Se trata de un ameno y juicioso libro escrito por la historiadora hebreo estadounidense, ganadora del prestigioso Premio Pulitzer, Bárbara Tuchman, publicado en 1958, una apasionante historia de espías, la verdadera historia de cómo Estados Unidos entró a la Primera Guerra Mundial gracias a la filtración de un documento telegráfico emitido en 1917 por el ministro de Exteriores germano Arthur Zimmermann en medio de la Gran Guerra europea.
En 1917 la desastrosa e inútil Primera Guerra Mundial estaba en un punto muerto y Gran Bretaña sabía que solo podía salvarse si Estados Unidos se unía al conflicto. No se vislumbraba un claro ganador en aquella guerra que había estallado en 1914. La guerra de las trincheras fue un espantoso y cruel sacrificio de vidas para ambos contendientes. Los bolcheviques habrán de tomar el poder en el Imperio Ruso tras un incruento golpe de estado en noviembre de 1917.
Estados Unidos gobernado por Woodrow Wilson entre 1913 y 1921, se aferraba con mucha fuerza a la neutralidad de aquel conflicto durante tres larguísimos años, lo cual era clara ganancia para el Imperio Alemán. Wilson era un intelectual reservado y severo, descendiente de escoceses presbiterianos. Su traumática experiencia como niño de un estado sureño durante la Guerra Civil estadounidense lo llevó a decidir que el país debía quedar por fuera del conflicto europeo cuando comenzó, en 1914. La neutralidad armada de Wilson había resultado ineficaz, pues era imposible de instrumentar para defender a los barcos contra los ataques de submarinos alemanes.
México revolucionario era gobernado en ese entonces por el general Venustiano Carranza, quien mostraba una posición ambigua frente a la guerra en Europa, y que afrontaba las rebeliones armadas internas de Pancho Villa en el norte y Emiliano Zapata en el sur. Villa había asaltado la ciudad de Columbus, en Nuevo México y no pudo ser capturado por las tropas motorizadas estadounidenses del general Pershig.
El ministro de Relaciones Exteriores germano Arthur Zimmermann propuso el 16 de enero de 1917 un ataque armado mexicano a los Estados Unidos, y que de resultar exitoso le devolvería a México los estados de Arizona, Texas, Nuevo México (sin mencionar a California), territorios que pierde México tras la invasión de los gringos y que termina con el escandaloso Tratado Guadalupe Hidalgo de 1848.
Este importantísimo documento que empuja a Estados Unidos a la gran guerra se llama El Telegrama Zimmermann. La idea era distraer a los Estados Unidos en una guerra con sus vecinos mexicanos para que de tal manera no entraran los americanos al conflicto europeo y la balanza se inclinara a favor de los germanos.
El famoso Telegrama Zimmermann fue decodificado por los servicios británicos de inteligencia, tal como hizo posteriormente el sabio Alan Turing durante la Segunda Guerra Mundial al decodificar los códigos nazis de la Máquina Enigma y que acortó el conflicto en unos dos años.
En su breve contenido el Telegrama Zimmermann reza:
Nos proponemos comenzar el primero de febrero la guerra submarina, sin restricción. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América.
En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción [de Von Eckardt].
Queda usted encargado de informar al presidente [de México] de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.
Haga notar al presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses.
Ese mismo año de 1917 vio aparecer otro documento que ha tenido dolorosas repercusiones mundiales hasta el presente: La Promesa Balfour, documento de apenas 67 palabras con el cual el Reino Unido apoya la idea de crear un estado hebreo en la Palestina ocupada entonces por el decadente Imperio Turco. Hogaño estamos viendo sus terribles consecuencias.
México desecha la propuesta del ministro Zimmermnn, lo que resulta muy afortunado pues los Ejércitos de los Estados Unidos hubiesen vapuleado a las mermadas armas de los mexicanos, tal como hizo en 1914 al asaltar Veracruz, ciudad del Golfo de México.
El 2 de abril de 1917 Estados Unidos le declaró la guerra al Imperio Alemán, donde el oscuro sargento Adolfo Hitler participó, precisamente lo que el ministro Zimmermann había intentado evitar al atizar un conflicto que no se produjo entre Washington y México.
He aquí la interesante y desconocida historia de este telegrama que hizo cambiar el destino de la historia de la humanidad en el ya lejano año de 1917, y que nos brinda de forma amena contemporáneamente la historiadora hebreo estadounidense Bárbara Tuchman, (1912-1989), una gran figura de las letras poco menos que desconocida en Hispanoamérica.
Sus más importantes libros son: Un espejo lejano: el calamitoso siglo XIV. La torre del orgullo: una semblanza del mundo antes de la Primera Guerra Mundial, Cómo se escribe la historia, Los cañones de agosto: treinta y un días de 1914 que cambiaron la faz del mundo, Biblia y la espada: Inglaterra y Palestina de la Edad del Bronce a Balfour, acerca del desempeño de Inglaterra en Palestina a lo largo de los siglos. La política británica perdida: Gran Bretaña y España desde 1700).
Con la publicación de Biblia y Espada (Bible and Sword) en 1956, Bárbara Tuchman se dedicó a la investigación histórica y a la escritura, produciendo un nuevo libro aproximadamente cada cuatro años. En lugar de sentirse obstaculizada por la falta de un título avanzado en historia, Tuchman argumentó que liberarse de los rigores y las expectativas del mundo académico era en realidad liberador, ya que las normas de la escritura académica habrían «sofocado cualquier capacidad de escritura». Esta idea de la historiadora Bárbara Tuchman nos recuerda algo semejante argumentado por nuestro historiador merideño Mariano Picón Salas, quien decía que las citas a pie de página constituyen un “ídolo universitario”.
Luis Eduardo Cortés Riera