Estamos a tan solo días de la atípica elección presidencial en Venezuela, convocada una vez más por el régimen con propósitos ventajistas fuera de los calendarios normales, ya que dicha elección debía realizarse a fines del 2024.
Todo lo que era de imaginar ha ocurrido: inhabilitaciones arbitrarias, utilización del llamado “alacranato” (falsa oposición), represión a discreción contra la disidencia, militares ideologizados haciendo campaña pública por Maduro, atentados contra la integridad de María Corina Machado, y negativa a la observación internacional, especialmente de la Unión Europea. En suma, nulas condiciones para garantizar elecciones limpias, como se comprometió el gobierno al firmar el Acuerdo de Barbados. Haber colocado en la presidencia del CNE a una persona del talante de Elvis Amoroso, excontralor de la Nación, militante activo del PSUV y autor de numerosas inhabilitaciones a dirigentes opositores, dejan pálido el recuerdo de Tibisay Lucena, protagonista de tantos fraudes en el pasado. El descaro del señor Amoroso de actuar en forma personalista en decisiones emanadas de dicho órgano destinadas a favorecer a Maduro en sus propósitos reeleccionistas, ha llevado al único Rector independiente, Juan Carlos Delpino, a denunciar las insólitas ejecutorias del personaje, colocado al servicio incondicional del régimen del cual hace parte.
El gobierno ha arreciado su estrategia represiva contra el equipo político de María Corina Machado y Edmundo González, siendo así que se registran 102 detenciones recientes, amén del cierre de negocios que presten algún servicio a dicha campaña. Pese a todo, y a las barreras colocadas por el régimen, María Corina ha liderado una movilización popular sin precedentes en los cuatro puntos cardinales del país, en apoyo a la candidatura de Edmundo González, que se reflejan en todas las mediciones de opinión confiables, en una imbatible ventaja opositora de entre 20 y 40 puntos porcentuales, si se logra un mínimo de garantías.
En la recta final de la campaña, surgen dudas de si Maduro será capaz de reconocer la derrota y entregar el poder. Y si reconoce el triunfo de González, cómo evitar que el largo período que media entre las fechas de la elección y la posesión presidencial en enero de 2025, facilite al régimen terminar de expoliar al país, o dejar al nuevo gobierno un terreno minado, para sabotear la difícil gestión que le corresponderá asumir. Entre tanto, el candidato-presidente amenaza con un baño de sangre si no es electo, mensaje a todas luces intimidante e inaceptable para un pueblo decidido a destronar por la vía electoral a la tiranía gobernante.
El primer paso es pues salir a votar masivamente y defender el voto. Luego vendrá la ardua tarea de formar gobierno para comenzar a poner orden en la casa, y acometer la reconstrucción económica e institucional del país, virtualmente a partir de las cenizas. Es importante que la clase política asuma que no debe pensar en el reparto de cargos o cuotas de poder, pues habrá que recurrir al talento humano más calificado, para así generar seguridad y confianza, de cara a la recuperación del tejido productivo, incluyendo PDVSA, las empresas básicas de Guayana, y servicios esenciales como el sector eléctrico. Será necesario contar con el sector privado nacional e internacional para aportar capital y tecnología, y en lo posible retornar cientos de empresas incautadas o expropiadas a sus antiguos dueños, o atrayendo inversionistas de reconocida experiencia al reto de la recuperación.
Es necesario además alinear al estamento castrense en el histórico deber de garantizar el respeto a la voluntad popular, y de abstenerse de reprimir cualquier expresión de calle que de manera justa pueda salir a defender los resultados comiciales sin son manipulados. Y recordarles que, de los 301 presos políticos existentes en Venezuela, la mitad son militares inconformes con las ejecutorias del régimen. Ello sin olvidar que en la Embajada de Argentina en Caracas se encuentran refugiados seis integrantes del equipo de María Corina Machado, a quienes se niegan los salvoconductos, pese a que la Convención sobre Asilo obliga a otorgarlos una vez que el país asilante concede el asilo.
La estrategia oficialista ha consistido en arreciar la siembra de terror en los días previos a la elección, con detenciones, secuestros, cierres o confiscaciones de bienes privados, para alentar la abstención o tratar de desmovilizar a un pueblo que en forma multitudinaria ha evidenciado su determinación hacia el cambio, en niveles jamás vistos, dado el protuberante fracaso de 25 años de un autoritarismo anarquizante y depredador en todos los órdenes.
El triunfo está en las manos de los venezolanos, aunque la lucha sea cuesta arriba. Maduro es derrotable con los votos, si se mantiene la masiva movilización popular lograda bajo el liderazgo de María Corina Machado, y se logra controlar el fraude en las mesas de votación. Hay que confiar en que funcione la maquinaria de los “comanditos”, y que los testigos estén dispuestos a permanecer en los centros de votación hasta que concluyan los escrutinios y tengan en las manos copia de las actas. El gobierno debe estar consciente de que si siembra vientos cosechará tempestades.
Hay además que estar claros de que en el escenario venezolano no solo media una pugna entre oposición y gobierno, sino el juego de poderosos intereses geopolíticos internacionales que tienen un pie puesto en Venezuela, entre ellos Cuba, Rusia, China, Irán, el crimen organizado, el Foro de Sao Paulo y la guerrilla colombiana, quienes desde luego apoyan sin reservas la continuidad de Maduro. El gobernante ha tenido el valor de proclamar que ganará las elecciones por contar con el respaldo de Rusia, China e Irán, y manifiesta sin pudor que jamás entregará el bastón de mando de Comandante de las FFAA a “la oligarquía”, sin reparar que oligarquía es la creada por ellos, en la medida en que etimológicamente implica la concentración del poder en manos de unos pocos.
Confiemos en que, por encima de las dificultades, y contando con un apoyo más decidido de la comunidad internacional, sea posible derribar las montañas de obstáculos que se interponen para la liberación de Venezuela. Si se logra, se generará además un efecto geopolítico de enorme significación en la región latinoamericana, capaz de contrarrestar las tendencias autocráticas prevalecientes, y que se consolide progresivamente el valor de la libertad, bajo liderazgos con sólidos principios éticos, respeto a los derechos humanos y apego a los valores democráticos. En manos de los venezolanos está pues la anhelada oportunidad de sacar al país del pantano en que se encuentra atrapado. El pueblo es según la Constitución, el depositario del poder constituyente primario, y debe ser capaz de defender su voluntad, como opción pacífica para la reimplantación del Estado de Derecho, y rescate de valores éticos extraviados, entre otros a través de un pacto de “cero tolerancia” con la corrupción, como es también prioritario estimular la reunificación de millones de familias dispersas por el mundo. Que Dios ilumine y bendiga a la martirizada Venezuela, y que en pocos días pueda reencauzarse hacia una senda de prosperidad y progreso, como bien lo merece, tras un cuarto de siglo de fracaso de la dictadura socialista, que ha determinado que el país haya llegado tarde al desafiante siglo XXI, como ocurrió también en el siglo XX con la prolongada dictadura de Juan Vicente Gómez, aunque esta vez, bajo más graves circunstancias históricas.
Pedro F. Carmona Estanga