“Que dulce es entrar en el sueño de la muerte arrullado por las plegarias del hijo ¡Ese es el verdadero Réquiem!
Schiller
Hay días de alegrías infinitas, hay de grandes frustraciones y tristezas, hay aquellos en los que las mismas penas nos hacen sonreír. Vivir es más que estar y respirar, es un ejercicio contra el infortunio, es una fiesta, es ser lo que somos sin apariencias, es un perenne agradecimiento a Dios, vivir es un frenesí. Son breves los momentos de alegrías y limitadas las cúspides de la gloria.
Todos terminaremos al final de la jornada existencial en una tumba o un cofre de cenizas. Hay que sentir la tristeza para saber cuánto duele cuando se nos va un ser querido. Cuando estamos al frente de esa realidad en la que aquel o aquella ya no estará, reclamamos al cielo cuya única respuesta es un silencio sombrío en el que solo se escucha el zumbar del aire entre los árboles y al toque de una campana lejana, escuchar los rezos por ella, oraciones que se ensanchan como un cáliz abierto lleno de consuelos, mientras los recuerdos allá muy dentro del corazón pasan de ser un campo florido a un campo de tristezas.
Hortensia: Tu destino fue estar aquí, ser hija, ser hermana, ser esposa, ser madre, ser abuela, ser la tía… De ti aprendimos que es en las cosas sencillas donde está el verdadero sentido de la existencia en la que uno aprende a coleccionar igual auroras y ponientes, miedos, impulsos, brisas y una que otra tempestad; aprendimos que la fe es lenitivo en la congoja, porque uno cree en lo que le brinda consuelo y paz.
Quienes te quisimos de corazón no negaremos al cántaro de nuestra mesa la belleza de las rosas, no engancharemos la lira en el dolor, no haremos escala en el olvido, por dura que sea la travesía sin ti, no nos vestiremos de oscuridad, seguiremos adelante, curaremos nuestras heridas, seguros de que la vida seguirá yendo y viniendo por el camino y tiempo que nos permita Dios. Seguiremos caminando de la mano del tiempo, enigmática visión que nos induce a buscar el abrazo de la familia y de los amigos, tiempo que nos obliga a seguir afrontando cada batalla diaria. El poder de la vida nos ata a la tierra y a sentir la tristeza del mismo luto, con la esperanza puesta en el tiempo que nos enaltecerá cuando ya no estemos y nos convierta el recuerdo en inmortales.
Cuando nuestros seres queridos desamarran sus anclas y se marchan para siempre, nos dejan el enorme vacío al que solo es posible llene el recuerdo. Cuando es la madre quien se nos va, morirá para el mundo, jamás para el hijo. Más que sus huellas quedarán los latidos de su corazón, se evocarán sus manos que tanto hicieron y bendijeron, la buena voluntad y el ánimo que nunca en ella conocieron la pereza, su cariño siempre presente, su voz llena de estímulo y sus ejemplos incomparables.
Hortensia: gracias por haber sido la hermana paciente, complaciente, atenta, a la que nunca sacaron de su paz y armonía las turbulencias familiares, hermana como ninguna que solo supo dar a todos su amor a manos llenas.
Descansa en paz querida Hortensia.
Amanda Niño P.