#OPINIÓN Por la puerta del sol (205): Emigrantes #10Ago

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“Nubes, nubes y más nubes; nube que me vio nacer y también me vio partir. La distancia pudo más y lo mejor quedó atrás; me quedé como un niño sin jugar”

Rita Perestello H.

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El amor a la tierra en que nacimos es indiscutible, sea un paraíso, una pobre choza o un desierto. Se ama el terruño como se ama a la madre. Ninguna otra razón sería valedera ante el costo que significa alejarnos de la patria, si no fuera su objetivo la búsqueda de una vida feliz, en paz y de mejor calidad.

Las primeras migraciones de la humanidad corresponden al tercer milenio antes de Cristo, realizadas por Egipto a través de la franja marítima de Gaza, único paso que lo conectaba con Palestina. La emigración fue iniciada por los faraones con expediciones que iban hacia Siria y Mesopotamia.

Por el aislamiento de su situación geográfica, Egipto pudo desarrollarse culturalmente sin intromisiones de fuera. Gracias a su magnífico espíritu artístico nació en ellos el espíritu narcisista que los ponía por sobre todos como los mejores.

De las primeras emigraciones nació Israel como “El pueblo de Dios” y primer pueblo hebreo de la historia de la humanidad, circunstancias que sucedieron más de mil años antes de Cristo. Tras los cuarenta años de huida de Egipto, quedaron esculpidas en su largo caminar varias generaciones.  Con el éxodo el mundo conoció la existencia de Dios y su ardua labor de salvar a través de Moisés al pueblo y enseñarles lo que era bueno y era malo.

La emigración ha cambiado su conciencia. Tras la violencia, la destrucción y el odio, se han creado en el interior del hombre inmenso vacíos bajo el freno de gobiernos posteriores a las guerras, que se unen al sórdido exilio que cubre el alma del que tiene que irse hacia otras regiones. Gracias a estas migraciones se han enriquecido las culturas con el aporte de los emigrantes, de su riqueza material, intelectual, artística, científica e histórica. Las generaciones hablan del potencial foráneo de los inmigrantes. La falta de mano de obra, la búsqueda de riquezas, nuevos territorios y sed de aventura, provocó que los emigrantes se fueran por el mundo a echar sus anclas en otros mares.

Venezuela figura como la madre generosa que acogió a una inmensa población de extranjeros.  Muchos de los hijos adoptados por ella nos sentimos orgullosos de haber honrado y amado a esta patria que nos acogió en su seno, nos amó y nos dio la oportunidad de surgir como a sus propios hijos.

Nadie puede sentir más enraizadas sus queridas raíces en el corazón que el emigrante que se va de su tierra con la esperanza de volver, y quien por esas cosas del destino después de tantos años, tal vez logre su regreso al final de sus años, cuando infelizmente se esté muriendo… 

“Aquellos que cruzan el mar cambian de cielo pero no de alma”

Horacio

Amanda Niño P.

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