«Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: … más ahora… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco». 1Sam.2:30
Mis estimados, todo ser humano debería permanecer en un estado emocional o vivencial donde sus inclinaciones diversas estuvieran en conexión constante con nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Y así poder honrar a Dios en nuestros actos, procederse y en todo lo que hagamos; y con seguridad recibiremos fortaleza para afrontar cualquier cosa, evento o contingencia que nos sobreviniere. Muchos casos hay en Las Sagradas Escrituras que narran o presentan historias, obviamente reales, donde aquellos que han honrado a Dios a pesar de las circunstancias, han sido bendecidos. El caso de Daniel por ejemplo: «Y Daniel propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber». Dan. 1:8.
Los seres humanos tenemos la tendencia a pensar y creer que aquellos familiares y amigos que nos aman, que nos cuidan, guardan amistad hacia nosotros y hasta nos admiran. Al favorecernos con actos, comidas, bebidas. Incluso con invitaciones “especiales” que ellos consideran son sanas nos están honrando. E incluso sus intenciones pueden ser buenas. Y nosotros, al pensar que la cortesía en aceptarles debe ir por delante. O sea, que debemos aceptar en agradecimiento lo que nos ofrecen, cometemos un gran error; por cuanto la lealtad a Dios debe tomar el primer lugar, y el temor de ofender al Señor del cielo debe dirigir al cristiano. “El rey de Babilonia pensó que estaba concediendo grandes favores a Daniel y sus compañeros; pero ellos respetaban los mandamientos de Dios más que el favor del rey. . . Dios honró a Daniel, y honrará a cada persona que siga la conducta que siguió Daniel al honrar a Dios”. Libro. HIJAS e HIJOS de Dios. Helen White. La historia posterior de Daniel lo ubica como consejero de reyes que gobernaron a Babilonia. ¡Díganme!: ¿No lo honró DIOS?
Amigos, hoy día pueden suceder eventos parecidos con los hijos de Dios. Voy brevemente a narrar mi caso. Todos saben que sufrí una severa crisis depresiva casi 2 años. Y de manera simultánea me atacó una bacteria en el estómago muy conocida, lo que me llevó a tener un peso corporal de 43 kilos. El “vía crucis” que me tocó enfrentar obviamente no se compara con el que sufrió nuestro Señor Jesucristo. Pero fue muy duro por cuanto sentía que me alejaba cada día más de ÉL. En paralelo a ello vinieron propuestas tentadoras donde quitaban a Dios del primer lugar y el argumento era que EL “siempre va a estar allí”. Lo cual no me convencía. Sin embargo mi sub-consciente y hasta el inconsciente le hablaban al consciente y le decían…”Porque Yo Jehová soy tu sanador” Ex. 15:26.
Puedo decir con convicción que me aferré a esa verdad y poco a poco Dios comenzó a dirigir mi vida hasta que aglutinó todas las cosas y me sacó del fondo del oscuro pozo donde el enemigo y tal vez mis omisiones me llevaron. En mi estado siempre honré el Nombre de Dios y me mantuve esperanzado en él. Le comento que en la única carrera donde he participado. Al terminar ésta, los organizadores me llamaron a la tarima y me hicieron un homenaje especial por regresar a la actividad que tanto me apasiona. Y portando en mi espalda el mensaje de los tres ángeles me dirigí a la multitud de participantes, hablé del poder de Dios, de su amor y al final les pregunté ¿Cuántos dicen amén? Y para gloria de Dios escucharon muchos. Recordé entonces sus palabras “»Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: … más ahora… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. » 1Sam.2:30. ¿Cómo les parece? ¡Hasta el próximo artículo Dios mediante!
William Amaro Gutiérrez