Cuando José Antonio Páez contrajo matrimonio con Dominga Ortiz el 1 de julio de 1809, ya ella era propietaria de un próspero hato en Barinas de ganado vacuno y caballar, así como sembradíos de diferentes rubros. Ella tenía 17 años y el catire Páez 19. Se conocieron al momento que el mozalbete huía de la justicia que lo hiciera pagar por la vida de un salteador de caminos que Páez había ultimado tras un impase en Yaritagua. De aquella unión nacieron dos hijos: Manuel Antonio, quien se casaría con Soledad Lovera Paúl, y María del Rosario, quien se desposaría con Juan Nepomuceno de las Llamosas.
Dominga nació en Canaguá, Barinas, el 1 de noviembre de 1792. Hija del ganadero Francisco de Paula Ortiz y Micaela Orzúa, apellido de relieve en la sociedad de antaño. Había quedado huérfana a temprana edad por lo que quedaría bajo el cuidado y protección de sus tíos maternos quienes administraban el hato legado de sus padres.
Luego de los sucesos del 19 de abril de 1810, Páez se enlistó en las filas patriotas, y Dominga lo acompañó en algunas campañas libertadoras. Anota el historiador Rafael Antonio Sanabria Martínez, cronista de El Consejo, estado Aragua, que “era común verla (a Dominga Ortiz) entre las filas, y fue conocida por la tropa como La Señora.
En 1816, Dominga organizó en Valle de la Pascua un grupo de mujeres para atender y curar a los heridos del ejército de llaneros en la guerra de Independencia.
Durante la epidemia de fiebre de 1817 que diezmó al ejército patriota, «fue una verdadera hermana de la caridad, asistiendo a todos, especialmente a su esposo, con asiduidad y afecto dignos de los mayores encomios». Y así fue siempre… una bendición para la muchedumbre que emigra de los pueblos por el horror que producía el acoso de los realistas, cita Henry Nádales, cronista oficial del municipio Pedraza del estado Barinas.
Dominga fue una mujer modesta y profundamente bondadosa; era una bendición para la muchedumbre que emigra de los pueblos por el horror a la guerra que producía el acoso de los realistas.
El propio Libertador Simón Bolívar, cuando llegó al Apure en 1818, hizo públicas y oficiales manifestaciones de gratitud a esta mujer sin igual, registra el cronista.
Refiere además que Dominga, en varias oportunidades, -y sin temor alguno-, calificó de ladrones públicamente y por la prensa de la época, a Joaquín Herrera, gobernador de la Provincia Carabobo y a Napoleón Sebastián Arteaga, gobernador de la Provincia de Barinas.
Después de la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, el Páez victorioso y reconocido como héroe de batallas, enamorado de Barbarita Nieves, se aleja de Dominga Ortiz, quien se retira con sus hijos, y se residencia entre Barinas y Valencia.
Obligada por las circunstancias a desaparecer de la vida pública tras los sangrientos sucesos de 1848, donde Páez fue protagonista, Dominga se refugia en Pedraza (Barinas) temerosa de la persecución desatada por los enemigos del general José Antonio Páez. Allí vivió sin recursos y en estado de pobreza.
Gestionó la libertad
Cuando Páez fue aprehendido luego de desembarcar en La Vela de Coro el 2 de julio 1849, Dominga Ortiz recibió una carta donde le narraban el estado de indefensión que se hallaba el preso. Se aventuró entonces y luego de tantos años sin verlo, lo acompañó su hija María del Rosario.
Páez estaba confinado en un calabozo del castillo de Cumaná. A la salida del castillo, Dominga comenzó a realizar gestiones e insistió ante autoridades e instituciones, haciendo valer su influencia de digna matrona. Le escribió un sinnúmero de veces al presidente José Tadeo Monagas solicitando su gracia para lograr su libertad de su esposo.
Monagas firmó el Decreto de excarcelación y el destierro de Páez el 25 de marzo de 1850. Dominga y María del Rosario se embarcaron con él en el buque Libertador hasta Saint Thomas. Ambas retornan a Venezuela el 28 de mayo de 1850. Esa fue la última vez que vieron al legendario general Páez.
Los bienes de Dominga Ortiz y de José Antonio Páez fueron confiscados y no logró recuperarlos jamás. Ya en su ancianidad solicitó al Congreso de la República «la limosna de una pensión, por cuanto los bienes del General Páez nunca le fueron devueltos y tampoco los de ella, que como bien se sabía eran herencia familiar y no fruto de manejos políticos». Según sus propias palabras ella era una «viuda pobre, muy pobre, anciana y desvalida» que hizo del sufrimiento característica notoria de su vida.
Falleció a los 83 años, en Caracas el 31 de diciembre de 1875, en la casa de su hija María del Rosario, entre las esquinas de Tracabordo y Guzmán Blanco, en Puente Yánez.
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
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