Monseñor Polito Rodríguez tras el anuncio del Papa Francisco, el cual fue público la mañana de este viernes 28 de junio, de su nombramiento como nuevo Arzobispo de la Arquidiócesis de Barquisimeto se pronunció en un comunicado a la iglesia católica barquisimetana.
Mensaje integro de Monseñor Polito Rodríguez a la Arquidiócesis de Barquisimeto
Queridos hermanos y hermanas de la Arquidiócesis de Barquisimeto: Sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas, queridos laicos, distinguidas autoridades civiles y militares: Reciban todos mi abrazo fraterno.
Quiero dirigir un saludo muy especial a los sacerdotes de esta Arquidiócesis que han desgastado la vida anunciando el evangelio de Jesucristo. Les agradezco por la entrega y testimonio.
Con alegría y gozo acojo el encargo que su santidad el Papa Francisco me confía de asumir la Iglesia que peregrina en la ciudad crepuscular de Venezuela. Ante todo, agradezco al Señor por todas sus bendiciones e invoco su ayuda para seguir siendo pastor, guía y acompañante de esta porción del pueblo de Dios.
Sé que esta Arquidiócesis es fecunda y extensa, con muchas peculiaridades tanto en la ciudad, como en las zonas rurales, por eso los animo a poner al servicio de esta viña los dones y carismas que han recibido para que juntos construyamos un mundo nuevo (Apoc 21,5). No dejen de amar y cuidar la herencia que recibieron de los pastores que a través del servicio han dejado huella en esta Iglesia. Dios seguirá caminando con su pueblo como lo hizo con los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35).
Si queremos que la semilla germine y de frutos, necesitamos apoyarnos en la grandeza de la fe que recibimos un día a través del Bautismo. Confiemos en el Espíritu Santo. Es hora de mirar al futuro, soñar y hacer realidad esos sueños. Estoy seguro de que todos ustedes, al igual que yo, anhelamos cosas nuevas, que seguramente no veremos con nuestros ojos, pero, aun así, las buscamos y las deseamos.
Es urgente examinar el horizonte y descubrir lo que está al otro lado del muro, echando a un lado las apariencias, la superficialidad, las divisiones y los rencores. Actuemos como conciencia crítica, seamos luz en la oscuridad y no demos permiso a la soledad para que nos robe la alegría. El Señor necesita vigilantes que se desvelen, que se dejen ver, que no se escondan, que no se desanimen, que sean humanos en medio de la humanidad. Dios nos capacitará y nos dará la fuerza para poder ir adelante, con voz de profeta, en contra de quienes usan la astucia para doblegar.
Hay muchas cosas que me interesan, como la familia, los valores, la justicia social, la paz, el respeto, la dignidad humana, la confianza en sí mismo, la coherencia, la solidaridad, la educación, la oración, la escucha y el ser hermanos. La Humanidad de la humanidad, como ha dicho el Papa, nos tiene que preocupar. Cuando las cosas son buenas, justas y verdaderas, la vida se orienta a la plenitud. No se trata nada más de hacer Iglesia, también es necesario ser y sentirse Iglesia. Me gustaría que juntos hagamos sinodalidad, a través del diálogo y la escucha, sin olvidar que «El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio».
Admiro la valentía de tantos hombres y mujeres que sin ningún temor han asumido con libertad y responsabilidad la tarea de construir cada día una Iglesia más incluyente, participativa, misionera y fraterna. Adaptarse a los cambios es una necesidad, no un capricho. Si la sinodalidad traduce caminar juntos, llegó la hora de promover entre los ministros ordenados y los laicos una mayor apertura en la vida y misión de la Iglesia. Si queremos que esto sea creíble debemos traducir el Evangelio de Jesús a los hombres y mujeres de buena voluntad. La experiencia de la sinodalidad debe fortalecer la escucha, la unidad y comunión entre los fieles.
Finalmente, quiero agradecer al Santo Padre, la misión que me encomienda. A mis hermanos en el ministerio episcopal, gracias por acompañarme siempre con sus oraciones. A los sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y laicos que hacen vida en la Diócesis de San Carlos, Dios los bendiga siempre. Gracias por tanto. En este momento necesito de sus oraciones, solo no puedo.
Que la mirada siempre alegre y maternal de La Divina Pastora de las almas, guie y sostenga en su regazo a esta Arquidiócesis y, en ella, a cada uno de nosotros.
Les envío mi afectuosa bendición.