Una elección presidencial es una coyuntura en la cual se manifiesta la capacidad política de los actores en pugna para imponer un proyecto político ideológico determinado. Ello mediante la utilización de distintas fuerzas: represión física, jurídica, ideológica y electoral con violencia o fraude. Es, sin duda, la ocasión cuando se expresan, de uno y otro bando, las concepciones democráticas y tiránicas para el ejercicio del poder.
Así transcurridos 25 años de la asunción al poder del chavismo estalinismo, el signo dominante es el del inevitable desgaste a consecuencia del repetido fracaso del sistema anti progresista del socialismo. Con lo cual se ratifica que el socialismo no es una solución a los problemas del hombre sino un problema en que la promesa del paraíso para los de abajo es una quimera.
Un régimen retrógrado de espalda a la realidad con una pésima gestión en contra. Se trata de un sistema sociopolítico que perdió el piso social y ha quedado en la espantosa soledad del poder como suele ocurrir a las tiranías de izquierda o derecha.
En esas adversas condiciones difícilmente el mismo puede levantar vuelo y ganar la elección presidencial de 28 de julio. La dinámica de las elecciones es la de que los malos gobiernos no repiten siendo castigados por el voto del soberano que se decide por el cambio. La lógica de estos procesos indica que la tiranía venezolana no repetirá en sus planes de atornillarse en el poder.
En la Venezuela de hoy nos encontramos ante la coincidente situación en que los de abajo y los de arriba no quieren ni pueden seguir viviendo a la antigua. Los motiva la idea del cambio por lo nuevo. Es precisamente lo que actualmente mayoritariamente desea la sociedad venezolana en más de un 80%.
Para mantenerse en el poder no necesariamente quien lo ostenta apela al recurso extremo y desesperado de suspender las elecciones. Por tratarse de izquierdistas totalitarios se participa pero movido por la concepción del fraude.
Con todo, el nuevo sistema ha optado por las elecciones para lo cual cuenta a su favor con la ventaja que emana del poder, pues controla a su real antojo al ente comicial y los restantes poderes.
Ello más su capacidad de maniobra que usa sin escrúpulo alguno. Se trata de disminuir de esa manera al máximo al adversario mediante el uso de la violencia institucional con la represión selectiva, calumnia, engaño, terror, miedo, hostigamiento, detención, tortura, encarcelamiento y otras prácticas totalitarias de inspiración hitleriana y estalinista.
En el logro de sus objetivos esta gente practica la máxima maquiavélica de que “El fin justifica los medios”. Igualmente lo expresado por el criminal José Estalin sobre las elecciones: “No importa quién vota, sino quién cuenta los votos”. El más olímpico desprecio a la democracia y voluntad popular.
Se trata del juego sucio propio del lumpen político dominado por la maldad. Elementos que en funciones de poder son la más evidente expresión de la incapacidad para gerenciar el Estado por la carencia de visión científica de la política. Por ello no tienen empacho alguno en decir, a los cuatro vientos, que ganan “por las buenas o por las malas”.
Así desde ya, en muestra de su derrota, anuncian que tomarán la calle al día siguiente de la victoria del candidato opositor Edmundo González Urrutia.
Consciente de ello, el gobernador del estado Táchira, Freddy Bernal, ha dicho que un nuevo gobierno no aguantaría un año al chavismo en la calle la cual ocupará inmediatamente.
Se trata de nefastas expresiones demostrativas de que la izquierda es muy efectiva en funciones de oposición pero no así para gobernar. Ojalá usaran esa fuerza para generar cambios positivos para la felicidad del país destruido sin haber ido a la guerra por obra del irresponsable chavismo estalinismo. Estos 25 años de falsa revolución demuestran todo lo contrario. Porque es muy fácil pedir agua desde la oposición a dar agua desde el gobierno.
Freddy Torrealba Z.
X @freddytorreal11