#COLUMNA Soliloquios de Café: Ambición, libertad y justicia #28Jul

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Transitando hoy por la máxima expresión política de todo ciudadano, “el derecho a elegir a quien otorgar la autoridad suficiente que le conlleve a cumplir con la responsabilidad de dirigir los destinos del país en los tiempos venideros”; buscando puntos de reflexión ante las difíciles situaciones que hemos enfrentado, tomo las palabras escritas por Alicia Villar Ezcurra, de la Universidad Pontificia Comillas. Madrid, en un excelente trabajo realizado sobre “LA AMBICIÓN, LIBERTAD Y JUSTICIA. EN MAQUIAVELO”, guía y ductor de muchos políticos que han aplicado sus enseñanzas para hacer el bien o para hacer el mal.

Cito:

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LA AMBICIÓN:

ORIGEN DEL ENFRENTAMIENTO Y DEL CÍRCULO DE LA DEGENERACIÓN.

En 1509, Maquiavelo compuso en verso, Capitolo della ámbizione, de ecos lucrecianos, donde se extiende sobre la ambición y resume la antropología que subyace a su concepción política.

“A todas partes

La ambición y la avaricia llegan

Están en el mundo, cuando el hombre nació,

También nacieron; y si ellas no estuvieran,

Sería bastante feliz nuestro Estado

Por ellas la Concordia se ve expulsada

Y para mostrar su deseo infinito

Llevan en la mano una urna sin fondo

Y su alto poder demostraron

Una vez que pudieron hacer en los primeros tiempos

Un pecho ambicioso, un pecho avaro,

Cuando los hombres vivían desnudos y privados

De toda fortuna y cuando aún no había

De pobreza y de riqueza ejemplos”.

En sus Historias de Florencia y sobre todo en los Discursos se encuentra un detalle del peso de la ambición humana y su vinculación con otras pasiones negativas. Tiene un gran poder en el corazón humano y nunca le abandona por muy alto que haya llegado. De hecho, los hombres “pasan de una ambición a otra”, y aunque en un principio tratan sólo de no ser perjudicados, luego perjudican a los demás. Maquiavelo transforma el juicio clásico sobre la excesiva ambición de los hombres, en su afirmación de que los hombres nunca parecen tener suficiente. La causa es que la naturaleza ha constituido al hombre de tal modo que “puede desearlo todo, pero no puede conseguirlo todo, siendo siempre mayor el deseo que la capacidad de conseguir, resulta el descontento de lo que se posee y la insatisfacción”

Si se trata de tomar una resolución de la que dependa por completo la salud del Estado, nadie debe detenerse en consideraciones sobre lo justo y lo injusto, lo piadoso o lo cruel, sino que debe tomar con resolución el partido que salve al Estado y mantenga…

¡SU LIBERTAD!

Este artículo sistematiza la concepción antropológica de Maquiavelo, donde resalta la identidad de las pasiones humanas y la importancia de su conocimiento para alcanzar la sabiduría política. Maquiavelo considera que el ser humano es maleable, de modo que una pasión puede ser combatida y contrarrestada por otra pasión.

Desde esta perspectiva, se analiza el papel que desempeña en Maquiavelo la ambición y la libertad humana, tanto como fuente de enfrentamiento y degeneración, como de estímulo para el logro de las metas más altas.

El calificativo de maquiavélico es empleado para referirse a la persona que conjuga la inteligencia con la perversión, que actúa con astucia, hipocresía y engaño para obtener sus propósitos, sin tener en cuenta consideración moral alguna.

El maquiavelismo es el resumen perfecto del arte de la manipulación y la guía eficaz para mantener una situación de poder. Sus observaciones puntuales en “El Príncipe”, sobre todo, a propósito de las medidas excepcionales que el gobernante tiene que tomar para mantener el poder y la llamada razón de Estado, se ha alzado como lo que podría llamarse el “mito de maquiavelismo” y como simple expresión de un pensamiento mucho más complejo y matizado.

Aún con todo, y a pesar de la demonización frecuente de la figura de Maquiavelo y las encontradas interpretaciones de su teoría política, es común considerarlo como un impulsor decisivo del arte de la política. No en vano, sus obras fueron leídas por los grandes teóricos del pensamiento político posterior. Montesquieu y Rousseau, entre otros, acusan su lectura, por más que sus posturas se presenten en ocasiones como antagónicas.

Y es que, por lo general, los seres humanos no entendemos cómo va el mundo, de ahí que cometamos errores que son tanto más graves cuanto más importante sea lo que se traen entre manos. La explicación de esta ignorancia incomprensible se debe a la creencia en el carácter azaroso e imprevisible de la conducta humana. El libre albedrío humano parece exigir la renuncia a un comportamiento homogéneo y uniforme, atemporal. Con ello, se cae en el error de despreciar el conocimiento de las conductas pasadas. Por el contrario, Maquiavelo defiende la existencia de ciertas constancias, pues los hombres “nacen, viven y mueren de la misma manera”, y se comprueba los mismos deseos, cuando se consideran las cosas presentes y las antiguas. De ahí deriva sus juicios de valor.

Por tanto, el método seguido por Maquiavelo es inductivo. Comienza por examinar con atención los hechos significativos del pasado y los ejemplos concretos de su momento; después infiere constancias y generalidades, que admiten excepciones, orientándose a prever los sucesos que amenazan a cualquier república.

 Quien no quiera escribir “fantasías y sueños, necesita confrontarse con las cosas, y eso lleva su tiempo”, escribió Maquiavelo en una carta de 1502. Su realismo, no se inspira en la tradición medieval sobre la naturaleza humana corrupta, sino en la literatura clásica.

Las leyes no nacen de “lo alto”, pero son indispensables para que los hombres no caigan en el desenfreno. El Estado es el determinante de la estabilidad y de la garantía de seguridad, de ahí que la Patria se convierta en un valor absoluto. Todo estará permitido para salvar las condiciones de libertad e igualdad política propias de la república.

“El deber del hombre bueno es enseñar a otros el bien que no ha podido poner en práctica por la malignidad de los tiempos o de la fortuna, porque siendo muchos los capaces, alguno de ellos, más amado del cielo, pueda ponerlo en práctica”.

Maximiliano Pérez Apóstol

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