La opinión pública venezolana, sobre todo la inscrita en el sector de oposición democrática, está sobre informada sobre el inmenso potencial oficialista para mantenerse en el poder a pesar del gran esfuerzo que hacen los partidos que conforman la plataforma unitaria ampliada, liderada por María Corina Machado.
Pero nunca dejan de existir los pájaros agoreros con sus lúgubres pronósticos que de manera enjundiosa y blasonando de sus infusos conocimientos de la Real Politik, pasan rastrillo a las florecientes esperanzas populares con sus sentencias pragmáticas que son como drones mortíferos que pretenden ignorar las emociones e ilusiones volcánicas de la gente sencilla, que a lo largo y ancho del territorio nacional, se tira a la calle para ofrecer su valiente e indeclinable respaldo a la esperanza liberadora que encarna la lucha de la oposición democrática..
Dentro de esta densa profusión de argumentos técnicos electorales sombríos, que condenan los anhelos populares a la penitencia permanente de la sumisión irremediable, es obligatorio hacer recuento de otros factores, que, sin menoscabo de realidades evidentes, también actúan dentro del escenario donde se dirime la contienda política venezolana.
El esquema hegemónico montado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro tiene su principal soporte en el eje ejército-pueblo, pueblo-ejército. Bajo esta premisa se montaron diferentes operativos de violencia contra las protestas de la clase media, teniendo su expresión más afinada en la represión del año 2017, cuando colectivos y uniformados arremetieron sin contemplaciones contra grupos ciudadanos que usaban solamente pitos, banderas y pendones. Sobre estos episodios bochornosos hay varios sucesos que maneja la Fiscalía de la Corte Penal Internacional. Hoy este eje pueblo-ejército está roto, tuvo una implosión visible y ostensible. Basta ver al pueblo en riadas incontenibles enfrentar las barreras de contención que antepone el oficialismo, para acompañar las giras excepcionales de María Corina Machado y del candidato Edmundo González Urrutia. Este quiebre del eje motor del oficialismo para nada aparece en los sesudos análisis de los oráculos del pesimismo y la desesperanza.
También ignoran, al parecer ex profeso, el radical cambio de los países latinoamericanos donde gobierna la izquierda, respecto a la conducta en materia electoral del régimen. Cuando Lula y Petro habla sobre el respeto que debe existir de las normas que garantizan la transparencia, están enviando un mensaje público a lo que en privado le han dicho a Maduro: “Si cruzas la frontera hacia una dictadura abierta al impedir elecciones libres, te van a comer en caldo de ñame y nosotros no te vamos a defender”.
Tampoco indican los analistas de retórica siniestra, que dentro del PSUV hay una fuerte corriente interna que desea mantenerse como opción democrática para después de las elecciones presidenciales y presiona para una negociación que les permita avanzar hacia ese objetivo, quieren asumir la derrota a cambio de la supervivencia. Y ojo, hay quienes dicen que dentro de este grupo está el propio Maduro.
En fin, es verdad que la cosa no está fácil y que debemos bregar mucho para coronar con éxito toda esta escalada libertaria, pero tampoco es verdad que la oposición esté totalmente indefensa y tenga que aceptar como limosna reglas que se están cumpliendo dentro del proceso electoral. Está bien que haya advertencias, pero lo malo es que además de luchar contra las maldades del régimen, tengamos también que luchar contra el miedo inducido de influencer ubicados de este lado de la confrontación.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez
