¿Podría ser que tanto las ciudades inteligentes como la economía inteligente presenten desafíos en términos de inclusión social? Aunque el concepto de ciudades inteligentes promete transformar el entorno urbano mediante la tecnología, aún existen preocupaciones respecto a su accesibilidad.
El desarrollo de ciudades inteligentes implica más que la simple integración de tecnología avanzada en el entorno urbano. Se trata de un cambio cultural profundo que requiere la integración de infraestructuras digitales, gestión eficiente de recursos, planificación sostenible y una gobernanza participativa que asegure el bienestar de todos los habitantes. Este concepto holístico crea un ecosistema urbano que no solo es funcional y eficiente, sino también, adaptable y resiliente frente a los desafíos futuros, combinando tecnología, inclusión social, desarrollo económico y respeto por el medio ambiente.
Un ejemplo destacado de cómo los gobiernos pueden facilitar el acceso a la tecnología es el programa Akshaya en Kerala, India, que ha demostrado ser un modelo replicable para promover la inclusión social en ciudades inteligentes a nivel mundial. Complementariamente, desde 2016 he liderado el programa Smart City y Digital City en América Latina y Europa, formando a 1,200 personas en habilidades digitales avanzadas. Este programa ha mostrado cómo la capacitación y el empoderamiento tecnológico pueden fomentar una mayor inclusión y participación ciudadana en la planificación urbana.
La adaptación de estos modelos a distintos contextos socioeconómicos y tecnológicos, como los que se presentan en Venezuela, puede presentar desafíos únicos; Sin embargo, el éxito de programas como el de Kerala y Smart City y Digital City ofrece un marco valioso para gobiernos interesados en desarrollar ciudades más inteligentes e inclusivas. Los líderes urbanos deben enfocarse tanto en el desarrollo de infraestructura tecnológica como en la capacitación y el soporte continuo a los ciudadanos para asegurar que los beneficios de las ciudades inteligentes sean un verdadero beneficio social.
Es crucial reconocer que la inversión en tecnología requiere planificación estratégica para evitar costos exorbitantes asociados con la obsolescencia tecnológica, como lo ilustra el caso del sistema Sistri en Italia. Este proyecto, diseñado para rastrear la disposición de residuos, enfrentó problemas técnicos y de usabilidad que llevaron a su eventual desmantelamiento, costando al estado italiano cientos de millones de euros. Este ejemplo subraya la importancia de incorporar personas con una amplia expertise que garanticen el uso y adaptación de las soluciones tecnológicas para asegurar que sean prácticas y sostenibles en un contexto específico.
Roberto Ramírez Basterrechea