#OPINIÓN Diarios de Porlamar: Condimentos para el ab-zurdo. Acto (7): La Epístola y El Recado (Parte 21) #15Jul

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Más vale la pena en el rostro… 

que la mancha en el corazón

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Cervantes

«Nunca cierres tus labios… 

…a quien le has abierto tu corazón

Dickens

«“La mente es como un paracaídas

…solo funciona cuando está abierta”.  

Einstein

El verdadero conocimiento

…es saber la magnitud de tu ignorancia”.

Confucio

Yo no busco. Yo encuentro”.

 “Amar significa dar algo que no tienes…

…a alguien que no lo quiere”.

“Cuando nos enfrentamos con algo imposible

…solo nos queda un camino, hacerlo”.

Lacan

  • La Epístola (Al otro lado del más Acá). 

Mientras, el profesor Elio, leía la carta, que un misterioso mecenas había dejado sin remitente sobre el buró, echó un distraído vistazo a la epístola, si es que podía llamarse así, doblada y escrita a puño y letra: Para el Profe Elio. Mario, desde el más allá. Y aquel silencio de entrevista con el vampiro, sobre la diástole y la sístole del profesor que se expandió por la habitación, con todo el nervio nebuloso del desconcierto y la confusión. 

Pero decir silencio, acaso si una discreta insinuación, pues el portafolio de su cabeza, ya no le cabían más cuestiones de esas, por no decir, sorpresas por objetar, ¿o era sola una primera extrañeza de avanzada, o cuántas rarezas vendrían en cápsulas vacías a la vera?   

Para un maestro, bien lo saben todos, pero nunca lo admiten, nada es más sustancial y al mismo tiempo agotador, que lo que aguaita por sorpresa, sin saber de qué carrizo esa prodigiosa atención, se trata, y que, para colmo de mala señal, prácticamente, está en todo. 

  •  El Recado (Al mismo lado del más Allá).

El profesor Elio abrió la epístola con cuidado, al mismo tiempo que se sentaba en la butaca frente al escritorio. En la primera línea advirtió que empezaba con una pregunta, lo que lo hacía afrontar lo que le venía como una sopa de letras disueltas en un menestrón de interrogantes. 

– ¿Por qué la vida puede ser un peso cruel para los jóvenes perdidos en sí mismos?  

Dejé encargado a un amigo oculto para que le haga llegar este recado definitivo y poder explicarle a usted, el único que puede entenderme, qué hace a un joven sentir que la vida terrenal puede convertirse en un laberinto mental. A veces creo que estoy poseído por un demonio, pero la gente se ríe de mis ocurrencias, y no cree que vaya a hacer lo que éste, desde lo intrínseco, pretende que haga, que zanje la pena lanzándome por el mirador de mi apartamento, como una solución conclusiva ante mi desesperanza.

Antes que nada, investigué sobre exorcismos, y encontré que es uno de los rituales más antiguos, y un ceremonial para disipar energías negativas y empezar a sanar, pero llamó la atención que existen en diferentes dogmas religiosos; desde ritos musulmanes y hebreos, hasta textos zoroastrianos, incluido exorcismos para pergaminos del Mar Muerto. Si mi caso es algo así, se escapa de las manos determinar qué de eso está sucediéndose, o tal vez sea una forma de explicar la nebulosa que llevo dentro, instando a la desaparición.

Empezaré por darle las gracias por preocuparse por mí, sé que su preocupación es genuina y me llena de sentimientos nobles por usted y mire que sentimientos nobles nunca me han sobrado para nadie y menos para mí mismo. Quiero que sepa que no tomo este fallo solo por mí, también por los que me rodean, que han sufrido abusos y desamor. Y si algo aprendí, es que un alma joven no debe ser mancillada de una forma despreciable y nada edificante. Matar el alma de un joven, es el acto más inhumano que los hombres hayan podido inventar en su inventario imperecedero de brutalidad, salvajismos y ferocidades.

Estoy seguro que usted como yo, nos espantan estas cosas que también son nuestras aunque nos horroricen saberlas en nuestros genes. ¿De donde vienen? ¿Por qué son, o mejor dicho, qué son y cómo fue que nuestra natura nos hizo a algunos tan vulnerables por no tener padres que nos cuiden y nos amen.

Uno ve a ese joven Junior y se conmueve al ver que su corazón está lleno de cosas por dar, y aunque parezca feliz, está deshecho por los que no sabemos cómo hacerle a la vida. En las reuniones que siempre asistía, me veía preocupado porque me sentaba muy atrás en silencio y mi cara era una expresión auténtica y presente del abismo. Y cuando se ve mucho el abismo, éste termina por verlo a uno y tragarlo.

Como sé que usted estará afligido con esta carta, le pedí a mi amigo secreto, que le vaya llevando otros recados que escribí y recibirá en su momento. Solo le pido que no deje que los demás piensen que no los consideré al hacer lo que hice, y que sepan que no los culpo, y por el contrario, les agradezco su amistad, en especial al pana Junior, que entiendo la debe estar pasando mal pensando que no hizo todo lo que pudo. Y dígale que sí lo hizo y que por lo que a mi concierne es el héroe que siempre quise ser para mí. Dígale gracias en mi nombre. Y que siga siendo ese ejemplo para los que queden perdidos en sí mismo, como yo que nunca tuve posibilidad porque el mal me consumió y nada puede hacer contra él. El cáncer de un joven es el desamor y el olvido. Profesor Elio, salve a todos los que pueda y use mi memoria para decir que es lo que no se debe hacer cuando se tiene una vida normal.

El profesor Elio cerró su primer recado, y con el corazón roto en la palma de la mano, las lágrimas mojaron todo el mundo que llovía desde sus ojos.

Marcantonio Faillace Carreño

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