Estas líneas que escribo parecen un sueño hecho realidad, sí señor, un sueño hecho realidad que los venezolanos estemos a horas de celebrar la elección presidencial que deben desde el 2018 (aún y cuando no con todas las garantías de ley). Por estos comicios se ha luchado sin descanso a pesar de las amenazas, cárcel e incluso destierro.
El 28 de julio ya no será recordado únicamente por ser el día de nacimiento de Hugo Chávez, no porque no queramos que lo celebren, sino porque desde el régimen lo impusieron como una “fecha patria”; ahora el 28 de julio entrará a los libros de historia como el día donde acabó el periodo oscuro de la democracia en Venezuela e inició la transición tras la épica elección presidencial de 2024.
No olvidemos que el Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió, muchos dicen que por cábala, que los comicios presidenciales donde Maduro se jugaría la permanencia en el poder serían el 28 de julio de 2024, día del cumpleaños del hoy difunto Hugo Rafael Chávez Frías.
Una vez establecida la fecha comenzó una especie de limpieza para dejarle el camino libre de obstáculos al candidato Nicolás Maduro, y es así como ratificaron la inhabilitación contra María Corina Machado, no permitieron la inscripción de la profesora Corina Yoris (candidata designada), le arrebataron las tarjetas a varios partidos de oposición para entregárselas a los llamados “alacranes”; y ni hablar de las trabas en el Registro Electoral. Los días pasaron y finalmente la oposición tuvo su candidato: Edmundo González Urrutia, sobre quien pesaba una amenaza latente de inhabilitación bajo cualquier increíble excusa; así como también estaba presente la posibilidad de que eliminaran la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la más votada en la historia venezolana; pero estos dos últimos escenarios no se dieron.
Ahora bien, llegado el 28 de julio, el gobierno de Maduro intentará abusar más del poder, ¿Cómo? Algunas de las opciones serían: tratar de controlar los centros electorales y ejecutar acciones que busquen retrasar el proceso. Con un CNE a su imagen y semejanza no se descarta que anuncien unos resultados que den como ganador a Nicolás Maduro, pero recordemos este detallazo: si a Maduro le costó hace 12 años ganarle a Henrique Capriles a pesar de que el difunto Chávez le dejó la mesa servida, hoy tiene menos probabilidad de resultar electo en una Venezuela con números negativos por donde se le vea.
El mundo político y de la opinión pública sabe que Nicolás Maduro llega a la elección perdiendo la contienda por más de 26%, cifra moderada; difícil de remontar en las 72 horas que faltan para la elección y que la única posibilidad real de mantenerse en la presidencia es arrebatar la elección, aunque ese escenario es algo así como presionar el botón rojo sin importar las consecuencias. Dicen por ahí que en la historia un hecho no se repite dos veces de igual forma.
Y mientras en el terreno Maduro hace de todo para remontar; sus amigos como el presidente de Brasil, Lula Da Silva; y el expresidente de Argentina, Alberto Fernández, le aconsejan que acepte la derrota. El lunes 22 de julio el mandatario brasileño dijo: “Maduro tiene que aprender que cuando uno gana, se queda y cuando uno pierde, se va y se prepara para otra elección“; por su parte Fernández señaló que “Si Maduro es derrotado lo tiene que aceptar“.
Otro punto importante a destacar es la declaración que le dio Nicolás Maduro Guerra, hijo de Maduro, al Diario El País de España cuando le preguntaron si en caso de que Edmundo gane el domingo, ¿qué ocurriría? , la respuesta fue, “Si Edmundo gana, entregamos y seremos oposición, listo”.
Los venezolanos después de 25 años de tragedia merecen regresar a la autopista de la libertad y la democracia, no será fácil la transición, por lo que que habrá que tener mucha mano de seda al gobernar. Los años de lucha constante permitieron que llegáramos al 28 de julio de 2024, ahora toca votar, cobrar y no permitir un arrebatón que luego nos deje en una terrible frustración, y a Maduro en el poder.
Edward Rodríguez