Desde mi pluma
A veces me detengo pensando en cómo veo la vida a estas alturas del tiempo. Solo sé que en mis desordenados poemas a nadie espero; ya no me inquieto por las lunas sin fin de las teorías que el mundo siempre ha ido poniendo ante mis ojos, tampoco me inquieta saber que el tiempo imperdurable va tasando el poder de las horas. La vida es el trayecto en el que ocurren cosas desde las más dulces hasta las más amargas. Aprendí desde muy joven que no hay nada más sublime que de Dios la ciencia, aprendí que la gloria pasa rápido igual que la última luz del sol. En resumidas cuentas aprendí que para hacer lo que hago hoy sobre renglones, tenía que luchar siempre con las palabras a brazo partido…
En ocasiones amanezco con más alas que un cielo lleno de querubes, en otras con las alas encogidas como pájaro cansado de volar. No anhelo lauros; el corazón ha recorrido el camino de mi historia de cuya leyenda entre caminares y odiseas conservo un sabor agridulce de recuerdos y de cosas que pudieron ser y no fueron. He aprendido que el destino de cada cual no debe ser otro que el de vivir una existencia llena de paz, de alegría y determinación.
El aire se cansa de ser aire, el alma de ser espíritu y los seres humanos de tanto caminar. El viento pasa raudo cada noche arrastrando luceros que caen sobre el camino. Más lejos, allá donde todo es negrura, la afilada hoja de una llama abre una brecha de luz en la oscuridad. Hoy como siempre voy enfocada hacia lo que veo, lo que siento, lo que pienso, lo que escribo y hacia mis propios sueños unas veces muy cuerdos, otras veces novelescos y otras llenos de ideas locas. Me sirvo de las experiencias, de la misma producción de ideas y hasta del hermoso colorido que proyecta el arco iris después de la tormenta.
Protagonistas inimitables
Hay seres que realmente son típicos de la vida y la alegría. Alicia Gonzáles ha sido a lo largo de los años, todo un personaje en esta zona del Este barquisimetano. Lamentablemente la atacó un fuerte ACV y lo más seguro es que aunque jamás vuelva a ser la misma, será recordada como un ser maravilloso y divertido.
Alicia salía a la calle vestida estrafalaria, con el uniforme y colores de un partido de fútbol ganador, otras veces salía feliz, oronda con su sombrero sabanero, su franela folclórica, una rosa en la cabeza y su bandera en la mano como si se hubiera ganado un cetro en concurso de belleza. Igual salía como los indios con plumas o como un rey con su cetro singular así fuera el palo de una escoba, ¡no estaba loca! Solo era feliz, tan auténtica como ella misma. Contaba con atuendos para cada ocasión, se vestía del color que jugaba en el campeonato del momento, de la misma manera vestía a sus mascotas según la ocasión. En Alicia nunca cesó la frescura de su carácter humano. Gran benefactora de los animales de la calle, a los que en ocasiones recogía para curarlos y salvarlos. Con buen humor y una sonrisa se acomodaba a las adversas circunstancias. Hacía las veces de mecánico, ascensorista, cargador, enfermera, vigilante, solucionadora de muchos problemas, pobres y ricos saborearon en momentos de enfermedad una sopita hecha con ese amor que ella ponía en todo.
Personajes como Sancho Panza y Alicia Gonzales, singulares y estrafalarios, son los que aceptan la vida tal cual es y la disfrutan a cada paso. Sin proponérselo son ellos quienes van aportando elementos valiosos que algún día un curioso escritor sacará de las reminiscencias para convertirlos en un cuento enriquecedor. Alicia Gonzales es vivo ejemplo de que en la vida no importan los títulos, lo que tenemos, ni siquiera lo que hacemos, importa lo que somos.
Amanda Niño P.