuantificaban que, 1.036.200 q.q., era café importado.

Lo más grave es que, en la misma medida proporcional en la cual la producción cafetera se derrumba también se destruye a las familias caficultoras, desmembrándolas en un éxodo implacable de la mano de obra económicamente activa a los cordones de miseria de pueblos y ciudades donde, en una gran mayoría, se integran a la delincuencia y/o a las drogas, si no es que forman parte de la diáspora infame que destruye a las familias venezolanas.

El desastre se masifica y se magnifica cuando cuantificamos los daños ecológicos que se han hecho y se profundizan en su acción en zonas cafetaleras. Pareciera que el país no tiene dolientes, en el estado Lara por ejemplo, se están depredando zonas de alta fragilidad ecológicas que afectan a tres cuencas hidrográficas: La Apuroquía que desemboca en la Orinoquía, que forma parte de la Amazonía, con ríos como el Morador, El Portuguesa, Maguaza, Masparro, Chabasquén, Boconó, etc.; La cuenca del Mar Caribe con el Río Tocuyo y la cuenca del Lago de Maracaibo con los ríos Misoa y Riecito; todo,  ante los ojos indolentes de personas a quienes compete la preservación del ambiente en el país que es el séptimo reservorio de agua dulce en el mundo. Nacientes de ríos preservadas por montañas conformadas por árboles milenarios son convertidas en sabanas; con pastizales para la cría de ganado bovino de carne. Esto comenzó cuando el presunto desarrollo cafetero impuso se la siembra de café a plena exposición solar, sin tomar en cuenta la latitud del país y a su vez, con demostrado desconocimiento en la materia. Obligaron a los caficultores a talar y quemar, arrasando con cafetales, ante la tesis errónea de que eran plantaciones viejas, ignorando que el café es un cultivo perenne, pero, como requisito indispensable para la consecución de créditos, a sabiendas que no los podrían pagar porque los precios impuestos al café, a nivel de productor, no cubren los costos y gastos de producción y mucho menos alcanzan para cancelar las deudas contraídas para cubrir sus necesidades básicas.

Es un simple llamado a reflexión, porque este es sólo es un ejemplo de lo que ocurre en gran parte del sistema productivo nacional. La situación no es fácil porque tenemos que vencer los altos costos de producción impuestos por la inflación.

Maximiliano Pérez Apóstol

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